Para mi madre, por sus maravillosos 91 años,
con todo lo que aún falta por venir.
La muerte de 14 integrantes de las fuerzas especiales de la Marina Armada de México, que habían participado en la detención de Rafael Caro Quintero, el viernes pasado, al caer su helicóptero Black Hawk a poco de aterrizar en Los Mochis, oscureció la detención más importante realizada durante esta administración y provocó fuertes suspicacias en torno a la verdadera causa de esa tragedia.
Hemos estado, no hace demasiado, en las instalaciones de las fuerzas especiales de Marina, y convivimos con hombres y mujeres ejemplares, con un altísimo entrenamiento, tomado dentro y fuera del país y que han exhibido un notable grado de eficiencia. Es una tragedia haberlos perdido.
Durante esta administración, por una decisión equivocada, en la forma y en el fondo, el presidente López Obrador había prescindido de la utilización de esas fuerzas especiales y de este tipo de operativos, sobre todo después de aquel realizado en Tepic, en 2018, donde murieron en un durísimo enfrentamiento, en el que se utilizó un Black Hawk artillado, similar al que cayó en Los Mochis. En aquel momento, el todavía candidato López Obrador habló de una masacre y dijo, lo que era falso, que habían muerto hasta niños. No fue así, el golpe había acabado con la resistencia de un grupo que estaba atacando a los elementos que fueron a detenerlos y ponían su vida, y la de la población, en riesgo.
Cuando inició esta administración, lo cierto es que la posición del presidente López Obrador sobre las Fuerzas Armadas cambió radicalmente, dio, para bien y hasta con excesos, un giro de 180 grados. Pero no se volvió a utilizar a aquel grupo de élite que, además, se había caracterizado por recibir, tanto en el gobierno de Calderón como en el de Peña Nieto, información muy delicada de los organismos de inteligencia y antidrogas de Estados Unidos. Muchos de sus miembros habían sido, además, entrenados por los navy sails estadunidenses. Como hemos dicho, quizás uno de los capítulos más notables de la detención de Caro Quintero es que se haya vuelto a utilizar a estos cuerpos especiales y me imagino que, con ellos, se compartió también la inteligencia que ayudó a dar ese golpe.
Llamó profundamente la atención que el presidente López Obrador no haya ido al homenaje que se realizó a esos 14 notables elementos de la Marina Armada de México. Su lugar era estar ahí, ese día, con ellos y con los suyos. Haya sido un accidente o no la causa de su muerte, cayeron en el cumplimiento del deber. El gobierno federal, incluyendo la Secretaría de Marina, asegura que la caída del helicóptero de combate se debió a un accidente, no a un ataque. Ojalá que haya una pronta y creíble investigación al respecto.
También llamó a sospecha que el homenaje haya sido privado y que no hayan divulgado nombres. Pero eso tiene una razón, aunque tampoco se haya explicado correctamente. En diciembre de 2009, fue abatido por estos mismos equipos especiales de la Marina, en Cuernavaca, luego de un durísimo enfrentamiento, el jefe del cártel de los hermanos Beltrán Leyva, Arturo. En aquella verdadera batalla (pudimos estar en el lugar apenas unas horas después de la misma) murió un elemento de ese cuerpo especial, Melquisedec Angulo Córdova. Unos días después, Melquisedec fue velado por su familia en Tabasco. La madrugada del 22 de diciembre, un comando formado por varios sicarios, tomó la vivienda donde el marino acababa de ser velado y mató a toda su familia.
Fue la primera vez que se tomaba una represalia de esas características en contra de la familia de un servidor público muerto en servicio. Los responsables de esos crímenes fueron sicarios contratados y el crimen fue ordenado por mandos locales de la organización de Los Zetas, aliada entonces a los Beltrán Leyva. Los sicarios confesaron que, por cometer ese crimen, habían cobrado apenas 12 mil pesos.
Esa historia explica el homenaje privado y la secrecía respecto a los nombres, y no demerita en lo más mínimo el reconocimiento recibido. Lo único incomprensible es por qué no estuvo allí su comandante en jefe, el Presidente de la República.
Debanhi
Debanhi tuvo su tercera autopsia y se confirmó que fue asesinada, que murió asfixiada artificialmente, pero que eso ocurrió entre siete y nueve días después de su desaparición, unos días antes de que se descubrieran sus restos, lo que hace más sospechosa aún la actuación de las autoridades de Nuevo León en la búsqueda, el hallazgo del cuerpo y el resultado de las dos primeras autopsias.