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Historia y Cultura

¿Seguridad nacional?

 

Yuriria SierraYuriria Sierra                                                                    Nudo gordiano
 

 

Los amparos fueron otorgados hace tres meses, definitivos y temporales, llegaron pese a las advertencias del gobierno de México de que nada frenaría los trabajos en el tramo 5 del Tren Maya, que va de Playa del Carmen a Tulum, una de las obras insignias de esta administración. Tras varios días de protesta de parte de activistas y descalificaciones que llegaron en respuesta desde Palacio Nacional, finalmente un juez encontró sentido en la solicitud de los grupos ambientalistas que apoyaron la causa de habitantes de la zona afectada: cuánta destrucción y riesgo traería para el ecosistema un proyecto para el que hubo siempre dudas sobre su viabilidad. El suelo cárstico en peligro, una de las pocas posibilidades frente al desabasto de agua con los días contados, porque a la Cuarta Transformación no hay nada que frene sus planes, menos cuando se trata de los que aseguran eventos e inauguraciones faraónicas.

Así pasaron varias semanas. Finalmente, de nuevo las alertas: regresaron los trabajadores y se encendió de nuevo la maquinaria en las obras del tramo 5. Protestas de activistas, silencio de las autoridades. Silencio que se rompió este lunes, a pregunta expresa a Javier May, director de Fonatur: “Es un tema de seguridad nacional, hubo una declaratoria del Consejo de Seguridad Nacional donde la obra es prioritaria y es un tema de seguridad nacional y está a cargo de la Secretaría de Gobernación y de Seguridad Pública…”, respondió. Ayer por la mañana, Andrés Manuel López Obrador confirmó ante las dudas sobre las razones del por qué una obra de infraestructura fue declarada como un asunto de seguridad nacional. Lejano a como se define en la Estrategia Nacional de Seguridad Pública y el Plan Nacional de Desarrollo, el Presidente justificó esta decisión más en dirección al panfleto y la descalificación: “Alguien hablaba del Tren Maya, ya que tocan el tema, ya se decidió que es un asunto de seguridad nacional. Y que no por los intereses de un grupo de corruptos y pseudoambientalistas vamos a detener una obra que es en beneficio del pueblo…”.

Y con esto, el gobierno de México busca zanjar el asunto y llevar a término esta obra. No podría perderse un eventazo como el que se organizó para inaugurar el AIFA, que sigue sin emprender el vuelo, o la refinería Dos Bocas, que sigue sin producir su primer barril de combustible.

 
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Qué fácil para López Obrador tomar estas decisiones en los temas que le interesan. En el portal del gobierno de México, definen a la seguridad nacional como “una condición indispensable para garantizar la integridad y la soberanía nacionales, libres de amenazas al Estado, en busca de construir una paz duradera y fructífera…”, incluso hacen referencia a la Ley de Seguridad Nacional, que en el Art. 3 define las acciones destinadas a mantener la integridad, estabilidad y permanencia del país: dar protección al país frente a riesgos y amenazas; preservar soberanía e independencia y defensa del territorio; mantener el orden constitucional, unidad de la federación e instituciones democráticas de gobierno; defender al país frente a otros Estados o sujetos de derecho internacional; y preservar el régimen democrático fundado en el desarrollo social, económico y político.

En éste último seguramente estará sustentada la declaratoria, aunque sin mayor detalle de parte de quienes se proclaman ejemplos de transparencia, es difícil confirmarlo. Sin embargo, en la misma definición que se hace de la seguridad nacional, se agrega: “Acciones destinadas de manera inmediata y directa a mantener la integridad, estabilidad y permanencia del Estado mexicano, tanto en su vertiente de seguridad interior como de defensa exterior, cuya preservación corresponde al Presidente de la República…”. Y con el país incendiado un día sí y el otro también, apenas el fin de semana se registraron 205 asesinatos, aquello de “no me digan que la ley es la ley” se pone en práctica otra vez. El Tren Maya sí es un tema que debe blindar el Estado, la inseguridad no

