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Historia y Cultura

Norma Piña defiende autonomía judicial; “No hagan caso a palabrería inútil”

 

 

Dice que la independencia no es privilegio de los jueces, sino un derecho de la sociedad y su función no debe ser afectada.

DAVID VICENTEÑO | 05:33 hrs.
 
Norma Piña, ministra de la SCJN.

Norma Piña pidió a los jueces usar la crítica para cada vez hacer mejor su trabajo. Foto: Cuartoscuro.

 
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La independencia judicial no es privilegio de los jueces, sino un derecho de la sociedad, y su función no debe ser afectada por influencias internas o externas, afirmó este miércoles la ministra Norma Lucía Piña Hernández, presidenta de la Suprema Corte de Justicia de la Nación (SCJN).

 

Tomando en cuenta la realidad social que gira en torno a los conflictos que son sometidos a nuestra consideración, ratificamos, reafirmamos, confirmamos, reiteramos: que la independencia judicial no es un privilegio de los juzgadores, es un derecho de los justiciables.

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Es, desde nuestra responsabilidad de garantizar una adecuada impartición de justicia, que rechazamos y seguiremos rechazando, tajantemente, que nuestra función se vea afectada por cualquier influencia interna o externa, ajenas al derecho”, expresó la también presidenta del Consejo de la Judicatura Federal (CJF).

 

 
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La titular del Poder Judicial de la Federación encabezó la Ceremonia de Ratificación de Personas Juzgadoras 2024, en la que se entregaron constancias de ratificación a 77 jueces y magistrados.

La ley establece que cada seis años, los integrantes del PJF encargados de la impartición de justicia deben ser sometidos a un proceso de evaluación, para su ratificación en sus respectivos cargos.

DESMARQUE

La ministra presidenta afirmó que en torno a los integrantes del Poder Judicial se van a inventar acusaciones, por lo que propuso no hacer caso a lo que calificó como “palabrería inútil”.

Sobre nosotros se hablará y mucho; desgraciadamente, en muchas ocasiones se inventará; las críticas y los cuestionamientos seguirán, no repliquemos lo malo, el descrédito, la deslegitimación, la palabrería inútil.

Usemos, cualquiera que sea el sentimiento que nos provoca esta situación, para ser mejores, para demostrar quiénes somos, de qué estamos hechos; mucha fuerza, mucha entrega, mucha dedicación. Centrémonos en nuestro estudio, en nuestro crecimiento profesional y personal, en nuestra congruencia y en nuestra ética, no hay más”, dijo la ministra presidenta de la SCJN, Piña Hernández.

 

 
 
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La próxima reforma electoral

 

La próxima reforma electoral

Hubo 233 amenazas, 231 asesinatos, 159 ataques con armas de fuego, 21 desapariciones, 18 secuestros, 87 ataques de otras características. En promedio, hubo 2.8 ataques cada día de campaña.

Jorge Fernández Menéndez

Jorge Fernández Menéndez

Razones

 

Por fin acabaron unas campañas electorales demasiado largas, poco sustantivas, con una violencia que ha marcado, tanto el lenguaje como la actividad cotidiana. Ni remotamente han sido campañas libres, limpias, pacíficas. Han estado marcadas por la ilegalidad desde su propio origen (ni Claudia ni Xóchitl han respetado tiempos y si Máynez lo hizo, fue porque se le cayó la candidatura a Samuel García), hemos tenido un involucramiento inédito e ilegal del presidente López Obrador, un gobierno federal volcado de lleno en el apoyo a su candidata, un INE ajeno a las irregularidades cometidas e, incluso, a muchos aspectos estructurales de la elección, y una violencia que ha superado todo lo que hemos visto con anterioridad.

Según Integralia, hubo 749 ataques políticos dirigidos a personajes de todos los partidos. Fueron atacados, de una u otra forma, 316 aspirantes, 131 políticos, 130 funcionarios o exfuncionarios, 133 personas y 39 familiares han sido afectados con los daños colaterales de esos ataques. Hubo 233 amenazas, 231 asesinatos, 159 ataques con armas de fuego, 21 desapariciones, 18 secuestros, 87 ataques de otras características. En promedio, hubo 2.8 ataques cada día de campaña.

Más allá de eso, esta campaña demostró que las leyes electorales aprobadas en 2007 y reforzadas en 2013 no sirven, están rebasadas, no se cumplen en sus capítulos centrales. Los tiempos de precampañas y campañas no fueron respetados por nadie, tampoco la participación gubernamental, la publicidad que está prohibida en medios convencionales se desata de toda norma y control en redes.

