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Historia y Cultura

Lozoya y la decepción de la FGR

 

José Buendía Hegewis
 hNúmero cero
 

 

La corrupción en la procuración de justicia con el actual gobierno se mantiene estable como con sus antecesores dentro de un estado de malestar inveterado, a pesar de la reforma de la FGR fuera de la órbita presidencial para revertirlo. El proceso de Emilio Lozoya desde hace año y medio pone en la mirilla la decepción hacia la Fiscalía y la desviación de nuevas figuras penales para dar resultados en un caso icónico de la lucha anticorrupción. La diferencia, en cuanto al costo político, es que la amplia perspectiva que abrió a la batalla de la 4T contra la impunidad parece irse cerrando en el privilegio de una justicia selectiva imposible de no ver.

La difusión en redes de la fotografía de un delincuente confeso de paseo con un grupo de amigos sirvió para colocar un cristal en la cruda realidad de la impartición de justicia. Los más frustrante es que la imagen de Lozoya cenando en un restaurante sea el cambio de una oportunidad por un nuevo ejemplo de descomposición y ocasión desaprovechada de ir a fondo contra la corrupción con un caso emblemático como Odebrecht y la estructura de poder del círculo de Peña Nieto. El mensaje es otro momento de pérdida para impedir el hundimiento del andamiaje legal del Ministerio Público, no obstante sus mayores poderes y facultades, como la ampliación de la prisión oficiosa o figuras como el testigo colaborador, a la que se acogió Lozoya.

Algo no cuadra entre la máxima visibilización del discurso anticorrupción y los resultados de la Fiscalía. La conducta de Lozoya se puede calificar de “provocación” o “inmoralidad” como dijo López Obrador porque, en efecto, tiene el beneficio de llevar su proceso en libertad condicionada, pero eso no retira el lente de la actuación del fiscal Gertz. Tras casi tres años en el encargo, la mayoría de los casos se evaporan, aunque, como en el de Lozoya, consigne que los expedientes permanecen abiertos. El Presidente defiende a su fiscal, aunque éste parece más ocupado en litigios personales y familiares que en concretar el cambio profundo y de largo aliento que se esperaba de la reforma a la FGR. Y se le acaba el tiempo de crédito reputacional, mientras Lozoya parece calcular ganarlo gracias a la ineficacia de la justicia.

Las próximas semanas serán decisivas porque en noviembre vence el plazo para que Lozoya aporte pruebas de sus denuncias de sobornos a legisladores para la reforma energética de 2013, entre ellos, Ricardo Anaya. ¿Realmente tiene pruebas? ¿Lozoya o el fiscal mintieron para obtener beneficios? Sin evidencias podría perder la calidad de testigo protegido que pactó con la Fiscalía cuando fue extraditado de España. Hasta ahora, sus denuncias parecen poco sólidas y sólo el exsenador del PAN Jorge Luis Lavalle está preso a causa de Odebrecht. A pesar de ello, la presión no parece estar en el inculpado, sino sobre el propio fiscal. En éste, como en muchos casos, se puede argumentar mucho ruido y pocas nueces, como si la justicia funcionara más bien como un manómetro, cuya principal función es medir la presión de la indignación social y administrar expectativas de una larga lista de grupos afectados por acusaciones que no acaban en tribunales.

En diciembre de 2018, con una mayoría de Morena en el Congreso, se aprobó la creación de una Fiscalía independiente del Ejecutivo, en respuesta a la vieja demanda de despolitizar la justicia. Gertz llegó a encabezarla con la encomienda de combatir viejos usos de la justicia selectiva y la corrupción a su interior, incluso con figuras potentes para elevar su eficacia, como la prisión oficiosa y el testigo protegido. Hay problemas sistémicos, como una corrupción que atraviesa fiscalías, policías y jueces, pero casos como el de Lozoya son botón de muestra que permite argumentar que hay incluso retrocesos. La impunidad hoy es casi total, como indica un estudio de México Evalúa sobre su crecimiento de tres puntos desde 2019, hasta sumar hoy el 95% del total de delitos.

