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Historia y Cultura

Y los ciudadanos… lo saben, lo saben

 

 

 
 
Vianey EsquincaVianey Esquinca     
 
La inmaculada percepción
 

 

 

En las últimas semanas, el país ha observado en vivo y a todo color el comportamiento cínico de políticos y servidores públicos: la forma en que se arrodilla a los adversarios, la red de complicidades que se tejen, la corrupción, el nepotismo donde es más importante la lealtad que la capacidad o la conducta porril que se llega a tener en el Congreso. Esto siempre ha sucedido, pero gracias a las redes sociales y a la rapidez con que se mueve la información es más fácil tener acceso a esas prácticas.

Los políticos apuestan por el olvido, piensan que a la gente realmente no le importa los asuntos públicos del país o que difícilmente alguien puede identificar que Alejandro, Alito, Moreno, líder del PRI, o Miguel Ángel Mancera cambiaron el sentido de su voto a cambio de que no los metieran a la cárcel.

Sin embargo, están subestimando a la población, parece que no han aprendido nada. El viernes se presentó la Encuesta Nacional de Cultura Cívica 2020 organizada por el INE, el INEGI y en la que tuvo participación del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD).

Seguramente, el presidente Andrés Manuel López Obrador piensa que la gente siempre aplaudirá que se persiga a los enemigos utilizando las instituciones, porque, al fin y al cabo, son unos corruptos. Sin embargo, de acuerdo con la encuesta la gente sabe que las leyes se respetan en el país poco (44%) o nada (17%).

El confiado mandatario debe considerar que toda la gente le cree el cuento de que ya se acabó la corrupción en su gobierno, porque saca su pañuelito blanco en sus mañaneras. Sin embargo, de acuerdo con este informe, para la gente el problema más apremiante sigue siendo la corrupción (55%), incluso casi el 60% de las personas encuestadas dijo que la corrupción ha aumentado o se ha mantenido igual de alta. Otros problemas que le preocupan a la población son la pobreza (53%), después la inseguridad y la delincuencia (50%), el desempleo (50%) y el mal desempeño gubernamental (25%).

 

Si los legisladores de todos los partidos pensaban que la gente no se daba cuenta de que, a la hora de legislar y elaborar las leyes, todo era más importante que el interés de la Nación, estaban en un error. Sólo el 16% piensa que las y los diputados toman en cuenta los intereses de la población contra el 33.4%, que opina que los motiva los intereses de sus partidos, el 30.4% sus propios intereses y 11.9% los del Presidente.

La gente no se siente representada ni por los partidos políticos ni por legisladores. El 50.7% está muy o algo de acuerdo en que los partidos políticos no sirven para nada, prácticamente son un mal necesario. Sólo el 2.6% les tiene mucha confianza a los diputados locales y el 2.7%, a senadores y diputados federales. Cifras que seguramente no le quitan el sueño a ningún “representante popular”.

Es en este escenario de desconfianza en donde las opciones ciudadanas deberían tener más cabida. Hay esfuerzos que han ido surgiendo como es el caso de la plataforma Aúna, que impulsa nuevas representaciones políticas con liderazgos de mujeres. Este esfuerzo, además, articula redes ciudadanas y agenda de reformas progresistas, ésas que los partidos no quieren discutir.

Sin embargo, todavía falta ese proyecto ciudadano que realmente entusiasme y concilie. Si se llama Sí por México, Unid@s o Frente Cívico Nacional es lo de menos, lo importante es que realmente muevan a la gente y a los políticos, pero sobre todo que resistan los ataques desde el poder, que no sucumban ante grillas internas o que no se contaminen por los intereses de los partidos políticos. Y, por si fuera poco, deben terminar de construirse ya, con una agenda clara, porque Morena ya se vio ganando las elecciones.

Inflación, el mayor enemigo de la 4T

 
 

 

José Buendía HegewischJosé Buendía Hegewisch
 
Número cero
 

 

La inflación minó como un asesino silencioso al viejo régimen autoritario hasta caer en el 2000. Por eso, su presencia otra vez en la economía quita el sueño al presidente López Obrador más que la oposición política, de la que se burla con el encarte de sus presidenciables como si jugara quinielas. Pero no, a la carestía la respeta por conocer su fuerza para socavar popularidades sin distingo de izquierda o derecha cuando se aproxima el momento más difícil para la continuidad de su proyecto.

