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Historia y Cultura

Cobro de piso y extorsión

 

Ruth Zavaleta SalgadoRuth Zavaleta Salgado                                                  Zurda
 
 
 

Teóricamente, el principal fundamento de la legitimidad del origen del poder político es garantizar la vida y la propiedad de las personas. Es decir, los ciudadanos votan por un gobernante que, mediante las leyes o la fuerza (cuerpos de seguridad) va a garantizar su derecho a vivir seguros. En ese contexto los representantes políticos, desde su ámbito de competencia, deben realizar acciones para lograrlo. Eso lo sabe muy bien la jefa de Gobierno, Claudia Sheinbaum, quien el pasado 17 de mayo, en la conferencia matutina realizada en el Palacio del Ayuntamiento, presentó su informe de seguridad pública y presumió que los delitos de alto impacto se habían reducido de tal forma que, la Ciudad de México, era más segura que Nueva York y otras ciudades del mundo.

Lamentablemente, los datos con lo que hizo la comparación corresponden a su propio periodo de mandato, por lo que, ni tardos ni perezosos, aquellos que llevan la cuenta puntual de los delitos, le respondieron que, comparados con los otros sexenios, en éste, los homicidios dolosos se incrementaron.

Pero, no sólo esos delitos han crecido en la Ciudad de México. Con base en el Informe de Incidencia Delictiva del Fuero Común del Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública (SESNSP), con corte al 30 de abril del 2022, el fraude y la trata de personas significan más del 20% del total de delitos a nivel nacional y el de robo total y corrupción de menores más del 12 por ciento. 

Otros delitos, aunque no son significativos en comparación con las denuncias a nivel nacional son preocupantes, porque hay indicios de que un alto porcentaje no se denuncian por temor. Tal es el caso del delito de extorsión, que puede manifestarse telefónicamente o de forma presencial. En este último caso es común que se cometa en contra de los dueños de comercios y se denomine cobro de piso.  

En el 2018, el número de denuncias por extorsión entre enero y abril fue de 171 y en el 2019 de 325. Actualmente, en ese mismo periodo, el total de denuncias asciende a 113, pero, con base en los datos del informe del cuarto trimestre de 2021 de la Cámara de Comercio, Servicios y Turismo de la Ciudad de México (Canaco), se puede llegar a la hipótesis de que el número es mucho mayor, toda vez que, entre octubre y diciembre del año pasado, al aplicar una encuesta a sus asociados, el 9.6% de ellos dijo haber sido víctima de extorsión o cobro de piso (lo que significaba 1.5% que el año anterior). Este dato tiene más lógica si lo comparamos con lo que sucede a nivel nacional, porque la tendencia de la comisión de este delito es al alza.

¿Por qué se presentan menos denuncias de extorsión en la Ciudad de México? La posible respuesta la podemos encontrar si revisamos los datos sobre cuál fue el medio para realizar la extorsión: 55.2%, presencial y 37.5%, vía telefónica. Es decir, la mayoría de estos delitos son presenciales, por lo que las personas amenazadas temen sufrir represalias si denuncian. Mayor miedo causa el hecho de saber que una condicionante para que el cobro de piso sea eficiente es que tiene que haber colusión de las autoridades.

Al respecto, esta Cámara identificó a las alcaldías de Venustiano Carranza (15.3%), Iztacalco (11.2%) y Gustavo A. Madero (10.2%) como las de mayor incidencia.

Esto llama mucho la atención porque las tres son gobernadas por Morena. En el caso de las alcaldías gobernadas por la oposición se conoce la falta de coordinación con la jefa de Gobierno, pero en las que son gobernadas por su partido, ¿cuál es el problema?

Otros delitos que sorprenden por su crecimiento son los de abuso y acoso sexual, violencia familiar, corrupción de menores y trata de personas. Incluso, en este último caso se pasó de 29 denuncias entre enero a abril de 2021 a 55 en el mismo periodo de este año. ¿Hay políticas públicas para frenar la violencia contra las niñas y mujeres?

Derechos humanos y delincuencia

 

Federico Ponce RojasFederico Ponce Rojas
 
 
 

Un derecho no es algo que alguien te da; es algo que nadie te puede quitar.

