La detención de Rafael Caro Quintero es, sin duda, el golpe más importante dado en este sexenio contra los grupos del crimen organizado, pero es también una bomba de profundidad en las relaciones entre México y Estados Unidos.
Caro Quintero hoy no es uno de los más importantes narcotraficantes del país, aunque su presencia en Sonora, parte de Sinaloa y Chihuahua, es evidente, tanto como su enfrentamiento con el grupo de los hijos del Chapo Guzmán, pero no hay personaje alguno que concentre más las obsesiones, las sospechas y el deseo de justicia de la DEA, que el antiguo jefe del cártel de Guadalajara.
Detrás de todo esto está, por supuesto, el asesinato en 1985 del agente de la DEA Enrique Camarena y de su piloto mexicano Alfredo Zavala, por el cártel de Guadalajara.
El cártel de Guadalajara nació entre fines de los 70 y principios de los 80. Lo creó Miguel Ángel Félix Gallardo, que había sido jefe de custodias y operador del gobernador de Sinaloa, Leopoldo Sánchez Celis, con quien comenzó a incursionar en el narcotráfico con alianzas con fuerzas de seguridad, locales y federales, pero, sobre todo, con la entonces todopoderosa Dirección Federal de Seguridad.
Los dos principales operadores de Félix Gallardo eran Rafael Caro Quintero y Ernesto Fonseca Carrillo. El cártel de Guadalajara se convirtió en una organización nacional y la primera que mantuvo una sociedad con el cártel de Medellín, el de Pablo Escobar: nacía el tráfico de cocaína y ellos fueron, en México, los primeros grandes beneficiarios.
Pero esa relación fue mucho más allá. Ese cártel fue parte esencial de la trama del llamado Irán-Contras, mediante el cual se aprovisionó de armas a la contra-nicaraguense, que operaba desde Honduras (y se entrenó a sus elementos), a cambio de que se les autorizara ingresar cocaína a Estados Unidos desde México.
Esa trama habría estado detrás de dos asesinatos notables: el del periodista Manuel Buendía y el de Camarena. El de Buendía fue organizado desde la extinta Dirección Federal de Seguridad, que estaba en el centro de esos acuerdos con agencias estadunidenses y era, a su vez, la instancia de contacto con el cártel de Guadalajara.
El secuestro, tortura y asesinato de Camarena y Zavala, en febrero de 1985, se dio porque presuntamente Camarena, como también Buendía, descubrió esa trama. No se sabe si Félix Gallardo ordenó el secuestro, pero quienes sí lo organizaron y estuvieron en el interrogatorio brutal de Camarena fueron Caro Quintero y Fonseca. Ellos fueron detenidos en 1985, Caro fue liberado sospechosamente en 2013.
Según investigaciones de fuentes de la propia DEA, en la tortura de Camarena participó un muy conocido operador de la CIA, Félix Rodríguez. Desde entonces, la DEA (que nunca presentó una denuncia contra Rodríguez u otra agencia de su país) acusó que participaron de esa decisión distintos funcionarios del gobierno mexicano, sobre todo el entonces secretario de la Defensa, general Juan Arévalo Gardoqui, y el secretario de Gobernación, Manuel Bartlett. Incluso dicen que el mismo día del secuestro de Camarena, en la misma casa donde éste era torturado (una casa, eso está comprobado, propiedad de Rubén Zuno Arce, cuñado del expresidente Luis Echeverría, detenido en EU y fallecido después de 23 años de cárcel en 2012), ésos y otros funcionarios federales discutían, en esa misma casa, el destino de Camarena y el futuro del acuerdo con los jefes del narco.
La trama Irán-Contras con la CIA, el narcotráfico y funcionarios mexicanos (supuestamente de la DFS) es real, está comprobada, pero esos encuentros entre políticos y narcos en la misma casa en que era torturado Camarena resultan inverosímiles. ¿Para qué reunir en una casa a narcos con funcionarios, prominentes políticos y militares?, ¿se hubieran podido reunir sin que nadie lo percibiera en una Guadalajara que estaba copada de periodistas y servicios de seguridad de México y EU? Eso no tiene sentido.
Desde entonces, uno de los objetivos de la DEA ha sido los asesinos materiales de Camarena, todos ya detenidos o abatidos, menos Caro Quintero, y los que considera intelectuales, incluyendo al general Arévalo Gardoqui, fallecido en 2000, y otros, entre ellos, Manuel Bartlett, quizás el único de primer nivel que todavía está en activo.
Al llegar Carlos Salinas y George Bush a la Presidencia, la relación, que había sido catastrófica entre De la Madrid y Reagan, se estabilizó notablemente y no se volvió a hablar del caso, hasta que fue detenido Rubén Zuno Arce, cuñado de Luis Echeverría, en California, y en México se secuestró al doctor Álvarez Machaín, acusado de ser el médico que atendió a Camarena para que siguiera con vida durante la tortura.
Durante los 28 años que Caro Quintero estuvo preso, entre 1985 y 2013, la DEA siempre reclamó su extradición, que siempre se denegó porque, extraoficialmente, se consideraba que su proceso terminaría en forma inevitable con un escándalo político con repercusiones en ambos lados de la frontera.
No veo cómo, luego de su detención, el viernes, en esta ocasión se pueda negar la extradición de Caro Quintero a la Unión Americana. Negarlo convertiría un triunfo en una derrota controversial. La gran pregunta es qué pasará con un juicio de esas características, hasta dónde llegará la justicia, pero también su utilización política, que puede ser notable y con repercusiones para los dos gobiernos, que llegan hasta el día de hoy.