Ante este escenario, la respuesta es que las estructuras no se mueven por falta de costos políticos para el gobierno y la Fiscalía. Pero la indignación por el caso Lozoya puede ser un aviso de que la decepción no conduce necesariamente al conformismo, sino que también puede ser la antesala de mayor presión por justicia. ¡Ojalá!

¿Tú le crees a AMLO?

 

Francisco GarfiasArsenal
 
 

Escuché al presidente López Obrador decir que no tiene “preferido ni preferida” para su sucesión en el 2024; y que serán los ciudadanos, en una encuesta, los que decidirán al candidato de Morena para la elección presidencial. Sus palabras me hicieron recordar aquella frase reproducida en espectaculares, pancartas y hasta en camisetas que le dedicó la maestra Elba Esther Gordillo a su entonces adversario interno en el otrora partidazo: “¿Tú le crees a Madrazo? Yo tampoco”.

Ni en Morena le creen que Claudia no es la elegida. Están convencidos de que irá con ella hasta el final. En los pasillos del Senado escuché versiones de que el próximo 20 de noviembre habrá una señal en ese sentido. Yo tampoco le creo a López Obrador, no sólo porque le han documentado sus mentiras en las mañaneras, sino por lo que, fuera de grabadora, nos comentan morenos que no están con Claudia.

El manejo que el Presidente ha tenido con ella ha hecho crecer la precepción de que es la elegida. No sólo le ha levantado la mano, sino que la lleva a sus giras fuera de la CDMX; la protege de los embates internos, la elogia, la cuida, a pesar de que perdió la CDMX en las elecciones del 6 de junio pasado.

El Presidente tiene su confianza depositada en la jefa de Gobierno. Ella se lo ha ganado. Hace todo lo que él dice sin chistar. Y lo puede seguir haciendo después del 2024. México ya ha tenido esa experiencia, conocida como “maximato” en la década de los treinta del siglo pasado. También hay quien supone que el trato privilegiado a Claudia es una maniobra para desgastarla y, al final, decantarse por otro candidato. Se menciona a Adán Augusto López Hernández. Pero hay una pregunta para la que no tengo respuesta: ¿Qué sentido tendría?

* El mensaje de AMLO iba ayer en doble sentido. El Presidente aprovechó una pregunta sobre la sospecha de que hay “dados cargados” en el 2024 y por la forma como Marcelo Ebrard “declinó” en el 2012. “Yo gané la encuesta, con poco margen, pero la gané, y él (Marcelo) aceptó el resultado, cosa que no es fácil, sobre todo en ambiciosos vulgares, que ‘soy yo o hay conflicto, o me voy de candidato…’”. No tardó Ricardo Monreal en salir a posicionarse frente al mensaje del presidente. Sutilmente manifestó su desacuerdo con la encuesta como método para elegir al candidato presidencial.

Sabe cómo se las gastan. No se le olvida la medición patito que definió la candidatura de Sheinbaum al Gobierno de la CDMX, en 2018. Lo mandó a tercer lugar, ¡detrás de Martí Batres! “A nadie ofendo si intento continuar insistiendo en la profundización de la vida democrática de Morena y de los partidos políticos, para el beneficio del país… Hay que buscar métodos que mejor satisfagan y que mejor puedan dejar a los simpatizantes y militantes satisfechos”, dijo el senador.

-¿Tendría que darse un acuerdo entre los precandidatos? —le preguntaron.

-No sólo eso. Tienen que modificarse los estatutos en un Congreso de Morena. Serán los delegados los que definan. Pero, evidentemente, la opinión del Presidente siempre es muy fuerte. Nosotros nunca vamos a confrontarnos con él —matizó.

* Por la mañana asistimos a un desayuno ofrecido en el CEN del PAN con motivo de la entrega de la constancia de mayoría para la reelección de Marko Cortés, como jefe nacional, y la elección de Cecilia Patrón Laviada, como secretaria general.

La primera conferencia presencial desde el inicio de la pandemia fue ocasión para que Marco hablara de los objetivos del PAN en el 2024 y de los aspirantes presidenciales de su partido. Dijo al respecto: “Nuestro reto será corregir el rumbo de México y, para eso, buscaremos piso parejo para todas y todos los aspirantes a la Presidencia de la República”, prometió.