Los fantasmas de Caro Quintero

 
Jorge Fernández MenéndezJorge Fernández Menéndez                                                     Razones
 
  

No me imagino de qué manera podría negarse México a extraditar a Estados Unidos a Rafael Caro Quintero. Ayer un juez detuvo provisionalmente esa extradición, pero, ya en varias oportunidades anteriores, los abogados de quien fuera el jefe del Cártel de Guadalajara habían presentado solicitudes de amparo para evitar que se aprobara la solicitud de extradición y, en todos los casos, habían sido rechazadas. El argumento de que, como ya había sido juzgado por el caso Camarena en nuestro país, impedía que fuera procesado por el mismo caso en la Unión Americana, se topaba con el hecho de que Caro Quintero tiene abiertos ocho procesos diferentes en ese país, los últimos relacionados con su más reciente actividad al frente de lo que se ha dado en llamar el Cártel de Caborca.

Pero la decisión de extraditar o no a Caro Quintero será esencialmente política. En caso de ser extraditado, el responsable de la tortura y asesinato del agente de la DEA Enrique Camarena sería procesado en la misma Corte de Nueva York donde se juzgó a Joaquín El Chapo Guzmán y donde en octubre comenzará el proceso contra Genaro García Luna. Allí también se juzgó al hermano del presidente saliente de Honduras y ahí se juzgará al propio mandatario, Juan Orlando Hernández, acusados ambos de narcotráfico y de haber recibido sobornos del Cártel de Sinaloa. 

En el caso de Caro Quintero habría, desde el terreno político, tres grandes vertientes: primero y principal, la del caso Camarena y todo lo relacionado con el Irán-Contras, el mecanismo de intercambio de armas por cocaína, las primeras para aprovisionar a la contra nicaragüense desde Honduras, y la droga que enviaba como contraparte el Cártel de Medellín de Pablo Escobar, que el Cártel de Guadalajara recibía en Honduras de manos del intermediario, Juan Matta Ballesteros, y era trasladada a México, desde donde se traficaba a Estados Unidos, con el visto bueno de agencias de seguridad estadunidense.

En toda esta amplísima vertiente, pueden aparecer muchos nombres relacionados con la desaparecida Dirección Federal de Seguridad, pero en el terreno político, el más sensible sigue siendo el de Manuel Bartlett, entonces secretario de Gobernación, bajo cuyo mando estaba la DFS, y ahora director de la Comisión Federal de Seguridad. La DEA siempre ha querido sentar a declarar a Bartlett sobre el tema. En su versión de los hechos, Bartlett, junto con el general Arévalo Gardoqui y otros funcionarios, estuvo en la casa de Rubén Zuno Arce, cuñado del expresidente Echeverría, al mismo tiempo, en que era torturado Camarena. Hemos dicho muchas veces que esa tesis, la de la casa, es inverosímil, pero eso no quitará el tema de la agenda de la DEA. Más aún porque el único político en activo de esa época sería Bartlett.

El otro tema de esa vertiente es la del Ejército. En el secuestro y asesinato de Camarena, la DEA siempre ha insistido en la participación de mandos militares y, en particular, del entonces secretario de la Defensa, el general Juan Arévalo Gardoqui. Nunca se pudieron comprobar esas acusaciones e, incluso, el general, fallecido en 2000, fue defendido, en su momento, por los altos mandos del ejército estadunidense. Pero la distancia entre la DEA y el Ejército se ha mantenido desde entonces. De darse un juicio contra Caro Quintero en Nueva York, todos esos temas se reactivarán.

Hay otra vertiente que sería abordada: ¿cómo consiguió salir de la cárcel Caro Quintero en 2013? Su liberación sorprendió a todos, por lo menos eso se supone, porque un tribunal incomprensiblemente decidió que había fallas al debido proceso, porque Caro fue procesado en el ámbito federal y tendría que haber sido en el local, considerando el de Camarena un homicidio común, porque no tenía, al momento de ser asesinado, ningún cargo diplomático. Ordenada la liberación, en minutos se procesó la libertad de Caro Quintero, que salió por la puerta de Puente Grande sin que siquiera se enteraran las fuerzas federales. Sin duda, las complicidades para obtener esa liberación estarán a la orden del día.