Contra la inflación no ha tenido éxito, a pesar de sus planes por detenerla desde mayo pasado. Su preocupación puede verse en el gasto equivalente al 1.4% del PIB en subsidios a la gasolina para impedir que llegue a dos dígitos. Pero el aumento desordenado de precios no se deja domar y arrasa con la canasta básicas para los más pobres convirtiéndose así en uno de sus mayores problemas políticos, de cara a las elecciones presidenciales de 2024.

La carestía viene de afuera por interrupciones en cadenas de suministro en la pandemia y tensiones geopolíticas por Ucrania, pero su combate es interno. Tiene, pues, motivo de preocupación porque las medidas han sido ineficaces para pararla, como en los años 80 cuando desató el conflicto entre nacionalistas y tecnócratas dentro del PRI. Los acuerdos con empresarios y productores de alimentos han resultado el talón de Aquiles de sus planes antiinflación. Su respuesta ha sido similar al anuncio de inversiones millonarias de la IP en infraestructura sin materializarse a lo largo del sexenio. En ambos casos se trasluce falta de capacidad para lograr pactos sin amagos de control de precios y acusaciones de provocar el aumento en la tortilla, por ejemplo, con Maseca.

El gobierno confunde con frecuencia el consenso con el control político. Ante la falta de resultados, paradójicamente, ha adoptado medidas neoliberales como reducir las cargas fiscales y burocráticas con una licencia única para la importación de alimentos, bajo el compromiso de bajar un 8% el precio de la canasta básica. Así como mantener subsidios a la gasolina, que han servido para contener unos dos puntos de la inflación, aunque sin evitar llegar a su mayor nivel en dos décadas al situarse en 8.70%.

Los escasos resultados se evidencian no sólo en la carestía, sino en las políticas públicas. Por ejemplo, las crecientes presiones salariales y el descontento de miles de jóvenes sin poder rentar vivienda por los altos precios. El BdeM ha amortiguado la escalada con una rápida subida de tasas, pero la pregunta es: hasta donde topará la política monetaria sin desestabilizar las finanzas públicas. La receta no es distinta a otros bancos centrales, aunque reducirá aún más el crecimiento a casi la mitad del pronóstico en 2023, y sin claridad de alcanzar su techo. Esta semana vuelve el subsidio completo a la gasolina ante niveles de inflación que no se veían desde hace 20 años.

 

Las raíces de la inflación –como sabe el Presidente— tocan profundamente la estructura social y el conflicto político. La política de austeridad “franciscana” en el sector público y la pandemia dejaron un desajuste productivo y desabasto, incluso en productos básicos como las medicinas. ¿Qué significa? Que el viejo asesino silencioso anda suelto y sus efectos no parecen transitorios. En los últimos cinco meses, más de 52 millones de mexicanos en pobreza laboral no pueden adquirir la canasta básica, lo que amenaza con borrar los aumentos salariales para restituir el poder adquisitivo en el sexenio.

El combate a la inflación requiere coordinación y cooperación de las políticas públicas. Las consecuencias políticas potenciales de la inflación es que aumenta el descontento social y quedan las arcas públicas vacías, con un déficit público que se agrava por condiciones financieras mundiales más restrictivas que ponen a muchos en Latinoamérica al filo de un choque de deuda.

 

El gobierno, hasta ahora, ha evitado endeudarse para mantener la confianza de los capitales, al costo de una débil actividad económica. Ahora abre la puerta para contratarla en 2023, en la antesala del año electoral, a pesar de la salida de capitales de los mercados emergentes y el aumento en el costo del endeudamiento. El cuadro económico se le descompone a la 4T y se convierte en mayor peligro que la oposición política para la continuidad de su proyecto en 2024.

El sistema del cash en la política

 

José Buendía HegewischJosé Buendía Hegewisch                 
 
Número cero
 
 
La expectativa publicitaria de que El Rey del Cash asestaría un golpe contundente a López Obrador se diluyó en el follaje del testimonio anecdótico contra un grupo y no hacia una práctica institucionalizada. La idea de descubrir su forma de financiarse para llegar al poder es querer ver un árbol sin ramas y hojas, que son las que conforman las redes de ingresos irregulares en todos los partidos. La obra se pierde en el ataque político particular frente a un problema mucho mayor: un modelo de operación del dinero en la política que goza de cabal salud.

Las bolsas millonarias de dinero público en el sistema de partidos acabaron por crear una total dependencia del erario para hacer política. Las prerrogativas reforma tras reforma no han hecho, sino crecer en la Federación y en estados, además de que ninguna ha detenido viejas prácticas de desviación de recursos públicos a la política y la expansión de nuevas ramas de negocio con los privados legales e ilegales. Hoy, como saben bien las autoridades electorales, el presidente de un partido es el CEO de una gran empresa, en muchos sentidos, fuera de su capacidad para regularlo.

