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Historia y Cultura

El rey de los mediocres

 

Víctor BeltriNadando entre tiburones
 

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El Presidente sabe muy bien cómo es el país que quiere. “La justicia es atender a la gente humilde, a la gente pobre”, afirmaba en marzo de 2019. “Ésa es la función del gobierno. Hasta los animalitos —que tienen sentimientos, ya está demostrado—; ni modo que se le diga a una mascota: a ver, vete a buscar tu alimento. Pues se les tiene que dar, ¿no? Su alimento”.

“Es hasta de burla lo que decían en el periodo neoliberal”, insistía en septiembre del 2020. “No les des pescado, mejor enséñalos a pescar. ¿Qué, así se le dice a un animalito que se tiene como mascota? ¿Se le dice a un perrito, a cualquier animalito, vete a buscar tus alimentos? ¡No! El dueño, el que quiere a ese animal, lo protege y le da de comer. ¿Por qué a los seres humanos no? ¿Cuál es la misión del gobierno? Lograr la felicidad del pueblo, proteger al pueblo. Para eso es el gobierno”.

El Presidente, también, sabe cómo es el país que no quiere. “Un integrante de clase media-media, media-alta incluso, con licenciatura, con maestría, con doctorado, no: está muy difícil de convencer. Es el lector del Reforma; ése es para decirle: siga usted su camino, va a usted muy bien. Porque es una actitud aspiracional, es triunfar a toda costa, salir adelante. Muy egoísta”, declaró el viernes pasado. “Eso sí, van a la iglesia todos los domingos, y se confiesan, y comulgan, para dejar el marcador en ceros”. “Vamos bien”, afirma el líder cuando se dirige a los animalitos a los que, como dueño amoroso, les da su alimento. “No es tiempo de simulaciones: o somos conservadores o somos liberales”, repite a sus mascotas, de las que exige, a cambio, lealtad absoluta. “Es decir, no hay para dónde hacerse: o se está por la transformación, o se está en contra de la transformación del país”.

La transformación de un país que, en realidad, no entiende. Y que no sabe gobernar, ni —mucho menos— le interesa: para el Presidente de la República, la única responsabilidad de su encargo consiste en alimentar a sus mascotas y recibir, a cambio, los votos necesarios para terminar de aplastar a sus adversarios, saciar sus propios rencores y cumplir con sus ambiciones de ocupar un lugar en la historia.

México, sin embargo, es mucho más que eso. El Presidente bien podrá haber recorrido todos los municipios del país —y saboreado las garnachas que cada uno ofrece— pero no ha sido capaz de entender que lo que motiva a la gente para asistir a sus mítines, trabajar de sol a sol, o huir a un país en busca de mejores oportunidades, no es sino la esperanza de que sus hijos puedan desarrollarse en mejores condiciones que las que ellos mismos tuvieron. Por eso el amor al estudio y al trabajo, por eso —también— el orgullo de poder relatar la historia de quienes, con su esfuerzo y su sacrificio, nos convirtieron en lo que ahora somos; por eso el compromiso con quienes vendrán después de nosotros. México no es un país de conformistas.

“Confíen en mí”, suplicó a los empresarios del Consejo Mexicano de Negocios, apenas el jueves pasado, después de reconocer que la inversión pública no sería suficiente para lograr el desarrollo del país. “A Morena le fue bien. Ya tenemos reformas importantes, de fondo, sólo me faltan tres que voy a proponer”.

Sólo le faltan tres reformas, dice. ¿Tres reformas para lograr, exactamente, qué? El país, bajo su gobierno, es una desgracia en cuanto a la economía, la inseguridad, el medio ambiente o la fortaleza institucional. La polarización se acentúa, los proyectos estratégicos no tienen mayor validez que cumplir con un programa electoral, y nuestros socios comerciales desconfían de nosotros. Tres reformas más, ¿para qué?

El Presidente sabe muy bien cómo es el país que quiere y, para lograrlo, sigue alimentando —y polarizando— a unas mascotas dispuestas a defenderlo a costa, incluso, del futuro de sus propios hijos. Al rey de los mediocres le gusta dar pescados, pero no le interesa que sus animalitos aprendan, finalmente, a pescar.