Y la tercera vertiente es muy actual, y es la principal carta para obtener la extradición y pasa por las actividades de Caro Quintero en el llamado Cártel de Caborca, su enfrentamiento con Los Chapitos, incluso hechos relacionados con ese enfrentamiento como el asesinato de los integrantes de la familia LeBaron y, por supuesto, los mecanismos de protección que pudieran existir en el ámbito local o federal.

Todo eso estará sobre la mesa en un hipotético juicio a Caro Quintero en Estados Unidos. Claro, no siempre todo lo que está sobre la mesa llega a juicio. En el caso de El Chapo Guzmán, la agenda fue cuidadosamente recortada, con un pedido explícito de que no se abordara, por ejemplo, todo lo relacionado con el narcotráfico dentro de Estados Unidos. Mucho depende también de que el procesado, en este caso Caro Quintero, decida colaborar o no con las autoridades y de los testigos con los que se pueda contar. Lo cierto es que los fantasmas de los muertos de 1985 podrían resucitar 37 años después en una Corte de Nueva York.

El presidente que se alejó del Senado

 

Francisco GarfiasFrancisco Garfias                                                                  Arsenal
 
 
 

El desenlace de la batalla por la presidencia de la Mesa Directiva de la Cámara de Senadores será crucial para lo que se viene. El clima se anuncia caliente el año que entra. Va a ser el preámbulo del 2024. En ese cargo se requiere un hombre sereno, maduro, incluyente, que respete a la oposición. De por sí estamos polarizados, y esa división alcanzó ya a la bancada de Morena en la Cámara alta. Sólo dos integrantes de grupo mayoritario han levantado la mano para suceder a Olga Sánchez Cordero: Alejandro Armenta, delfín de Ricardo Monreal, y José Narro Céspedes, cobijado por el “ala dura” de la bancada.

Sabemos que no será el voto de los senadores de Morena el que decida quién se queda con la presidencia de la Mesa Directiva, sino el dedo del gran elector de ese partido. 

Las condiciones no son las mismas que cuando inició la Legislatura. Hoy los vientos favorecen a los radicales, que han ganado terreno con el Presidente. A los moderados, encabezados por el coordinador de la bancada de Morena, Ricardo Monreal, los mantienen a distancia de Palacio Nacional. 

* Del tema hablamos con el senador José Narro. Nos sorprendieron sus dichos. Asegura que las relaciones entre el Presidente y la bancada de Morena en el Senado están suspendidas en lo colectivo. Hace año y medio que López Obrador no recibe al grupo para evaluar lo avanzado en el terreno legislativo, al término de los periodos de sesiones. Hay también situaciones protocolarias a las que el Presidente tendría que asistir, pero no lo ha hecho. ¿Ejemplo? La entrega de la Medalla Belisario Domínguez, la máxima presea que otorga el Senado a un ciudadano distinguido. “Todo eso significa que hay un proceso de alejamiento”, concluye Narro.

* Lo primero que nos dice el legislador por Zacatecas, en la charla que sostuvimos en restaurante de Reforma, es que el Senado requiere una democratización. Explica: “Eso significa dar espacios a los senadores: lograr que la Cámara salga de la bola de cristal y vaya a territorio. Lo dijo el Presidente: menos oficina y más territorio”. Agrega: “La Mesa Directiva puede democratizar en el sentido de dar más juego a las comisiones: buscar que el Senado sea un espacio de debate, pero también de acuerdo político. Necesitamos elevar el tono de la discusión y bajarle a la reyerta, a los adjetivos. Aunque haya diferencias con el PRI, el PAN, el PRD y el MC, hay la coincidencia de sacar adelante al país”.

— ¿Reconoces el liderazgo de Ricardo Monreal?, preguntamos de bote pronto. 