El modelo de financiamiento público fue un consenso de la democratización para que hubiera equidad en la competencia electoral y evitar el dinero ilegal en las campañas, pero ya nadie duda que se les pasó la mano. Pero aun, la dependencia se convirtió en un incentivo perverso que alimenta partidos voraces que, además, llenan sus arcas con los moches de sus cargos públicos, maletines de dinero y los sobres amarillos sin remitente. ¿Puede haber pruebas?, como reclamó López Obrador a la autora del libro, expareja de uno de los hombres más cercanos en la oposición. Sí, paradójicamente, hay ejemplos públicos de maletines en el PAN, ligas en el PRD y sobres en Morena.

¿Quién es, pues, el rey del cash? La dependencia de los partidos es un estado permanente de necesidad de flujos financieros para sus actividades políticas cotidianas, que terminó por debilitar al sistema como vimos en el voto de castigo contra sus dirigencias, élites o los CEOs en la pasada elección presidencial. El modelo de operación, sin embargo, no cambió en 2018. Por el contrario, el dinero corre igual que antes como enseñan las campañas anticipadas de las tres corcholatas favoritas de Morena para gestionar su visibilidad pública. Lo mismo que en denuncias de los sobres de Pío López Obrador o las averiguaciones sobre el diezmo de Delfina Gómez en Texcoco para financiar la campaña en el Edomex con contribuciones de funcionarios municipales, que la autoridad electoral no pudo realmente sancionar.

En un caso, el TEPJF rechazó responsabilizar a Gómez del diezmo del 10% del salario a 500 trabajadores municipales de Texcoco cuando era alcaldesa porque no pudieron acreditar que los recursos contribuyeran a su campaña en el Edomex. La fiscalización alcanzó para sancionar a Morena por no reportar 2.2 millones de gastos de campaña, pero ni rastro del dinero en efectivo de los descuentos, aunque corroboró la investigación del INE que implicaba a Gómez, y dio carpetazo para cerrarlo.

 

Las limitantes de la fiscalización para seguir la ruta del cash y la impunidad de su manejo en las campañas debilitan también a las instituciones electorales, que con frecuencia se desisten de sancionar las denuncias de financiamiento irregular bajo la presión de los mismos partidos, un boomerang contra ellas mismas. Incluido el Presidente, como mostró la carga contra el TEPJF y el INE en la investigación de su hermano Pío, acusado de delitos electorales, como si formaran parte de un ataque político contra su gobierno. Ahí dos ejemplos de las ramas y hojas que cubren la captación del dinero público en la política con los gobiernos de todos los partidos.

En ese follaje se quedó atrapado el obús que anunciaba El Rey del Cash. La autora, Elena Chávez, trató de rescatarlo del anecdotario diciendo que su testimonio “abre la puerta” para ver el problema, aunque nadie en el mundo de la política tenga intención de verlo. El primero, el Presidente que, simplemente, lo desestimó como un ataque sin pruebas e intelectualmente deshonesto. Otros son lo que deben hablar ahora —conmina la autora—, pero ¿acaso estará en la agenda de la próxima reforma electoral que ya se anuncia? Lo dudo.

Aviadores de 50 mil pesos en la otrora delegación Coyoacán

 

Francisco GarfiasFrancisco Garfias   
 
Arsenal
 
 
 

Raúl Flores, expresidente del PRD-DF, hurga en su memoria. Se ubica a principios de 2010. Eran sus primeros meses como jefe delegacional en Coyoacán. No recuerda con exactitud la fecha, pero sí lo que ocurrió, que nada tiene que ver con la honestidad valiente.

Andrés Manuel López Obrador lo llamó a las oficinas de la calle San Luis Potosí, hoy sede de Morena, para pedirle respaldo económico para el periódico Regeneración.

Pero también un apoyo de 50 mil pesos mensuales —cada uno— para Claudia Sheinbaum, hoy jefa de Gobierno de la CDMX; José Agustín Ortiz Pinchetti, titular de la Fiscalía Especializada en Delitos Electorales, y Javier Lamarque, presidente municipal de Cajeme, Sonora.

El ya para entonces exjefe de Gobierno capitalino había asistido en un par de ocasiones a sus mítines de campaña. “Había que retribuir el apoyo”, justifica Raúl, antes de pedir un segundo café en el restaurante La Buena Fe de San Ángel.