Concreto, acero y fallas estructurales

El reportaje, extensamente documentado, del New York Times sobre el accidente de la Línea 12 del Metro, a unos días de que se conozcan los primeros resultados del peritaje realizado por una empresa noruega, cimbrará la política nacional. Ya la lectura que se le ha dado a ese reportaje se ha alejado rápidamente del verdadero debate que debería ser explicar por qué ocurrió ese accidente, para ubicarse en el terreno de la política y la sucesión presidencial.

Lo cierto es que podrá gustar o no, podrá haber habido filtración de información o no, pero el hecho es que lo que explica el matutino neoyorkino se acerca mucho a la realidad, la misma que le contamos un par de días después del accidente.

El 7 de mayo pasado dijimos aquí que las causas del accidente de la Línea 12 era que no había tenido un proyecto ejecutivo, que su configuración, diseño e incluso su trayectoria fue modificada atendiendo muchas razones, desde políticas hasta financieras. Pero una de las decisiones que se adoptó y que tuvo repercusiones directas sobre lo ocurrido fue hacer los tramos elevados de la obra con una base de acero y no de concreto, porque aligeraba los costos.

No es verdad, como se había dicho en redes, que el ingeniero José María Riobóo, quien realizó los cálculos estructurales de los segundos pisos y de muchas otras obras, incluyendo otras líneas de Metro, un ingeniero muy cercano al presidente López Obrador, hubiera sido quien hizo el cálculo estructural de esos tramos de la Línea 12. Al contrario, Riobóo trabaja sólo con cálculos sobre base de concreto y recomendó que así se hiciera la obra. Cuando se decidió que sería con base en acero, no siguió en el proyecto. El cálculo estructural y la construcción la realizaron otras empresas y quien tenía ese tramo, que era Carso.

Usando acero, como explica también el NYT, la obra resultó más económica, pero perdió también solidez y se tornó más frágil. ¿Recuerda usted el accidente en plaza Artz, cuando se cayó un extremo volado de una tienda? Pues bien, toda la obra de Artz está basada en concreto, calculado, por cierto, por Riobóo, pero los constructores, por un tema de diseño, decidieron hacer ese saliente con una estructura de acero, que se venció por el peso y la tensión (y quizás por el uso de malos materiales). Salvando todas las diferencias, en una obra infinitamente más compleja, como lo es la construcción de una línea de Metro, eso fue lo que sucedió en el tramo Nopalera-Olivos.

Se tenía claridad, prácticamente de inicio, de que ésa era una de las causas del siniestro. Se está en la tarea de averiguar si se utilizó acero de calidad para la obra o si también, para abaratar costos, se utilizó acero con otras especificaciones, lo que constituiría un delito. El peritaje noruego podrá especificarlo. A eso se sumó la decisión, nunca explicada, de la controvertida elección de rieles, rodamientos y equipos, de trenes cuyos diámetros no sólo no coincidían con las vías, sino que obligaron a ajustar éstas casi continuamente por el desgaste excesivo, y que terminaron generando una vibración mucho mayor que debilitó aún más las estructuras de acero. Trenes que, además, eran más pesados.

¿Hubo también un mantenimiento deficiente? Todo indica que sí. Simplemente, las fotos de octubre pasado, junto con las denuncias de trabajadores del Metro, de usuarios y vecinos muestran cómo la trabe que se quebró estaba pandeada y se estaban desprendiendo sus extremos.

Ante el sismo de 2017, varias columnas terminaron también dañadas. Se insiste en que no se redujo ni el presupuesto ni existió subejercicio en el Metro. Pero el año pasado el presupuesto del Sistema Colectivo Metro se redujo en 774 millones de pesos, y el subejercicio fue de 588 millones. Son cifras oficiales. Los trabajadores venían denunciando la falta de mantenimiento desde meses atrás: ésa fue la causa también del incendio del cerebro del Metro, en la estación Balderas.

