Misma reacción. La inercia institucional es una pandemia cuya única vacuna es la acción. Y lo mismo ocurre en México como cualquier otro país del mundo, Estados Unidos, por ejemplo. La masacre en Columbine, en la primaria Sandy Hook, en el Virginia Tech, en la secundaria Red Lake o en la Marjory Stonemen Douglas, que, en total, suman casi un centenar de víctimas, entre familiares, estudiantes y maestros, valieron la misma respuesta que hemos escuchado en las últimas horas tras la masacre en la primaria Robb, en Texas: “Es tiempo de actuar, es hora de decir a los que obstruyen, retrasan o bloquean leyes de sentido común: no olvidaremos...”, afirmó Joe Biden la noche del martes, hora después confirmó que “pronto” visitará la comunidad de Uvalde para expresar sus condolencias a las familias de los 19 pequeños y dos maestras que se suman a esa larga, larguísima lista de víctimas de tiroteos masivos que se registran año con año en Estados Unidos. Kamala Harris, la vicepresidenta se expresó en la misma línea: “Ya basta, tenemos que tener la valentía de tomar medidas”.
Salvador Ramos, el perpetrador de éste último ataque, utilizó una pistola y un rifle de asalto semiautomático adquiridos de forma legal. Desde septiembre pasado, en Texas entró en vigor una ley que permite a sus ciudadanos portar armas en público, sin ser necesario un permiso o una capacitación. Algo similar ocurre en otros estados también gobernados por los republicanos, como Iowa, Tennessee, Montana, Utah y Wyoming. Sin embargo, apenas hace casi dos semanas, el tiroteo en un supermercado en Búfalo, Nueva York, subraya que no se trata de un partido, sino de justamente esa inercia que ha convertido este asunto de seguridad en EU en eterno loop: el ataque, las condenas, el pésame, el debate en el Congreso, en redes, los discursos y las promesas y nada pasa hasta que, otra vez, una persona abre fuego en una escuela, una casa o cualquier otro sitio público.
En lo que va del año, en Texas se han perpetrado 21 tiroteos masivos. Un reflejo de lo que ocurre en todo el territorio estadunidense, que en total ha reportado 213 ataques y 247 víctimas sólo este 2022. Casi la mitad de las armas registradas en el mundo están en Estados Unidos, gracias a la segunda enmienda que asegura esta portación desde el siglo XVIII.
Al mediodía de ayer, el aspirante demócrata a la gubernatura de Texas, Beto O’Rourke, irrumpió en la conferencia que daba su rival, el actual mandatario estatal, Greg Abbott: “¡No haces nada!”, espetó para después hablar de sus propuestas con las que, dice, se evitarían masacres como la del martes, pero éstas van en la dirección de siempre: verificación de antecedentes universales y leyes de almacenamiento seguro, por mencionar algunas. Abbott, por su parte, prefirió hablar de la salud mental antes que del control de armas.
Y en esa inercia permanecerá Estados Unidos hasta que otro ataque llene los noticiarios y las primeras planas. Por lo pronto, Texas queda, además, como un territorio donde se “protege” la vida desde el primer latido del corazón y donde se compra un arma tan rápido como una Big Mac. Inercia y contradicción.