Ramsey Clark

Exfiscal general de los Estados Unidos

 

Tergiversar la cultura de los derechos humanos conlle­va a violentar el Estado de derecho. El orden jurídico de las naciones democráticas, cualquiera que sea su sistema político, privilegia la cultura de los derechos huma­nos en los ordenamientos que lo constituyen.

El respeto de dichos derechos, en efecto, no lo da ningún sistema político autocrático o dictatorial, por el contrario, la tutela y protección de estos son el principio de los sistemas que se rigen por la voluntad popular y que se expresa en el dere­cho como punto de partida, en la consecución del bien común.

El Estado mexicano está obligado a tutelar y proteger los derechos humanos de todos los individuos, la violación de estos debe ser san­cionada con la fuerza de la razón y la razón de la fuerza con el uso legítimo de la violencia, en suma, con la fuerza del derecho.

El Estado de derecho es la nación constitui­da legal y políticamente, de ahí el reconocimiento y la obliga­ción plena de que en el mismo, todos los individuos gozarán de los derechos que otorga el orden jurídico, parte sustancial del Estado, con independencia de su origen étnico, color, nacionalidad, religión, preferencia sexual, condición social, estado civil, opinión política cualquiera otra condición. Son inherentes a la naturaleza humana e irrenunciables para vivir con toda la dignidad humana.

Se trata de derechos indispensables para el desarrollo de la nación, en lo individual y como parte integral de una so­ciedad civilizada, protegiendo de manera primigenia la vida, Libertad, seguridad, igualdad, dignidad, integridad física y propiedad de cada ser humano.

 La violación a los derechos humanos puede darse por la autoridad pública y los particulares que actúen por instruc­ción directa, ya sea en actos permitidos por dicha autoridad o con complacencia de ésta, incluso cualquier agente social en la comisión de éstos, con la tolerancia o anuencia de servidor público o autoridad.

 
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El orden jurídico, tanto interno como internacional, del Estado mexicano es amplio en este respecto y está funda­mentado en una pluralidad de fuentes jurídicas a partir de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos, que establece: “Todas las personas gozan de los derechos reco­nocidos tanto en la Constitución como en los tratados Inter­nacionales ratificados por el Estado mexicano”.

Es indudable e innegable que los delin­cuentes como seres humanos, con indepen­dencia de la indignación y repudio social que merecen por la violencia con la que actúan muchos de ellos, especialmente el crimen organizado, también les son inherentes los derechos referidos, pero cuando transgreden la ley, ésta contempla las acciones punitivas aplicables, los principios y derechos que otorga el Sistema de Justicia Penal, garantizando el debido proceso, así se respetan sus derechos humanos.

Distinto es proteger delincuentes mediante la inacción, incluso al humillar a las Fuerzas Armadas o de seguridad pública, actitudes que traen aparejadas sanciones penales tanto para autoridades ordenadoras como para las ejecutoras. Este catálogo de conductas previstas y sanciona­das por el derecho penal suelen ser más severas en la justicia militar que en la civil y en la práctica crean un conflicto de normas, entre el Código de Justicia Militar y la Ley Disciplina de las Fuerzas Armadas (inaplicables al Presidente); entre el derecho fundamental a la seguridad pública y otros derechos, los que tendrían que estar armónicamente integrados con la finalidad de propugnar el bien del hombre, está sinrazón es una de las causas fundamentales de la violencia e impunidad que hoy tiene asolado al país.

Electores impacientes

 

Pascal Beltrán del RíoPascal Beltrán del Río                                                                           Bitácora del director
 
 

La alternancia ha sido el signo de las elecciones mexicanas del último cuarto de siglo.

De las últimas 130 votaciones para gobernador, sólo 41 se han definido por la continuidad en el poder. O, lo que es lo mismo, 89 han dado lugar a un cambio de partido gobernante. 

Y el porcentaje de alternancia se ha ido ampliando con el tiempo, pues únicamente en 24 de los 98 casos más recientes el mandatario estatal entrante ha sido correligionario del saliente. 

 En 12 de las 32 entidades federativas, las últimas tres elecciones de gobernador han dado lugar a sendos cambios de partido gobernante. Solamente cuatro estados no han tenido alternancia alguna durante dicho ciclo (Hidalgo, Coahuila, Estado de México y Guanajuato). 