No es verdad que “gente humilde, trabajadora, buena, entiende de que estas cosas desgraciadamente suceden”. Ante este tipo de accidentes, provocados por errores estructurales, por negligencia, en todo caso la gente “humilde y trabajadora”, además de ser víctima, se resigna porque ésos son los servicios que el Estado le proporciona y no tiene otras opciones. 

Estos resultados llegan también en medio de las repercusiones de las increíblemente desafortunadas declaraciones del presidente López Obrador sobre las clases medias y aquellos que estudian y quieren progresar, como dijo. Ésos que el Presidente descalificó son los que aportan más del 50 por ciento del ISR que recibe el Estado para construir estas obras. Lo menos que se puede demandar es que esos impuestos se utilicen correctamente, que las obras estén bien construidas y mantenidas y que exista responsabilidad y responsables en el manejo de nuestros recursos. Más aún cuando estamos en vísperas de una reforma fiscal donde, probablemente, esa vituperada clase media seguirá siendo quien pague los costos.

 

 

 

 

AMLO, la clase media y el “aspiracionismo”

AMLO, la clase media y el “aspiracionismo”

Pascal Beltrán del RíoBitácora del director
 
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Aunque numéricamente no sea el mayor segmento poblacional del país, la clase media urbana ha impulsado a los políticos hacia el poder —particularmente a los presidentes de la República— desde que el voto en México se expresa en libertad.

Vicente Fox no habría ganado la Presidencia en 2000 sin el apoyo de la clase media. Cuando una parte de ella abandonó al PAN, Felipe Calderón por poco pierde en 2006. Un sexenio más tarde, la clase media se dividió en preferencias entre Enrique Peña Nieto y Andrés Manuel López Obrador, dejando a la panista Josefina Vázquez Mota en tercer lugar. En 2018, López Obrador capturó por completo los sueños de los clasemedieros y por fin arribó al poder.

En aquella ocasión, la clase media urbana de la Ciudad de México votó en gran mayoría a favor de su candidatura. López Obrador no perdió un solo distrito electoral federal. Incluso ganó el número 10 (Miguel Hidalgo) y el número 15 (Benito Juárez), dos de las demarcaciones con mayor poder adquisitivo. El primero lo ganó con 46% de los votos y el segundo, con 40 por ciento. Aunque eso no alcanzó para que el PAN perdiera la alcaldía de Benito Juárez —que ha estado sólidamente en sus manos desde 2000—, sí fue suficiente para devolver a Morena la de Miguel Hidalgo, que se le había escapado en 2015.

Ahora, con motivo de los resultados de las elecciones intermedias del domingo 6, López Obrador decidió reclamar la pérdida de apoyo a su proyecto por parte de la clase media.

Después de haber arrasado en la Ciudad de México como candidato presidencial en 2018 —obtuvo entonces 3.1 millones de votos en la capital o casi 58% del total—, el tabasqueño debió ver cómo su movimiento se convirtió en segunda fuerza en la capital tres años después, con 1.75 millones contra 1.83 millones de la coalición opositora, de acuerdo con los cómputos electorales.

En los distritos 10 y 15, la oposición ganó con aún más fuerza de la que lo hizo López Obrador en 2018, pues en el primero el triunfo en la elección de diputado federal se lo llevó Margarita Zavala, con 56% de los sufragios, y en el segundo, Luis Alberto Mendoza, con ¡72 por ciento! La coalición opositora ganó también ambas alcaldías.

Las explicaciones por parte del oficialismo sobre lo que le sucedió en el poniente de la Ciudad de México han caído, por lo general, en el victimismo. Salvo el experimentado legislador Pablo Gómez, quien ha recorrido todo el espectro de la izquierda, desde el Partido Comunista hasta Morena, y quien dijo que el tropiezo había sido producto de la soberbia, la interpretación mayoritaria en ese grupo ha sido que quienes le dieron la espalda al lopezobradorismo en la capital lo hicieron a causa de una “campaña de desprestigio” contra el gobierno. Sin embargo, algunos, como Javier Hidalgo, candidato derrotado en el distrito 10, llegó al punto de decir que Margarita Zavala había ganado por “fraude”.