En buena medida, las elecciones tienen un corset que las aprisiona, pero, como sucede con todas las normas que son tan estrictas, terminan siendo rebasadas por la realidad. Dicen que los sistemas que funcionan tienen leyes laxas que se aplican de forma estricta, y los que no funcionan tienen leyes estrictas que se aplican de forma laxa, y eso es lo que hemos estado viviendo en esta campaña. El presidente López Obrador sumó más de 50 medidas cautelares en su contra y no pasó nada. Se podría o no haber estado de acuerdo con los funcionarios de los periodos anteriores del IFE y luego INE, pero, por lo menos, hacían respetar las normas impuestas, pero la actual administración de Guadalupe Taddei demostró que el gobierno logró, por fin, capturar al instituto electoral.

La estructura electoral actual lo único que propicia son normas que se pueden vulnerar sin costo alguno y que dejan la posibilidad de aplicarlas con discrecionalidad a las instituciones electorales. El INE ha sido prescindente, mientras el Tribunal Electoral, además de estar dividido, ha funcionado en toda la campaña y, hasta el día de la elección sin contar con todos sus miembros, calificará la elección sin saber aún como designará al, por lo menos, sexto integrante, que es necesario para poder ejercer esa enorme responsabilidad.

El instituto electoral realizó unos debates que no fueron tales porque las normas no impulsan la confrontación de ideas y personalidades, y terminaron siendo controlados por partidos y candidatos. La publicidad prohibida en medios convencionales no tiene control alguno en redes, las normas que le expropian a la radio y a la televisión horas y horas de publicidad para otorgarlas a los partidos han demostrado ser inútiles: confirmaron que los partidos y candidatos no tienen la menor creatividad para usar esos espacios porque, en última instancia, son regalados, aunque les cuesten millones a los empresarios y, por ende, a la ciudadanía.

No podemos tener otra campaña presidencial como ésta. Si la reforma de 2007 se hizo para satisfacer (y no sirvió para nada) al naciente lopezobradorismo, la que tiene que realizarse después de estos comicios tiene que hacerse para satisfacer a la ciudadanía. El sistema electoral tiene que modernizarse, tiene que liberalizarse, los recursos irracionales que se dedican hoy a financiar partidos tienen que usarse para certificar gastos reales de campaña. Los espacios en medios deben ser comprados por los partidos con sus propios recursos. El contenido de esos espacios debe ser libre, salvo los casos evidentes de difamación. Las campañas deben ser más cortas, pero los partidos deben tener libertad para decidir cómo y cuándo elegir sus candidaturas.

 

 

 

 

 

La participación de nuevas fuerzas y candidatos debe tener condiciones más laxas. Hoy, tener un partido con registro es casi como obtener una patente de corso a perpetuidad, financiada por el Estado y los contribuyentes. Los partidos deben formarse o rediseñarse de acuerdo a sus exigencias y posibilidades, pero deben valerse de sus propios recursos. El financiamiento público debe ser para el control, la participación y el respeto de las normas.

¿Podremos tener en el futuro una reforma electoral de esas características, mucho más laxa en las normas y mucho más estricta en su aplicación, mucho más liberal como para permitir la participación ciudadana y que la misma no sea rehén de las dirigencias partidarias? No lo sé, lo dudo porque, como están hoy las cosas, las dirigencias partidarias son las dueñas del sistema, de los espacios y, sobre todo, de los recursos.

No hay un solo dirigente partidario que haya salido legitimado de esta elección. Todos, en el oficialismo y la oposición, están alejados hasta de sus propios candidatos y militantes, y ni hablemos de la ciudadanía. El sistema electoral, como está ahora diseñado, ha demostrado que ha sido rebasado por la realidad. De cara al futuro, lo único sensato sería rediseñarlo en profundidad y reencontrarlo con la legitimidad ciudadana que ha perdido.

 

 

 

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¡A votar!

 

 

La decisión no será perfecta —nunca la es— porque no existe el partido que represente perfectamente mis preferencias. Pero me decantaré por la fuerza política que esté más cercana a ellas.

Leo Zuckermann

Leo Zuckermann

Juegos de poder

 

Una de las cosas que más me gusta de la democracia es el acto tremendamente libre de votar. Yo no me lo pierdo. Es un derecho que me encanta ejercer. Por eso, no entiendo a los que se abstienen. Allá ellos, que también es su derecho no asistir a las urnas. Se lo pierden.