 A partir de esos datos, se puede concluir que los ciudadanos no son muy pacientes con sus gobiernos estatales. Y lo mismo se podría decir respecto del gobierno federal, pues la alternancia ha marcado tres de las últimas cuatro elecciones presidenciales. 

Sólo siete estados han concedido una nueva oportunidad al partido en el poder en los comicios de gobernador más recientes (Querétaro, Chihuahua, Guanajuato, Estado de México, Coahuila, Hidalgo y Baja California). 

En teoría, la gente otorga la mayoría a un partido distinto para castigar al que se va, pero también con la esperanza de que el que llegue lo haga mejor. 

El año pasado, los candidatos de Morena y partidos afines desplazaron del poder al PAN en las elecciones de gobernador de Baja California Sur y Nayarit; al PRI en las de Sonora, Sinaloa, Colima, Guerrero, San Luis Potosí, Campeche, Zacatecas y Tlaxcala, y al PRD en la de Michoacán. 

Sólo tres de las 15 entidades que renovaron su Ejecutivo en 2021 optaron por la continuidad (Baja California, Querétaro y Chihuahua); las demás se fueron por la alternancia. 

 ¿Qué esperar de las elecciones del próximo 5 de junio? Seguramente lo mismo. Parece que, en la mayoría de los casos, los ciudadanos se inclinarán por una opción política distinta. 

 

Ahora bien, ¿qué tan eficiente ha sido la alternancia para resolver las demandas de los votantes? 

Quizá debamos preguntárselo a los habitantes de los 12 estados que dieron un puntapié a los partidos gobernantes en las votaciones del año pasado. 

 Por ejemplo, ¿ha disminuido o se ha incrementado la inseguridad en Sonora, Colima, Michoacán, Guerrero y Zacatecas desde que cambiaron los gobiernos de esas entidades? 

Los datos oficiales indican que lo segundo. Y eso que el gobierno federal, que es del mismo signo político que los gobiernos estatales, ha procurado poner en práctica programas para lograrlo. Pese a los “blindajes” con elementos del Ejército y la Guardia Nacional, la violencia criminal en esas entidades aparece frecuentemente fuera de control. 

De cara a las elecciones del 5 de junio, ¿se beneficiarán los quintanarroenses, oaxaqueños, tamaulipecos e hidalguenses de las alternancias políticas que aparentemente tendrán lugar en sus respectivas entidades? Sólo el tiempo lo dirá. 

Nadie experimenta en cabeza ajena, dice el dicho. A la hora de votar, suele pesar más el enojo con el pasado que la esperanza en el futuro. O al menos eso dice nuestra historia electoral reciente. 

BUSCAPIÉS 

*El gobierno federal hizo público el martes la lista de vacantes para médicos especializados. Son casi 14 mil. Aunque la información difundida divide las necesidades por estados, no ha sido posible conocer las de las regiones específicas de cada entidad ni las características de las plazas. ¿Por qué hasta ahora se hizo visible la carencia? 

 *Prácticamente dos días duró el bloqueo de la carretera costera del Golfo de México, en los límites de Campeche y Tabasco, por parte de pobladores que denunciaban una desaparición y un asesinato. Hasta que la presión pública hizo reaccionar a las autoridades campechanas, centenares de viajeros fueron dejados todo ese tiempo a su suerte, en un calor inclemente y sin posibilidad de abastecerse de comida y agua. 

Cretinos

 

Francisco GarfiasFrancisco Garfias                                                                             Arsenal
 
 

 Me formo en la fila de los que López Obrador llama “creti­nos” por preguntar qué hace el gobierno para enfrentar al crimen organizado. ¿Por qué no lo resuelve?

El Presidente dice que se atienden las causas para que no haya “semilleros” de jóvenes enganchados por la delin­cuencia y que su estrategia de “abrazos no balazos” no va a cambiar, porque ha dado resultados.

¿Ha dado resultados? Van más de 120 mil asesinatos en los tres años y medio que lleva en la Presidencia de la Re­pública. Ya superó los sexenios de Peña y de Calderón. Este mayo se perfila como el más sangriento. Cifras de miedo: matan a un mexicano cada 15 minutos. 

Sí, señor Presidente, soy un “cretino” que quiere saber por qué se aferra a su estrategia de proteger a los crimina­les “porque también son seres humanos”, cuando éstos no se tocan el corazón para asesinar niños, jóvenes, mujeres, familias enteras.