Ya encarrerado, hizo pública una lista de aspirantes panistas: En primer lugar mencionó a Ricardo Anaya, “hoy, perseguido político del gobierno de Morena”. Luego a los gobernadores Mauricio Vila, Yucatán; Francisco González Cabeza de Vaca, Tamaulipas; Maru Campos, Chihuahua.

Pero también a Diego Sinhue, Guanajuato, y al exgobernador de ese estado, Juan Carlos Romero Hicks. “Le he dicho a Santiago Creel que no se descarte”, reveló Marko.

El PAN, aseguró, tiene postulantes serios, con capacidad para salir a una campaña a convencer, pero que traen cartas credenciales de lo que han hecho. Una pregunta se imponía: ¿Queda descartada la posibilidad de que el PAN vaya con un candidato de la sociedad civil o uno del PRI o el PRD, si se mantiene la alianza en el 2024? “Acción Nacional ha postulado a muchísimos candidatos que no han sido militantes o que han militado en otros partidos. Por lo tanto, no es limitativo. Lo que sí les puedo asegurar es que tenemos con quiénes ganar y con quiénes bien gobernar”, respondió.

Por ahora, la caballada del azul, e incluso la de la alianza Va por México, se ve flaca. Tienen dos años para engordarla antes de definir a un candidato con perfil ganador para el 2024.

Sin pruebas ni castigo

 

Pascal Beltrán del Río
 

Bitácora del director

 

 

Con el objetivo explícito de combatir la corrupción, el presidente Andrés Manuel López Obrador la ha emprendido contra instituciones, leyes y programas heredados por su gobierno.

El problema es que, al hacerlo, casi nunca ha pasado del enunciado a las evidencias ni mucho menos a la presentación de denuncias contra los presuntos responsables a fin de que éstos sean castigados. Vayamos a sus propios dichos:

Sobre las estancias infantiles: “Era mucho el abuso y la corrupción. Supuestamente, se destinaban recursos para apoyar a la gente y ese dinero, esos apoyos, no llegaban, se quedaban en el camino o cuando llegaban se entregaba poco, porque había moche, había piquete de ojo”, (3/IV/2019).

Sobre el aeropuerto de Texcoco: “Era una obra costosísima, faraónica, movida fundamentalmente por intereses particulares, por la corrupción, el querer apoderarse de los terrenos del actual aeropuerto, (que) iban a convertir en una especie de Santa Fe, todo un negocio inmobiliario”, (17/X/2019).

Sobre la compra y distribución de medicinas: “Era un jugoso negocio que se hacía al amparo del poder público y también a costa del sufrimiento de la gente (…) No sólo se compraban caros los medicamentos, sino de mala calidad, a veces adulterados, había gente que perdía la vida por recibir medicamentos echados a perder. Entonces, era mucho el daño que se ocasionaba por la corrupción”, (20/VII/2021).

Sobre los fideicomisos públicos extinguidos: “Existían estos organismos como el Fonden, que era un barril sin fondo, porque (cuando) había una emergencia como la de Tula, entonces un grupo de proveedores cercanos a la Secretaría de Gobernación vendían sin licitación, despensas, catres, cobijas, palas, carretillas, todo a precios elevadísimos. En cada emergencia se robaban mil, dos mil, tres mil, cinco mil millones de pesos”, (8/IX/2021).

Sobre la industria eléctrica: “En el marco de la política neoliberal se inició la privatización de la industria eléctrica y esto se fue profundizando al grado que las empresas particulares, sobre todo extranjeras, lograron contratos jugosísimos, hicieron negocios a costa de los mexicanos”, (26/III/2021).

Ninguna de estas denuncias públicas de López Obrador ha sido respaldada por datos. Si hubo corrupción en esas áreas del gobierno, en sexenios anteriores, no hemos sabido quiénes son los presuntos responsables ni se ha procedido contra ellos. En ocasiones ha habido el compromiso presidencial de mostrar las evidencias –como en el caso de los fideicomisos–, pero no se ha hecho. La corrupción a la que se refiere sigue impune.