En cuanto al presidente López Obrador, esto fue lo que comentó apenas el viernes pasado en su conferencia mañanera: “¿Quién lo percibió mejor? La gente que nunca recibía nada (…) De repente, empiezan a recibir dinero del Presupuesto (…) y a darse cuenta de que otro México es posible. Ése es el cambio de mentalidad al que apostamos (…) En cambio, un integrante de la clase media-media o media-alta, incluso con licenciatura, maestría, doctorado, está muy difícil de convencer. Porque es una actitud aspiracionista, es triunfar a toda costa, salir adelante. Muy egoísta”.

Así, el mandatario ha decidido pelearse con el sector de la población que lo impulsó al poder. No hay ninguna duda que tuvo el respaldo de la clase media en 2018. Y, de hecho, no lo ha perdido por completo, pues Morena aún contó con él para ganar algunas ciudades del país donde el componente de clase media es muy relevante. Pero si sigue por el mismo camino, demeritando las decisiones electorales de ese sector de la población y sus aspiraciones a vivir mejor —que votó por eso hace tres años—, es casi imposible que pueda recuperar lo perdido y entregarle la Presidencia en 2024 a alguien de su propio movimiento.

Para el 2024: ¿AMLO, Ebrard, Monreal o Sheinbaum?

 

Leo ZuckermannJuegos de poder
 
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Comienzan las especulaciones sobre los comicios presidenciales de 2024. Es parte de los saldos de las elecciones intermedias del seis de junio pasado. Me uno a la especulación empezando con los posibles candidatos del partido gobernante: Morena.

Creo que los resultados de la elección federal enterraron la posibilidad de la reelección o ampliación del mandato de López Obrador. Si alguna vez tuvo el Presidente la tentación de seguir en el poder después de 2024, ahora le debe quedar claro que no tiene los números para reformar la Constitución en el Congreso. A menos que el PRI le diera sus votos, lo cual se ve muy, pero muy improbable en este tema.

La otra opción sería una maniobra similar a la extensión del mandato del Presidente de la Suprema Corte: reformar una ley secundaria, a todas luces inconstitucional, que luego ratifique cuatro ministros de la Corte. Sería una chicana indigna, de la peor calaña, que generaría un Presidente con poquísima legitimidad política.

Si no va a ser AMLO, la pregunta es, ¿quién será su candidato?

Antes de los comicios se hablaba de tres posibles aspirantes: Ebrard, Monreal y Sheinbaum.

Pienso que el canciller tiene poquísimas posibilidades después del accidente de la Línea 12 del Metro. El artículo de ayer en The New York Times es contundente. Ebrard tiene una gran responsabilidad política en la fallida obra que provocó la muerte de 26 personas.

Lo del Metro es un flanco enorme de ataque en una campaña electoral. Si un extranjero como Luis Almagro, secretario general de la OEA, se sacudió una crítica de Ebrard diciendo “le deseo que ninguna obra más que él haya hecho como jefe de Gobierno de Ciudad de México se derrumbe”, pues imagine cómo lo criticarían sus adversarios en una campaña presidencial.

Por lo que toca al jefe de la bancada de Morena en el Senado, nunca ha sido muy querido por AMLO. Le prometió la candidatura a la jefatura de Gobierno de la Ciudad de México en 2018, pero se la acabó dando a Sheinbaum. Esto disgustó a Monreal, quien amagó con salirse de Morena. No lo hizo y se ha convertido en un operador eficaz del Presidente en el Senado.

Pero no ha sido del todo leal con el lopezobradorismo. En las pasadas elecciones lanzó a una política cercana a él como candidata de la coalición opositora del PAN-PRI-PRD a la poderosa alcaldía de Cuauhtémoc, en la Ciudad de México. Y le ganó a la abanderada de Morena, Dolores Padierna, un cuadro muy cercano a AMLO.

La crítica que el Presidente hizo el otro día a los oportunistas en su movimiento (“se les olvida que estamos viviendo un momento histórico de transformación y son tan irresponsables e inconscientes que por su ambición personal son capaces de apoyar a los conservadores corruptos”) bien podría estar dirigida a políticos como Monreal que sólo piensan en su futuro. Creo, por tanto, que el senador la tiene muy difícil para ser el candidato de AMLO.