* No cabe el autoengaño. Al condicionar su presencia en la Cumbre de las Américas a la invitación de Cuba, Nicaragua y Venezuela, lo que AMLO busca es el aval de Estados Unidos a regímenes dictatoriales.

¿O alguien se atreve a negar que en esos tres países se han suprimido las libertades, encarcelado opositores, can­celado la libertad de expresión, se ha recurrido a la fuerza letal para reprimir manifestantes; prevalece la ruina eco­nómica y el exilio?

López Obrador calculó mal su juego. El nicaragüense Daniel Ortega y el cubano Miguel Díaz-Canel se autoex­cluyeron antes de que el mexicano tuviera respuesta del presidente Biden a sus condiciones para asistir.

El tercero en discordia, Nicolás Maduro, de plano se burló. Dijo en un programa de radio, que ya está pidiendo su visa, pero no para ir a la Cumbre de las Américas, sino al festival de salsa boricua en Nueva York, el próximo 11 de junio.

Sobra decir que el hombre no puede entrar a EU. Está acusado de narcotráfico desde 2020. Su cabeza tiene precio: 15 millones de dólares.

El autócrata venezolano, que participa en la Cumbre de la Alianza Bolivariana que se celebra en La Habana, agra­deció al Presidente mexicano haber levantado “la voz de la verdad, de la moral, de la dignidad de todo un continen­te”. Es miel pura para los oídos de López Obrador, pero ¿y México qué gana?

Por lo pronto, hay quienes ven en la postura de López Obrador un gesto inamistoso hacia Estados Unidos, su prin­cipal socio comercial.

Es el caso del senador republicano, Marco Rubio. En una audiencia en el subcomité para el hemisferio occidental del Senado de Estados Unidos dijo lo siguiente:

“Si (López) Obrador no quiere asistir a la cumbre, pues que no asista. No nos dejaremos intimidar por un amigo de dictadores”.

Y más adelante: “Una de las mejores cosas de esto: si tenemos una cumbre donde no invitamos a dictadores y las personas que quieren que vengan dictadores deciden boicotearla, entonces sabremos quiénes son nuestros ver­daderos amigos en la región”.

Todavía ayer, AMLO esperaba una respuesta a sus exi­gencias. “Espero que si no es el presidente Biden, el Depar­tamento de Estado ya defina una postura y después nosotros vamos a pronunciarnos”.

Está más que claro que no los van a invitar y que, en con­secuencia, el Presidente no va a ir. “México va a participar, nada más que, si no se invita a todos los países, yo no voy a asistir”, reiteró el tabasqueño.

* Nallely Gutiérrez es la priista que participó en el bloqueo de la sede del tricolor, en junio del año pasado. Fue expulsa­da del partido, junto con el exgobernador de Oaxaca, Ulises Ruiz, por indisciplina grave y actividades de desprestigio en contra de dirigentes priistas. Dice que el Tribunal ha decidi­do revocar la resolución con la que Alito la expulsó del PRI.

Nos buscó luego de que en este espacio publicamos la respuesta el dirigente tricolor a los audios de Layda Sansores. Moreno dice que son ilegales, están editados, manipulados, para enfrentarlo a los periodistas. Jura que los sacaron en respuesta al voto de la bancada del PRI en contra de la reforma eléctrica.

Nallely no sólo no le cree, sino que no quita el dedo del renglón. Pide la renuncia del dirigente.

Dice que los audios de Layda lo pintan de cuerpo entero: “corrupto”, “envidioso”, “extorsionador”, “misógino”.

“Por dignidad y congruencia debe renunciar y dejar de dañar al PRI, de lo contrario le estaría dando el tiro de gra­cia. Que no ocupe al partido, sus legisladores y prerrogativas para defender un tema personal.”

“Al PRI le falta un líder y le sobra un corrupto”, sintetizó.