— Monreal no ha dejado de ser un líder. Tiene todavía una parte importante del grupo. Ahorita él es el que coordina la fracción parlamentaria con audacia, inteligencia y oficio político, respondió.

— ¿Es el hombre que debe estar al frente de la Junta de Coordinación Política en 2023?, insistimos.

— Eso hay que preguntárselo a los senadores. No estoy metido en el tema de la Junta. En Morena nos interesa mantener la unidad y a Ricardo con nosotros. No debemos dar motivos o agraviar al que se quera salir. Debemos construir escenarios para mantener el proyecto unidos y construir en torno al Presidente.

* No se necesita un sesudo análisis para sostener que la declaración del Tren Maya como “obra de seguridad nacional” es una burla a los jueces, al Poder Judicial, a la Constitución, a los mexicanos. Suspender la construcción del tramo cinco (Cancún-Tulum) no es un riesgo o una amenaza para el país; tampoco atenta contra la soberanía, la independencia y la defensa del territorio. No altera el orden constitucional ni pone en peligro la unidad de la Federación. Mucho menos la estabilidad democrática. No cumple ningún supuesto de la Ley de Seguridad Nacional. Es una burda maniobra para evitar que los amparos se le atraviesen a un hombre que se siente la encarnación del pueblo mexicano y que, en su nombre, arrasa con bosques enteros, pasa por encima de vestigios arqueológicos, insulta y descalifica al que qué se le opone.

Un juez otorgó, en abril pasado, la suspensión definitiva de las obras en el tramo cinco. No le gustó al hombre de Palacio, que de inmediato calificó de “corruptos” a los integrantes de la organización Sélvame del Tren, a Greenpeace, y todo lo que huela a oposición a su tren de seguridad nacional. La obra se reanudó la semana pasada, a pesar de la citada suspensión definitiva. La decisión de no respetar el fallo del juez se apoyó en un decreto firmado por López Obrador que declara obras de seguridad nacional todos sus megaproyectos. 

Quedó claro el alcance de aquella declaración que refleja a López Obrador de cuerpo entero: “No me vengan con el cuento de que la ley es la ley…”.

Cuerpos de élite: venganzas y secrecía

 

Jorge Fernández MenéndezJorge Fernández Menéndez                                                 Razones
 
 

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Para mi madre, por sus maravillosos 91 años,
con todo lo que aún falta por venir.

 

La muerte de 14 integrantes de las fuerzas especiales de la Marina Armada de México, que habían participado en la detención de Rafael Caro Quintero, el viernes pasado, al caer su helicóptero Black Hawk a poco de aterrizar en Los Mochis, oscureció la detención más importante realizada durante esta administración y provocó fuertes suspicacias en torno a la verdadera causa de esa tragedia.

Hemos estado, no hace demasiado, en las instalaciones de las fuerzas especiales de Marina, y convivimos con hombres y mujeres ejemplares, con un altísimo entrenamiento, tomado dentro y fuera del país y que han exhibido un notable grado de eficiencia. Es una tragedia haberlos perdido.

Durante esta administración, por una decisión equivocada, en la forma y en el fondo, el presidente López Obrador había prescindido de la utilización de esas fuerzas especiales y de este tipo de operativos, sobre todo después de aquel realizado en Tepic, en 2018, donde murieron en un durísimo enfrentamiento, en el que se utilizó un Black Hawk artillado, similar al que cayó en Los Mochis. En aquel momento, el todavía candidato López Obrador habló de una masacre y dijo, lo que era falso, que habían muerto hasta niños. No fue así, el golpe había acabado con la resistencia de un grupo que estaba atacando a los elementos que fueron a detenerlos y ponían su vida, y la de la población, en riesgo.