En los casos en los que sí se ha señalado a personas y presentado denuncias, el mandatario se ha anticipado a declararlas culpables sin que el juicio se haya iniciado y, obvio, sin sentencia de un juez. Por ejemplo, con motivo de los cargos presentados contra quienes han sido señalados por Emilio Lozoya, exdirector de Pemex, quien, luego de ser extraditado desde España, se convirtió en testigo colaborador.

Lozoya señaló al exsenador Jorge Luis Lavalle –quien actualmente está en la cárcel–, así como al excandidato presidencial, Ricardo Anaya, y al exdirector de Pemex, Carlos Treviño. Luego de más de un año, sus dichos no han dado lugar a otros procesos penales. A diferencia de Lozoya, quien ha gozado de libertad condicionada, Rosario Robles lleva dos años en prisión, acusada de omisión en el caso de la llamada Estafa Maestra. El encarcelamiento de la exsecretaria de Desarrollo Social –que pronto podría ser revertido mediante un amparo– se concretó mediante la presentación de una licencia de manejo falsa que un juez aceptó como evidencia.

El gobierno también ha presentado denuncias contra 31 científicos, por supuestas malversaciones en el ámbito de Conacyt, pero el Poder Judicial las ha bloqueado reiteradamente.

Con ese palmarés, el presidente López Obrador busca que el Congreso apruebe una reforma constitucional para, a decir suyo, evitar la corrupción en la industria eléctrica, y viajará a la ONU, el mes entrante, para hablar ante el Consejo de Seguridad sobre los daños que produce este mal.

Pero en esas dos tareas carga con la foto de Lozoya disfrutando de su libertad condicional en un lujoso restaurante y con el pesado fardo de aún no haber logrado evidenciar ni castigar la corrupción.

Escudriñar el pasado (I)

 

Pascal Beltrán del Río
 

Bitácora del director

 
 
Por estos mismos días de octubre, hace 48 años, la vida pública de Guadalajara había sido trastocada por los secuestros del empresario Fernando Aranguren Castiello y del cónsul honorario del Reino Unido, Anthony Duncan Williams.

Ambos fueron plagiados por sendos comandos de la Liga Comunista 23 de Septiembre, la mañana del miércoles 10 de octubre de 1973. Aranguren, cuando se dirigía en su vehículo a la fábrica en la zona industrial de Zapopan, y Duncan Williams, en su propia casa, mientras desayunaba con su familia.

En un comunicado que fue dejado en una escuela religiosa de la colonia Chapalita, la Liga asumió la responsabilidad de los secuestros y exigió, para liberar al industrial y al cónsul, que el gobierno del presidente Luis Echeverría liberara a 51 presos políticos, que debían ser trasladados a Corea del Norte, así como la entrega de 200 mil dólares.

La familia de Aranguren –un líder empresarial joven y visionario, que a los 31 años había llegado a la presidencia del Centro Empresarial de Jalisco– accedió de inmediato a pagar el rescate.

Sin embargo, el viernes 12 de octubre, dos días después de los secuestros, el gobierno federal fijó su postura por medio del procurador General de la República, Pedro Ojeda Paullada: “No pactamos con criminales”. Los presos no serían liberados.

En un lapso de seis meses, entre noviembre de 1972 y mayo de 1973, el gobierno había cedido a las exigencias de quienes tomaron como rehenes a los pasajeros de un avión de Mexicana de Aviación y de quienes secuestraron al cónsul estadunidense en Guadalajara, Terrance Leonhardy. Y a pesar de que el país aún no se reponía del asesinato, por parte de la propia Liga, del empresario regiomontano Eugenio Garza Sada, apenas un mes antes, la política del gobierno dio un giro implacable.

El 14 de octubre, la capital de Jalisco se llenó de policías traídos desde la Ciudad de México. Dos helicópteros sobrevolaban constantemente. Asustados, los captores del cónsul lo soltaron cerca de su casa, amarrado y encapuchado. Su liberación hizo crecer la esperanza de que Aranguren también sería liberado, pero eso nunca ocurrió.

En la capital, Echeverría encabezó ese domingo un mitin con Zócalo lleno para mostrar músculo político y confirmar que no habría negociación.   