México, no hay duda, está pasando por una coyuntura crítica. Al poder ha llegado un grupo que pretende desmantelar muchas de las instituciones del proyecto modernizador que comenzaron a implementarse desde los años 80 del siglo pasado. Del otro lado están los que ven con profundo resquemor lo que consideran como un proceso de destrucción institucional. La política, en este sentido, está polarizada entre los que favorecen la transformación liderada por el presidente Andrés Manuel López Obrador y los que están en contra.

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Uno pensaría que, como están las cosas, por lo que está en juego, la ciudadanía estaría ávida de participar en la política y deseosa de ejercer el voto con libertad. Ojalá éste sea el caso el próximo domingo.

Mucha gente está cansada de la política y se ha alejado de ella. La supuesta polarización social a lo mejor es más bien un fenómeno de las redes sociales donde abundan los pleitos entre los fundamentalistas de ambos lados. No lo sé. Pero me llama la atención que, con los pleitos que uno observa en las redes sociales, haya muchos mexicanos que no les interese participar en las elecciones.

 
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Los del domingo son los comicios más grandes de la historia del país. Se elegirá a la Presidenta, 128 senadores, 500 diputados federales, ocho gobernadores, Jefatura de Gobierno de la Ciudad de México, mil 803 alcaldes en 30 estados de la República y mil 98 diputados locales en 31 entidades. Lo que está en juego es mucho en la coyuntura crítica que estamos viviendo en cuanto al enfrentamiento de dos visiones tan distintas del país.

Es para que estuviéramos obsesionados con participar el domingo.

De un lado están los críticos del gobierno de López Obrador que se quejan amargamente de la destrucción institucional, la centralización del poder en la figura presidencial, la militarización y el retorno de irracionales políticas públicas estatistas. Del otro, los que apoyan la llamada “Cuarta Transformación” critican la corrupción de los gobiernos pasados, la inequidad existente, la pobreza lacerante y la fuerza reaccionaria de los que no quieren cambiar. 

Cada quien tendrá su punto de vista. Yo tengo, desde luego, el mío. Y, por eso, saldré a votar, con toda libertad el 2 de junio. También con toda libertad escogeré a los que crea representan lo que considero es el mejor proyecto para el país. La decisión no será perfecta —nunca la es— porque no existe el partido que represente perfectamente mis preferencias. Pero me decantaré por la fuerza política que esté más cercana a ellas.

Aquí recupero un discurso de Barack Obama que se hizo muy famoso hace unos años en las redes. Decía el expresidente de Estados Unidos que, si ese país quería sacar a Donald Trump de la Casa Blanca, lo que procedía era votar. Y, por fortuna, lo quitaron.

Pues eso. Más allá de los pleitos, lo que procede es votar.

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A los que están a favor de López Obrador, sigan quejándose de que los reaccionarios no los dejan gobernar, que es su derecho expresarse como se les pegue la gana. Pero también salgan a votar por los candidatos que apoyan ese proyecto. Y los que están en contra de López Obrador, sigan levantando la voz para argumentar por qué dicho proyecto es un retroceso económico, político y social para el país, que también es su derecho. Manifiesten esa disconformidad en las urnas.

Sólo en la expresión civilizada del voto en una democracia liberal se dirimirá la coyuntura crítica que está viviendo México.

Caray, tanto tiempo y esfuerzo para lograr escoger nuestro destino político por medio del voto, como para ahora desperdiciarlo. Y siempre pensemos cuál es la alternativa a no tener el derecho a votar: que otros decidan por nosotros.

Salga a votar el domingo y, si tiene hijos menores de edad, llévelos para que aprendan cómo funciona nuestra democracia.

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                Twitter: @leozuckermann

 

 

 

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Cierre de campaña o tempestad en calma

 

 

Cierre de campaña o tempestad en calma

 

José Buendía Hegewisch

José Buendía Hegewisch

Número cero

 

 

La campaña electoral cierra en una tempestad calmada, pese a crispaciones de la guerra sucia, alarma de violencia política y, para finalizar, amagos de impugnaciones. En cambio, las preferencias de la ciudadanía poco se han movido en un mensaje que puede interpretarse como de determinación y serenidad. La desiderata de los votantes deja poco lugar a sorpresas en la elección presidencial, aunque tampoco confianza de que las urnas dejen un mar calmo para lo que venga después.

