Ponchado y Niños de la guerra
Niños de la guerra
Pascal Beltrán del Río Bitácora del director
El domingo pasado, al realizar un patrullaje de rutina, elementos de seguridad estatales y federales fueron atacados en el poblado de Ojo de Agua, Michoacán, a 12 kilómetros al oriente de Zamora.
Policías, soldados y guardias nacionales repelieron la agresión, que dejó dos efectivos heridos y dos civiles muertos. En la acción se detuvo a 18 presuntos miembros de una célula criminal y se decomisó, de acuerdo con el parte oficial, siete armas largas y 20 cargadores con más de 300 cartuchos.
Parecería uno de tantos operativos que realizan contra la delincuencia organizada, pero las fuerzas de seguridad se encontraron con que 10 de los 18 individuos que participaron en el ataque eran menores de edad. Uno de los aspectos más preocupantes de la violencia que vive el país es el reclutamiento de jóvenes por parte de grupos criminales.
En México comenzó a advertirse esa descomposición cuando fue detenido, en diciembre de 2010, el adolescente conocido como El Ponchis, quien se dedicaba a asesinar y descuartizar cuerpos para el cártel de los Beltrán Leyva, en Morelos, desde que tenía once años de edad.
Esa historia horrorizó a la sociedad mexicana, pero lo cierto es que poco o nada se ha hecho para prevenir casos similares. Los hechos de Zamora son uno de tantos indicadores sobre la situación de los menores de edad, en el contexto de la guerra que se libra en México, que podría estar mucho peor de lo que estaba hace una década.
En octubre del año pasado, la Red para los Derechos de la Infancia en México (Redim) informó, con base en datos oficiales, que hay más de 15 mil niños ausentes en el país, de los cuales más de 11 mil tenían 12 años o más en el momento de su desaparición. El año pasado, la cifra de menores de edad cuyo paradero se desconoce se engrosó en más de 4 mil 300.
Aunque la explotación sexual es uno de motivos para arrancar a los niños de sus comunidades, el reclutamiento por parte de grupos criminales es otro fenómeno presente, coinciden diversos especialistas.
La antropóloga Elena Azaola, una de las principales expertas en el tema, estima que hay 150 mil menores de edad en riesgo de reclutamiento. Es decir, el problema potencial es diez veces mayor. Incorporar a niños en sus filas tiene ventajas para la delincuencia. Son, obviamente, más vulnerables que la gran mayoría de los adultos. Son más manipulables por medio de la violencia física y emocional. Y, en caso de ser detenidos, no pueden ser sujetos a las mismas sanciones penales que los mayores de edad.
El mundo ha avanzado para prevenir y castigar el uso de niños soldado en el contexto de conflictos armados reconocidos, con instrumentos del derecho internacional como los Protocolos Adicionales de 1977 de la Convención de Ginebra y la Convención de los Derechos del Niño de 1989.
Sin embargo, México –que vive una guerra no reconocida entre bandas criminales y fuerzas de seguridad que se remonta a 2005, por lo menos– no ha atendido las recomendaciones del Comité de los Derechos del Niño, del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos, hechas en 2011 y 2015, para reconocer y tipificar el delito de reclutamiento de menores de edad, nos recordó esta semana Juan Martín Pérez, coordinador regional de Tejiendo Redes Infancia.
Los niños en México viven tiempos especialmente difíciles, de la mano de la pandemia y la violencia criminal. La búsqueda de los desaparecidos es urgente. Los alumnos que han abandonado la educación básica y los que han visto caer las posibilidades económicas de sus padres o tutores, entre otros, debieran ser objeto de políticas públicas y seguimiento institucional para evitar que el instinto de supervivencia lo conduzcan a las filas de la delincuencia. En ese sentido, dudo que el reciente nombramiento al frente del DIF nacional reconozca la gravedad de la situación.
No han faltado los llamados de atención sobre la existencia de niños soldados en México, pero los hechos de Zamora representan una alarma para actuar. Cuando la mayor parte de una célula criminal armada con rifles de alto poder son menores de edad, quiere decir que el problema se está desbordando.
Ponchado
En la diplomacia, plácet o beneplácito es la aceptación que un Estado otorga a un potencial representante diplomático de otro.