Cuando inició esta administración, lo cierto es que la posición del presidente López Obrador sobre las Fuerzas Armadas cambió radicalmente, dio, para bien y hasta con excesos, un giro de 180 grados. Pero no se volvió a utilizar a aquel grupo de élite que, además, se había caracterizado por recibir, tanto en el gobierno de Calderón como en el de Peña Nieto, información muy delicada de los organismos de inteligencia y antidrogas de Estados Unidos. Muchos de sus miembros habían sido, además, entrenados por los navy sails estadunidenses. Como hemos dicho, quizás uno de los capítulos más notables de la detención de Caro Quintero es que se haya vuelto a utilizar a estos cuerpos especiales y me imagino que, con ellos, se compartió también la inteligencia que ayudó a dar ese golpe.

 
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Llamó profundamente la atención que el presidente López Obrador no haya ido al homenaje que se realizó a esos 14 notables elementos de la Marina Armada de México. Su lugar era estar ahí, ese día, con ellos y con los suyos. Haya sido un accidente o no la causa de su muerte, cayeron en el cumplimiento del deber. El gobierno federal, incluyendo la Secretaría de Marina, asegura que la caída del helicóptero de combate se debió a un accidente, no a un ataque. Ojalá que haya una pronta y creíble investigación al respecto.

También llamó a sospecha que el homenaje haya sido privado y que no hayan divulgado nombres. Pero eso tiene una razón, aunque tampoco se haya explicado correctamente. En diciembre de 2009, fue abatido por estos mismos equipos especiales de la Marina, en Cuernavaca, luego de un durísimo enfrentamiento, el jefe del cártel de los hermanos Beltrán Leyva, Arturo. En aquella verdadera batalla (pudimos estar en el lugar apenas unas horas después de la misma) murió un elemento de ese cuerpo especial, Melquisedec Angulo Córdova. Unos días después, Melquisedec fue velado por su familia en Tabasco. La madrugada del 22 de diciembre, un comando formado por varios sicarios, tomó la vivienda donde el marino acababa de ser velado y mató a toda su familia.

Fue la primera vez que se tomaba una represalia de esas características en contra de la familia de un servidor público muerto en servicio. Los responsables de esos crímenes fueron sicarios contratados y el crimen fue ordenado por mandos locales de la organización de Los Zetas, aliada entonces a los Beltrán Leyva. Los sicarios confesaron que, por cometer ese crimen, habían cobrado apenas 12 mil pesos.

Esa historia explica el homenaje privado y la secrecía respecto a los nombres, y no demerita en lo más mínimo el reconocimiento recibido. Lo único incomprensible es por qué no estuvo allí su comandante en jefe, el Presidente de la República.

Debanhi

Debanhi tuvo su tercera autopsia y se confirmó que fue asesinada, que murió asfixiada artificialmente, pero que eso ocurrió entre siete y nueve días después de su desaparición, unos días antes de que se descubrieran sus restos, lo que hace más sospechosa aún la actuación de las autoridades de Nuevo León en la búsqueda, el hallazgo del cuerpo y el resultado de las dos primeras autopsias.

La suma de inconsistencias en toda esta investigación es inexplicable, y si los padres de Debanhi no hubieran insistido tanto en ahondar en ella, su caso hubiera quedado como uno más de los innumerables feminicidios que se viven cada día en el país.

La pregunta es ¿qué sucedió?, ¿dónde estuvo Debanhi durante esa semana entre la fecha en que desapareció?, luego de que fue abandonada en una carretera frente al hotel donde aparecieron 15 días después sus restos, y la fecha de su muerte. ¿Quién la retuvo?, ¿quién la mató?, ¿a quién se está protegiendo?

PD: nos tomaremos unos días de vacaciones, estas Razones estarán de regreso el lunes 1 de agosto próximo.

¿Cambio de rumbo en seguridad?

 

Armando Ríos PiterArmando Ríos Piter
 
 
 

Por una #SociedadHorizontal 

 En fechas recientes, la administración de López Obrador ha sido blanco de duras críticas. La incapacidad para disminuir las cifras de homicidios dolosos y el creciente número de extorsiones en amplias zonas del país incrementaron la exigencia por modificar la estrategia de seguridad. Los señalamientos arreciaron desde varios frentes: ministros de culto, militares en retiro y las propias autoridades estadunidenses. 