La travesía llega al destino tras una campaña adelantada y larguísima, en que la política navegó con la idea de que un mar en calma no hace buenos marineros. Al contrario del viejo proverbio, lo cierto es que ninguna propaganda negra o el ariete de la violencia pudo romper las puertas de la serenidad de la gente que la padece; ningún asedio ha conseguido alterar la tendencia invariable de un triunfo de Sheinbaum, ni siquiera el grave llamado opositor a elegir entre dictadura o democracia o el emplazamiento a referéndum del proyecto de nación del oficialismo.

La mayoría de los ciudadanos no parece estar en intríngulis de la historia, pero tampoco retraídos ni ocultos detrás del voto del miedo, como quiere pensar la oposición para sus remotas esperanzas de triunfo. Una nota positiva es que la tranquilidad y moderación ha estado del lado de los votantes; buen presagio de participación en paz, incluso frente a mensajes que cantan fraude antes de las urnas para preparar el litigio de resultados en tribunales.

Pero también, y más importante, que esa actitud refleja que el meollo de la polarización no está primordialmente alojado en la sociedad, aunque, como en otros países, haya aumentado la fidelidad del voto hacia el partido con que se identifican. Esa idea sirve a críticos opositores para explicar la ventaja de Morena por razones tan diversas como el temor a perder programas sociales, el verbo del Presidente y hasta el regreso a las elecciones de Estado del autoritarismo del PRI hace tres décadas. 

Pero, precisamente, la polarización es una prueba de hasta qué punto la opinión pública se divide en extremos opuestos alrededor de 3 opciones que el domingo competirán en las urnas, aunque, paradójicamente, haya sido el frente opositor el que recortó su pluralidad para tener mayores oportunidades frente a la 4T. En política, es cierto que la memoria es corta para recordar que la pluralidad, el debate y la confrontación política de hoy no cabían en el país monocolor de partido casi único y del “carro completo”, medios controlados y sin redes sociales; y donde las elecciones, ahí sí, funcionaban como plebiscitos sexenales.

Sin embargo, la desmemoria no remite sólo al olvido, sino a la confrontación política, en la que la polarización de los votantes no va necesariamente de la mano de la de los políticos. En un doble clima de opinión reciben, por un lado, mensajes para que inunden las urnas y, por otro, que los derrotados estarían dispuestos a desconocer su voluntad para obligar a negociar espacios o el reconocimiento, por ejemplo, de un triunfo de Sheinbaum a cambio de la CDMX u otras plazas o reformas como la judicial. Lo que recuerdan es la concertación del PAN con Salinas en 1988 y las reformas que siguieron a la crisis política de 2006, pero olvidan la lección: la peor regresión es violentar las urnas.

En una perversión de autonomía de los partidos frente a los ciudadanos, justifican sus estrategias con el argumento ad hominem de que el Presidente no aceptaría la derrota si perdiera o fallara la elección de Estado, tratando no de atacar las razones, sino los miedos a la persona o sus circunstancias en la oposición, aunque se comprometiera a hacerlo. 

 

Por supuesto, si Sheinbaum se impone por amplio margen de más de dos dígitos, como auguran las encuestas, será muy difícil seguir ese camino, aunque el litigio tenga la mirada en estados que esperan mayor competencia, como Morelos, Veracruz o la CDMX. El claro de la tormenta estaría en las cercanías entre el primero y segundo lugares, aunque, más que luz, lo que dejaría pasar es la tentativa de restar legitimidad al futuro gobierno para debilitarlo y dejar un país confrontado políticamente.

Ante estos escenarios, es una exigencia inexcusable que los mexicanos voten en una atmósfera de tranquilidad y sean las urnas las que envíen el mensaje de lo que venga después.

 

 

 

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¿Más de lo mismo? 72 horas para reflexionarlo

 

 

 

 

Francisco Garfias

Francisco Garfias

Arsenal

 

Terminaron 90 días de campañas oficiales y muchos meses más de precampañas. Por fin se abre una tregua en el bombardeo publicitario, la contaminación visual y la demagogia que las caracteriza.

Pero viene lo bueno. Los mexicanos nos daremos 72 horas de reflexión antes de acudir a las urnas para renovar la Presidencia, el Congreso federal , nueve gubernaturas y más de 20 mil cargos locales.

A lo largo de su campaña, los candidatos(as) se han comprometido, como siempre, a llevarnos al paraíso.