La mayoría de estas solicitudes suele ser aprobada, aunque hay casos en que el país anfitrión demora su respuesta como señal de rechazo y para que el proponente cambie de candidato.
Un caso conspicuo de dilación ocurrió en 2015 en Brasil. El gobierno de la presidenta Dilma Rousseff recibió en agosto de ese año la propuesta de que Dani Dayan fuese el embajador de Israel en Brasilia. Sin esperar la respuesta, el primer ministro Benjamin Netanyahu hizo pública la designación de Dayan en septiembre, pero Brasil se abstuvo de palomearlo, molesto por el anuncio y porque Dayan era promotor de asentamientos judíos en territorios palestinos. Como Israel no retiraba el nombramiento, la prensa israelí indagó en Itamaraty, donde una fuente anónima explicó lo obvio: Dayan no era bienvenido en Brasil.
En la historia moderna, México ha tenido pocas experiencias en materia de rechazos de sus potenciales embajadores. En conversaciones con fuentes diplomáticas pude documentar dos casos, ambos con Reino Unido.
Londres nunca dio el beneplácito a sendas solicitudes mexicanas, para que fueran embajadores los políticos Everardo Espino de la O (dirigió Banrural) y Porfirio Muñoz Ledo.
Este último acababa de finalizar su encargo al frente de la misión en Naciones Unidas (1979-1985) y el gobierno del presidente Miguel de la Madrid pidió el plácet para que el exsecretario del Trabajo y de Educación ocupara la embajada. La respuesta nunca llegó y la siguiente vez que se supo de Muñoz Ledo estaba echando a andar la Corriente Democrática del PRI con Cuauhtémoc Cárdenas. Informalmente se conoció que el gobierno británico había resentido su postura durante la Guerra de las Malvinas, cuando México fue parte del Consejo de Seguridad de la ONU (1981-1982).
Lo que nunca había sucedido es que una propuesta mexicana fuera abiertamente rechazada por un país. Ayer, en la conferencia mañanera, el presidente Andrés Manuel López Obrador dijo que justo eso ocurrió con el historiador Pedro Salmerón, nominado como embajador en Panamá.
En la mañanera del 17 de enero, el mandatario dio a conocer su nombre, junto con el de otros, para llenar cargos diplomáticos. De inmediato, Salmerón comenzó a ser descalificado por haber estado en el centro de acusaciones de acoso sexual cuando se desempeñaba como profesor en el ITAM. Ante los señalamientos, López Obrador lo defendió reiteradamente, diciendo que no había denuncias formales en su contra.
Para su mala suerte, el ministerio de Relaciones Exteriores de Panamá está encabezado desde diciembre de 2020 por la feminista Érika Mouynes, quien, desde el 25 de enero, dio a entender, en términos diplomáticos, que Salmerón no recibiría el beneplácito. Ayer, en la mañanera, el Presidente hizo público que su candidato a embajador había dado un paso de costado y confirmó el rechazo. Después, se lanzó contra la canciller panameña por haber actuado “como si fuese la Santa Inquisición” y anunció que su nueva candidata a embajadora sería la actriz y senadora con licencia Jesusa Rodríguez.
En 15 días, López Obrador cometió varios errores de política exterior: anunciar sus propuestas para puestos diplomáticos sin haber obtenido antes el plácet; pelearse con un gobierno extranjero, que, como ya vimos, no está obligado a aceptar a alguien como embajador (“yo pensaba que en la tierra de Omar Torrijos se pensaba de otra forma”, reclamó), y dar a conocer un reemplazo sin, otra vez, esperar el beneplácito.
BUSCAPIÉS
*Hablando de beneplácito, el canciller Marcelo Ebrard mostró hace unos días en sus redes sociales la imagen del documento que llegó desde España a favor del futuro embajador Quirino Ordaz. No recuerdo que eso haya sucedido antes en México.
*Con el arribo de Ricardo Aldana a la secretaría general del sindicato petrolero, todo quedó en familia. Brazo derecho del defenestrado Carlos Romero Deschamps, ha manejado los dineros del gremio por décadas. Vaya gatopardismo.