Buscamos a Alito. Lo vimos brevemente en el CEN del PRI. Le dijimos que habíamos visto a Nallely. No le dio im­portancia. Dice que la 4T la usa para desprestigiarlo y tor­pedear la alianza Va por México

Crímenes contra periodistas y las formas mafiosas de ‘Alito’

 

José Buendía HegewischJosé Buendía Hegewisch                                                                     Número cero
              
 

La revelación de un audio del presidente del PRI, Alejandro Moreno, en que recomienda cómo eliminar periodistas, parece unas exequias para celebrar a un difunto: su partido. Pero, más allá de ser otra expresión de la larga decadencia del PRI, sus palabras reflejan una descomposición mayor en el mundo de la política por la antidemocracia de liderazgos que hablan con un lenguaje y métodos mafiosos desde el Estado. 

En una grabación divulgada por Layda Sansores de su antecesor en Campeche, Moreno puntualiza su fórmula para deshacerse de quien lo moleste, como los periodistas a los que “no hay que matarlos a balazos, hay que matarlos de hambre”. 

Es la presunta voz del dirigente de un partido con implantación nacional y que hace pocos años gobernaba la mayoría de los estados del país y ahora podría conservar sólo uno de ellos hacia 2024. Aunque, más allá de que sus palabras tengan o no un costo electoral, ayudan a comprender las razones detrás de la violencia contra los periodistas. 

 
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Sea o no una grabación editada —como él defiende—, lo cierto es que voces como la suya o de quienes la confeccionaron descubren las atmósferas de violencia permanente y sistemática que mata o silencia periodistas, aunque no sólo a ellos. También envuelven a cualquiera que incomode a algún poder formal o de facto, como sucede con defensores de derechos humanos o abogadas que denuncian violencia política, como la recién ejecutada Cecilia Monzón, en Puebla, y el asesinato del activista Humberto Valdovinos, en Oaxaca, sólo en la última semana. 

Casos así se suelen echar, sin investigarse, a la bolsa negra de vendettas del narco, lo que resulta muy conveniente para alejar la responsabilidad del mundo de la política. Sin embargo, ¿cuál es la responsabilidad de desprestigiar periodistas desde Palacio Nacional o de la visión de Moreno sobre la prensa en la generación de ambientes en que sucumben los derechos? 

 La estigmatización de informadores o el desprecio que muestran las palabras del dirigente priista son ataques indirectos a la libertad de expresión y, por tanto, a la democracia del país. 

El riesgo para las libertades es que, frente a esta clase de violencias, el poder público oscila entre espectador y protagonista de la tragedia, como Sansores, que ve una oportunidad para la venganza por su voto contra la reforma eléctrica o exhibirlo sin mirar las consecuencias para los periodistas. 

Podría haberlo denunciado en el MP, no lo hizo. Tampoco los líderes del frente que acompañan al PRI en la oposición, cuyo silencio se traduce en permisividad a la violencia. Todo esto muestra una mutación perversa y peligrosa de la corrupción dentro del Estado justificada en campañas de la polarización. 

La creación de atmósferas de amenaza y los “maletines” para acallar personas incómodas o extorsionar empresarios forman parte de comportamientos mafiosos que no se pueden desligar de la sangre, las balas y los silencios que rodean esta tragedia. Por ello, no parece gratuito o coincidencia que la democracia mexicana se haya convertido en uno de los terrenos más mortíferos para la prensa, que vive a ritmo de fuego por la acción de poderes informales y formales. La condena a los ambientes tóxicos y contaminados de los discursos públicos contra la prensa se multiplican desde otros gobiernos y organismos internacionales como un “foco rojo” para la democracia. Su estigmatización resta deliberadamente relevancia a su rol en la democracia. Un gobierno tras otro arrastra la cifra negra de crímenes contra periodistas, pero sin reparar en el costo de su desvalorización. Desde que asumió López Obrador suman 30 en la lista de comunicadores ultimados por balas anónimas, de las que nunca se descubre el gatillo del que salieron. 

Como dijo, tras los últimos dos asesinatos en Veracruz, el relator especial de la CIDH para la libertad de expresión, Pedro Vaca Villarreal, “por convicción —o reputación— NO se puede tolerar que una democracia conviva con una carnicería de periodistas”. Y eso pasa, entre otras cosas, por no impedir que palabras como las de Moreno o discursos públicos contra la prensa se normalicen en el debate público y los crímenes se desechen en la bolsa de la violencia general del país. Porque uno de los derechos imprescindibles para recuperar la paz es, precisamente, proteger de las mafias la libertad de expresión, dentro y fuera del poder. 

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