“Ya está claro que el Presidente no dará su brazo a torcer, así que hagan lo que tengan que hacer”, dijo Aranguren a sus captores antes de recibir el disparo que lo mató, la madrugada del martes 16, de acuerdo con lo que me relató un exmiembro de la Liga en una entrevista en 2001. El cuerpo del empresario fue abandonado en la cajuela de un vehículo, en la colonia Arcos Vallarta, donde no fue descubierto, sino hasta el 18 de octubre.

“La muerte de Aranguren conmocionó a la ciudad, que se puso de luto”, recordó el diario El Informador en 2010. “Escuelas y empresas cerraron sus puertas y cientos de hogares colgaron un moño negro en la puerta en señal de duelo”.

Importa tener este relato en la memoria en momentos en que el gobierno del presidente Andrés Manuel López Obrador se dispone a instalar la Comisión para el Acceso a la Verdad, el Esclarecimiento Histórico y el Impulso a la Justicia de las violaciones graves a los derechos humanos cometidas de 1965 a 1990, creada la semana pasada por un decreto publicado en el Diario Oficial.

El periodo que cubre el encargo de la comisión no es anodino. En 1965 ocurrió el asalto al cuartel militar de Madera, en la sierra de Chihuahua, que inspiró a los grupos guerrilleros que tuvieron su mayor actividad en los años setenta. Y en el bienio 1988-1990, se dieron decenas de asesinatos de miembros del Frente Democrático Nacional y el Partido de la Revolución Democrática, antecedentes de Morena.

Si bien es cierto que lo sucedido en ese cuarto de siglo merece ser escudriñado, por la violencia ilegal con que el gobierno respondió a la guerrilla, no deben quedar fuera de la revisión y la búsqueda de justicia los hechos de sangre cometidos por los alzados contra personas inocentes a quienes veían como sus enemigos ni los ajustes de cuentas que hubo entre ellos mismos, como veremos aquí mañana.

Reforma electrica no pasará-

Marko Cortés Mendoza, líder del PAN, apuntó que la reforma eléctrica “no alcanzará ni la mayoría simple, ni la calificada”. Foto: Cuartoscuro

 

La reforma eléctrica no va a pasar, advirtió el líder del PAN, Marko Cortés, al señalar que el bloque opositor ya acordó no dar votos a Morena para la enmienda constitucional.

Al recibir su constancia de mayoría que lo acredita como líder del PAN hasta 2024, el panista destacó que la iniciativa es destructiva y regresiva.

Aseguró que su partido propondrá una reforma totalmente nueva que modernice el sector y potencie energías limpias, pero que también dé certidumbre a la inversión y a la generación de empleos.

 
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“La reforma morenista no va a pasar porque es destructiva, porque es regresiva, porque afecta el bolsillo de los mexicanos.

“Por todo ello nosotros no vamos y no se va a aprobar la reforma energética regresiva, pero sí estamos porque se construya una totalmente nueva que logre exactamente potencializar la generación de energías limpias, renovables y más baratas”, agregó.

Marko Cortés Mendoza apuntó que dicha reforma “no alcanzará ni la mayoría simple, ni la calificada”.

En conferencia de prensa, Cortés Mendoza aseguró que la coalición opositora “Va por México” sigue firme, aunque le pese a Morena.

Acompañado por el representante del PAN ante el INE, Víctor Hugo Sondón, el coordinador jurídico, Raymundo Bolaños y por el secretario de Comunicación, Felipe González, el presidente del PAN informó que el siguiente reto será buscar una gran coalición con la sociedad civil como la que se hizo en 2021 con Sí por México y que convirtió en la coalición Va por México, en donde estén todos los que ven que las cosas no van bien.

El reto, indicó, es “hacer que los mexicanos vean en Acción Nacional solos, coaligados, de la mano con la sociedad, la alternativa, la opción para corregir el rumbo de México y “sacar a Morena”.

Cortés Mendoza señaló que Acción Nacional debe mostrar que tiene el mejor modelo de gobierno en México, y para ello, se buscará que sus gobiernos estatales y municipales tengan un sello de garantía con las condiciones de eficiencia y capacidad para resolver los problemas de los ciudadanos.

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