Lo cual deja a Sheinbaum que, según los conocedores del ámbito cercano del Presidente, es la favorita de Palacio Nacional.

Pero le fue muy mal en la elección pasada. La primera jefa de Gobierno de la Ciudad de México que perdió una buena parte de la entidad para la izquierda. Y esto es lo que más le ha dolido al lopezobradorismo de los comicios del seis de junio. 

Muchos piensan que Sheinbaum ha hecho una buena labor como gobernante de la capital y que, en este sentido, el voto opositor fue un castigo más a AMLO que a ella. Puede ser. Pero, en todo caso, no tuvo la fuerza política-electoral para entregar mejores cuentas.

Y lo peor ha sido su reacción frente a la derrota.

En lugar de aceptar su responsabilidad y demostrar liderazgo frente a la adversidad se fue a esconder tras los pantalones del Presidente, algo tremendamente indigno para una mujer gobernante. Se ha dedicado a repetir la cantaleta de AMLO de que esto fue culpa de los medios, la típica y trillada excusa de los políticos cuando quieren sacudirse el bulto.

Sheinbaum queda debilitada rumbo a 2024. Quizá no esté del todo eliminada, pero bajaron sus bonos. Tristemente, quedó como una segundona de Andrés Manuel López Obrador, sin brillo propio. Se fue a escudar tras la popularidad del Presidente.

A lo mejor por eso podría ser la candidata de éste: una títere controlada por el titiritero de Palacio. Si es candidata y gana la Presidencia, cuando tenga algún problema, ¿irá a pedirle al señor del rancho de Palenque que salga de su “retiro” para rescatarla? Con Sheinbaum, ¿se convertirá AMLO en el verdadero poder detrás de la silla presidencial? ¿Un nuevo Maximato? ¿Claudia como Emilio, Pascual y Abelardo?

 

                Twitter: @leozuckermann

Reunión con Zaldívar no fue por extensión de mandato: López Obrador

Zaldívar acudió el jueves a Palacio Nacional, sin que se informara oficialmente de los temas abordados en el encuentro de los presidentes de los poderes Ejecutivo y Judicial

ARTURO PÁRAMO | 07-05-2021
 
López Obrador reconoció que las reuniones con Zaldívar son constantes, pues hay temas que tratar de forma conjunta entre amos poderes.
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CIUDAD DE MÉXICO

La reunión que el jueves tuvieron el Presidente Andrés Manuel Löpez Obrador y el Ministro Arturo Zaldivar, no fue para abordar el tema de la extensión del mandato del presidente de la Suprema Corte, aseguró el titular del Ejecutivo.  

Zaldívar acudió el jueves a Palacio Nacional, sin que se informara oficialmente de los temas abordados en el encuentro de los presidentes de los poderes Ejecutivo y Judicial.

 
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No, no, eso es otro asunto, pero pues él ya sabe qué opino yo, como es de dominio público. Yo estoy a favor de que el presidente de la Corte continúe dos años más para llevar a cabo la reforma que necesita el Poder Judicial, porque es mucha la corrupción que hay en jueces, en magistrados, en ministros.

El Poder Judicial quedó completamente echado a perder, descompuesto, con predominio de la corrupción, como el Poder Ejecutivo, como el Poder Legislativo", sentenció López Obrador en su rueda de prensa matutina en Palacio Nacional.

López Obrador reconoció que las reuniones con Zaldívar son constantes, pues hay temas que tratar de forma conjunta entre amos poderes.

Pues por relaciones de trabajo nos reunimos periódicamente con el presidente de la Corte. Hay autonomía, hay independencia, pero pues somos poderes del Estado mexicano y tenemos que tratar asuntos; por ejemplo, estamos trabajando conjuntamente en el caso de la búsqueda de los jóvenes de Ayotzinapa, trabajamos de manera coordinada", puntualizó el presidente.

Afirmó que incluso también hay reuniones de trabajo con la Fiscalía General de la República cuando se trata de temas en que ambas instancias deben acordar estrategias conjuntas.

***MJPR***

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