Le preguntamos si ese dinero salía de las arcas públicas. “No, yo no lo habría permitido. Hacíamos una vaquita entre todos los que trabajábamos en la delegación”, respondió.

En su relato recuerda que en las oficinas de Andrés Manuel se topó con Víctor Hugo Lobo, en ese entonces delegado en la Gustavo A. Madero. ¿También le pasó factura por el “apoyo”?

Buscamos a Raúl Flores después de que el 11 de octubre publicara en Twitter “pruebas” de las aportaciones de gobernantes del PRD a las “causas” de AMLO, acompañadas de un diploma, una medalla de reconocimiento por sus aportaciones al “gobierno legítimo”. Lo hizo en apoyo de Elena Chávez y su muy vendido libro El Rey del Cash.

 

Recordó lo que le dijo AMLO: “Me encargó mantener a tres entenados y pagar las primeras ediciones de Regeneración”. Ahora ya sabemos quiénes eran los tres entenados.

*Por enésima vez el Presidente dice que nunca le ha interesado el dinero:

 

“Tengo una especie de religión, para mí el amor y el poder tienen que ser puros. El poder tiene que ser puro para que se convierta en virtud y se ponga al servicio de los demás.

“No me ha interesado nunca el dinero, nunca. Llevo décadas sin tener una cuenta de cheques. No sé llenar un cheque o una tarjeta de crédito… quien administra mis ingresos es Beatriz, y antes Rocío, y me daban para mis gastos, para lo elemental”, asegura.

Contó anécdotas para apuntalar la idea de que tampoco carga con efectivo, que no es el rey del cash del que habla la periodista Elena Chávez en su muy vendido libro. Una vez no traía para el taxi, otra, con Chema Pérez Gay, ni para pagar un café. Ni efectivo ni tarjetas. El taxi lo pagó un amigo que tiene en La Jornada. El café con un “billetito doblado” que traía en su cartera, dijo.

Eso nos lleva por enésima vez a preguntarnos. Si no trae efectivo, no maneja chequera ni tarjetas, ¿cómo le hizo para vivir todos los años que estuvo fuera del presupuesto? Raúl Flores nos da una idea de cómo financiaba actividades de su movimiento y a sus leales. ¿Y él, cómo le hacía? ¿Donativos del pueblo? ¿En serio?

*Poco le duró el gusto a Ricardo Monreal de que lo incluyeran entre las corcholatas. El Presidente dijo que Claudia Sheinbaum, Adán Augusto López Hernández y Marcelo Ebrard son sus “hermanos”.

Al senador de Zacatecas no lo incluyó en la familia.

“¿Qué es lo que nos une con Marcelo, con Adán, con Claudia?”, se preguntó AMLO en la mañanera. El mismo respondió: “Es una lealtad a un proyecto, eso está por encima de lo personal”.

Los reporteros le hicieron notar a Ricardo Monreal que el Presidente no lo incluyó en la parentela. Le pidieron una opinión.

El senador comentó: “Yo soy como el hermano no reconocido. Siempre en las familias hay eso, el papá deja por ahí a algún entenado; el papá, sin darse cuenta los hermanos, deja por ahí a alguna gente, un hijo que no reconocen. Y soy como el arma secreta del Presidente, por eso no me menciona mucho.

“Pero ya me incluyó y eso ya es una garantía, por eso el otro día cantaba y le decía aquí a mi hermano, a mi hermano, poco a poco me voy acercando a ti. Poco a poco la distancia se va haciendo menos...”.

A ver si con el dedazo que se prepara en las encuestas para definir al candidato presidencial de Morena no acaba cantando Las golondrinas.

Los pilares de elecciones libres y auténticas

 

Opinión del experto nacionalOpinión del experto nacional 

Por: Jaime Rivera Velázquez

 

Sobre una posible reforma electoral se han dicho muchas cosas, algunas más o menos razonables y otra disparatadas. Pero sería bueno empezar por definir lo que no debe cambiar, si se trata de preservar y fortalecer la democracia que, mal que bien, los mexicanos hemos construido y disfrutado por casi tres decenios.