 Según el Comando Norte de Estados Unidos, entre el 30 y 35% del territorio mexicano es controlado por grupos delictivos. Es probable que en los entretelones del encuentro Biden-Obrador haya estado presente la solicitud al gobierno mexicano de presionar más a los grupos criminales. Tras la reunión en Washington, es necesario preguntarnos: ¿habrá cambios radicales en la actual estrategia?, ¿o recurrirá la administración mexicana a la vieja práctica de realizar acciones espectaculares que encubran la realidad cotidiana? 

Por lo pronto, después de sendas críticas por la inacción gubernamental, llamó la atención el inusitado incremento de “acciones contundentes” contra el crimen organizado de las últimas semanas. Previo a la reunión de mandatarios, se dio amplia publicidad a la detención realizada en Caborca, Sonora, de una célula criminal que operaba para los hijos del Chapo Guzmán. También se anunció la “mayor incautación en la historia de fentanilo”, con más de media tonelada en un almacén de Culiacán. Por último, gran sorpresa causó la detención de Rafael Caro Quintero en San Simón, Sinaloa, uno de los 10 hombres más buscados por el FBI, acusado de tráfico de metanfetaminas, heroína, cocaína y mariguana. 

 La dinámica que durante décadas imperó en el viejo régimen político fue la de realizar “operativos periódicos”, que daban la sensación de que se actuaba contra el narcotráfico, aunque, en realidad, había un acuerdo de convivencia con las autoridades. 

Lo que fue rumor durante muchos años —incluso novelado en fechas recientes por Netflix— era que varios aseguramientos y detenciones se hacían con “cierta regularidad”, lo que buscaba generar la percepción social de que se combatía este flagelo. 

Sirva señalar que acusaciones de esta naturaleza pesan hoy sobre Genaro García Luna, en el juicio que se le sigue en Nueva York. 

 La llegada al poder de la administración de López Obrador significó cambios importantes en las dinámicas para lidiar contra el narcotráfico. Desde una nueva forma de coordinarse con organismos estadunidenses como la DEA, evitar la detención de grandes capos como una prioridad y atender “las causas que generan la violencia”. 

 Enmarcado en el ya conocido “abrazos, no balazos”, el gobierno disminuyó la frecuencia, espectacularidad y difusión que se daba al combate al tráfico de drogas. No obstante, el desbordamiento de muertes por uso de drogas sintéticas en Estados Unidos —105 mil en 2021— ha generado una mayor atención al fenómeno en nuestro país. A esto habría que añadir la realización de hechos de altísimo impacto, tales como el asesinato de dos sacerdotes jesuitas en la sierra Tarahumara, que se suman a los más de 2,500 homicidios dolosos que mensualmente ocurren en el país. 

Sirvan estas consideraciones, pues el incremento de “golpes al narco” en torno a la gira de Washington nos permite prever tres posibles escenarios: 1) Se ha acordado con Estados Unidos una nueva dinámica para ir a fondo contra los cárteles de la droga; 2) Se ha decidido cambiar la estrategia a partir de los malos resultados; 3) Se ha echado mano de la vieja práctica de realizar acciones espectaculares para encubrir un acuerdo de convivencia. En cualquier caso, frente al desbordamiento del problema, el gobierno se ha visto forzado a modificar la dinámica prevaleciente. 

 

 Aún no sabemos qué hablaron en privado los presidentes de ambos países. El comunicado oficial reafirmó el compromiso de trabajar juntos para atender el problema del “fentanilo, el tráfico de armas y el contrabando de personas, así como para reducir los niveles de abuso de drogas y adicción”. 

La #SociedadHorizontal deberá estar atenta y exigente a que el grupo de trabajo operativo entre Estados Unidos y México, formado “para interrumpir el flujo de fentanilo hacia nuestros países”, defina objetivos contundentes. No podemos conformarnos con la incautación esporádica de cargamentos o la detención de algunas células para “quedar bien en una reunión binacional”. Se necesita acabar con la corrupción política prevaleciente y el lavado de dinero que tanto daño causan a ambas naciones

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