Ofrecen más seguridad, educación, empleo, crecimiento económico, control de la inflación, salud, abasto de medicinas, carreteras, agua potable e internet, pero, al final, fallan.

Las encuestas, que son un negocio que deja buen dinero, dicen que la mayoría de los mexicanos están dispuestos a votar por más de lo mismo.

Ponen a Claudia Sheinbaum como puntera (algunas le dan hasta 30 puntos de ventaja) a pesar de sus costosas ocurrencias y de las promesas incumplidas de su padrino López Obrador.

¿Cuáles? Bajar la gasolina a 10 pesos el litro, tener un sistema de salud mejor que el de Dinamarca, regresar los militares a sus cuarteles, eliminar la corrupción, respetar la división de Poderes y el Estado de derecho, y acabar con la delincuencia organizada, vía abrazos, no balazos. 

 

El fracaso de la permisiva estrategia de seguridad lo reflejan las estadísticas: 186 mil homicidios en lo que va del sexenio, 50 mil desaparecidos, 12 mil niños asesinados. Nos quieren engañar con el discurso de que “disminuyó la tendencia” y no son pocos los que se lo creen.

* Claudia Sheinbaum, candidata presidencial del oficialismo, cerró su campaña en el Zócalo capitalino como favorita en la mayoría de las encuestas.

En su discurso se comprometió a “guardar el legado” de López Obrador, a quien llamó “el mejor Presidente de la historia”.

Y a pesar de que al inicio de su intervención dijo que la disyuntiva en las elecciones era “que siga la transformación o regrese la corrupción”, les guiñó el ojo a los adversarios del régimen. “No habrá discriminación a quienes piensan distinto”, aseguró.

¿Es un compromiso dar carpetazo a la apuesta de la polarización tan afín al Presidente? Es pregunta.

* Xóchitl Gálvez tuvo dos cierres. Uno en Los Reyes, La Paz, Estado de México, y otro en Monterrey.

En la capital de Nuevo León destacó que lo más grave que hizo López Obrador fue dividir al país.

Agregó: “¡Ningún país dividido sale adelante! Por eso todos vamos a trabajar de la mano. Vamos a sacar juntos a México para que podamos atender todas las demandas”.

La candidata presidencial de la coalición PAN, PRI y PRD considera que tres valores están en juego en estas elecciones: vida, verdad y libertad.

“Vamos a traer vida donde hoy se pasea la muerte. Vamos a traer verdad donde reinan las mentiras y vamos a traer libertad donde hoy un gobierno autoritario quiere imponer sus decisiones. Vamos a defender juntos la democracia”, prometió.

Jorge Álvarez Máynez, candidato presidencial de Movimiento Ciudadano, hizo su cierre en el auditorio BlackBerry de la CDMX con un festival de rock y rap dedicado a los jóvenes.

* Sigue la matanza de candidatos en lo que López Obrador considera las elecciones “más limpias, libres y pacíficas” que haya habido en México. Ahora le tocó a Alfredo Cabrera, abanderado del PAN, PRI y PRD a la alcaldía de Coyuca de Benítez, Guerrero.

Un sicario le dio dos tiros en la cabeza cuando se subía al templete para encabezar un mitin instalado en la comunidad de Las Lomas de ese municipio guerrerense. La Guardia Nacional mató al agresor.

Horas antes, Ricardo Arizmendi Reynoso, candidato suplente de la coalición opositora a la alcaldía de Cuautla, Morelos, fue ejecutado por dos sujetos cuando se encontraba en su negocio de la central de abasto.

La violencia electoral fue tema en la sesión del Consejo General del INE. El diputado Gerardo Fernández Noroña, representante del PT en la “Herradura de la Democracia”, admitió que ha habido 17 candidatos de Morena que han sido asesinados en este proceso electoral.

Ángel Ávila, representante del PRD ante el Consejo General del INE, aprovechó el viaje e hizo una pregunta con jiribilla: “¿Y no han sido capaces de exigir seguridad al gobierno federal?”. El mismo perredista respondió: “Son abyectos, sumisos con el Presidente, no alzan la voz”.

Ávila, por cierto, nos comentó que Integralia Consultores presentó ayer su reporte sobre la violencia político-electoral: 231 personas han sido asesinadas desde que arrancó el proceso en septiembre de 2023. 34 de ellas eran candidatos a algún cargo de elección popular. Ocho de ellos del PRD.

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