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Los mensajes de la Casa Blanca

 

Unos 12 medios internacionales han publicado amplios reportajes, muchos de ellos en sus primeras planas, con una constante: una durísima crítica a la política de seguridad de México

Jorge Fernández Menéndez

Jorge Fernández Menéndez

Razones

 

Entiendo que, a unos días de los cierres de campaña y de la jornada electoral, nadie en el oficialismo esté demasiado atento por la imagen que está teniendo nuestro país en los medios internacionales. Hoy interesan más los votos que la imagen. Pero el costo para el futuro del derrumbe de la imagen internacional del país será enorme, sobre todo en Estados Unidos.

En los últimos días, unos 12 medios internacionales de los más importantes del mundo, han publicado amplios reportajes, muchos de ellos en sus primeras planas, en todos los casos con una constante: una durísima crítica a la política de seguridad, con la confirmación de que los abrazos y no balazos han empoderado a los criminales, que éstos están interviniendo en las elecciones y se sugiere, y en algunos medios se asegura, que existen fuertes complicidades con distintos ámbitos del gobierno federal y local. No importa el medio, en la semana fueron el Financial Times y el Wall Street Journal, este domingo fueron las primeras planas y notas principales del Washington Post y el New York Times.

El Washington Post extrapola el tema del control criminal de la industria de las tortillas, incluyendo su comercialización al público, para demostrar la penetración del crimen en la industria y la vida cotidiana de los mexicanos. Tanto el Washington Post como el New York Times destacan la participación criminal en los comicios, tanto por los asesinatos y presiones a los candidatos y sus equipos, como por el control territorial que ejercen y que podría influir en las votaciones.

Coincidieron estos reportajes con una visita sin agenda del presidente López Obrador a Sinaloa, donde, como platicábamos ayer, la relación del poder político local con el cártel de Los Chapitos es cada vez más estrecha. La alianza opositora, que ya vio como actuó el cártel en las elecciones de 2021 (cuando en la noche previa a la jornada secuestraron a todos los operadores del candidato opositor Mario Zamora y los liberaron hasta pasados los comicios, en una operación clave para el triunfo del morenista Rubén Rocha), teme que, como decíamos ayer, se hayan establecido acuerdos para volver a intervenir en los del domingo.

El gobierno federal, que simplemente ha descalificado a todos los grandes medios globales que están profundizando en la relación del poder con los cárteles, sostiene que, en realidad, son mensajes que le envían desde Washington, vía el departamento de Estado y el secretario Antony Blinken y la DEA, con quienes ha mantenido una mala relación, con la agencia antidrogas desde siempre y con el secretario de Estado sobre todo en los últimos años.

Puede ser que sean mensajes, pero lo que piensa y hace Blinken, y por ende sus mensajes, es lo que piensa la Casa Blanca. El principal operador de la política exterior de los Estados Unidos no se manda solo y como está viendo Blinken las cosas (y con él todos los funcionarios de áreas de seguridad que comparecen cotidianamente ante el Congreso) es como las perciben en el gobierno de Biden. Con un punto adicional: esa visión es mucho más misericordiosa que la que tiene el equipo de Donald Trump. Como decía un agudo analista días atrás: Biden quiere usar la diplomacia, Trump presiones de todo tipo, hasta armadas si es necesario. Uno enviará mensajes y presionará, si fuera necesario con sanciones, el otro está pensando en la fuerza. Los dos usarán los instrumentos de la justicia que tengan a la mano cuando lo consideren necesario. Y cuando en doce medios globales México es visto y descrito como un país gobernado con alianzas con el crimen organizado (el mismo que genera cien mil muertes al año por sobredosis en Estados Unidos y que controla el flujo de migrantes hacia la Unión Americana) el mensaje, si de eso se trata, se convierte en una advertencia y casi en una amenaza.

En Palacio Nacional dicen que la relación con EU es buena y ponen como ejemplo que el exjefe de sicarios de Los Chapitos, Néstor Isidro Pérez Salas, El Nini, fue extraditado este fin de semana a la Unión Americana. El presidente Biden dijo que la llegada de El Nini fue un buen día para la justicia. Y destacó que “El Nini desempeñó un papel destacado en el tristemente célebre Cártel de Sinaloa, una de las empresas de narcotráfico más mortíferas del mundo. Estados Unidos lo acusó por su papel en el tráfico ilícito de fentanilo y por asesinar, torturar y secuestrar a numerosos rivales, testigos y otras personas”. 

Quizás me equivoque, pero más temprano que tarde vamos a ver a Pérez Salas convertido en testigo protegido y negociando una reducción de condena a cambio de su testimonio. Hay dos razones poderosas para abonar esa tesis: primero, que la versión que corre es que El Nini (el mismo al que Peso Pluma le dedicó una canción) fue entregado por sus jefes y amigos de la organización criminal por diferencias internas. La segunda es que, pudiendo retrasar legalmente mucho más la extradición, no lo hizo. Y no creo que, si habla, El Nini termine contando historias de sexenios anteriores, tiene apenas 31 años y toda su carrera criminal la ha hecho en los últimos años, de la mano con Los Chapitos.

 

 

 

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