El primer pilar de esa construcción, indispensable para unas elecciones limpias, es un padrón electoral auténtico y confiable, que incluya potencialmente a todos los ciudadanos y que permita votar solo a quienes estén debidamente registrados e identificados. Se dice fácilmente, pero por muchas décadas México careció de un padrón electoral que diera esas garantías. Prevalecían métodos rudimentarios de registro, que no tenían forma de verificarse, ni actualizarse, ni evitar duplicidades, ni depurarse por fallecimientos, ni de identificar fehacientemente a los votantes. ¿Alguien recuerda las cartillas electorales que utilizaban nuestros padres? Eran unas pequeñas piezas de papel verde en el que se escribía a máquina el nombre de la persona, sin fotografía ni forma alguna de verificar eficazmente la identidad. Pero no era sólo un problema técnico, sino también político.

El padrón electoral era confeccionado y administrado por un órgano de la Secretaría de Gobernación, y no era raro que se manipulara y alterase según el interés del partido oficial. De modo que fue necesario poner el padrón electoral y la emisión de credenciales para votar en manos de un organismo autónomo como el Instituto Federal Electoral (convertido después en el Instituto Nacional Electoral). El padrón electoral de México no solamente está administrado por un organismo autónomo, imparcial y profesional. También está sujeto a mecanismos de verificación y auditoría por parte de todos los partidos políticos nacionales, mediante comités de vigilancia nacional, estatales y distritales; se verifican bajas por defunción y cambios de domicilio; se corroboran homonimias y se corrigen posibles duplicidades de registros; se aplican periódicamente verificaciones censales y muestrales; se realizan por expertos externos estudios de consistencia del padrón con la dinámica demográfica. Además, se expiden personalmente y en forma gratuita credenciales infalsificables, con códigos digitales e información encriptada, que fungen como el medio más extendido y seguro de identificación de todos los mayores de 18 años. Si una eventual reforma electoral retirase del INE esa formidable base de datos y los eficientes mecanismos de expedición de credenciales, el sistema electoral sufriría una regresión gravísima, y la ciudadanía perdería el documento de identidad más seguro que México ha tenido en toda su historia.

 

La capacidad técnica y operativa que el INE demuestra en todas las elecciones es fruto de un cuerpo de funcionarios electorales de carácter permanente, desplegado por todo el territorio nacional e integrado en 32 Juntas Locales y 300 Juntas Distritales, además de numerosos mandos medios de órganos centrales. En cada elección federal (ahora concurrentes con muchos comicios locales) el INE instala de más de cien mil casillas desplegadas por todo el territorio nacional, con la puntualidad y la precisión de una enorme maquinaria de relojería. El soporte de esa enorme capacidad operativa es el Servicio Profesional Electoral, un sistema de reclutamiento, ingreso, evaluación y promoción que alinea incentivos para cumplir las tareas encomendadas siempre dentro de la ley, sin deberle nada a ningún poder externo ni a partidos ni a gobiernos. El personal de carrera es la mejor garantía de imparcialidad, independencia y eficacia de la función electoral. Desmantelarlo o reducirlo significaría una regresión a los peores años de la manipulación de las elecciones.

La autonomía es otro de los pilares en los que se sostiene la limpieza de las elecciones. Desde 1996 el IFE adquirió plena autonomía y ésta se ha mantenido porque el diseño institucional así lo propicia y exige. Quienes integran el órgano máximo de dirección del INE, consejeras y consejeros electorales, son nombrados por una mayoría calificada de dos tercios de la Cámara de Diputados, después de un proceso de evaluación profesional conducido por un comité técnico. Por mandato constitucional, el Poder Ejecutivo no interviene en tales nombramientos. La mayoría calificada impide que una fuerza política pueda decidir por sí sola, de tal manera que tiene que haber negociación entre las bancadas, y todos los designados deben ser aceptables para unas y otras, merced a su imparcialidad y su dominio de la materia electoral. La Constitución otorga a los consejeros independencia frente a los partidos y el gobierno, a la vez que sus decisiones –siempre colegiadas– se rigen por reglas y procedimientos estrictos. La imparcialidad e independencia de las decisiones de los consejeros del IFE, y después del INE, han sido probadas y refrendadas porque, desde las elecciones de 2000 y en las subsiguientes, tres partidos diferentes han ganado la Presidencia, y la alternancia en gubernaturas, municipios y cargos legislativos son, desde entonces, la norma. Con un árbitro imparcial y autónomo, son los votos ciudadanos los que determinan el resultado electoral, no la voluntad del gobierno en turno. Cambiar sustancialmente el mecanismo de nombramiento de consejeros pervertiría su carácter de árbitros para convertirlos en jugadores de la contienda. La imparcialidad y la autonomía serían letra muerta. México retrocedería a un pasado infausto.

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