Lunes, Noviembre 25, 2024
A- A A+

Banner superior a un lado de logo

Ubicacion de Anuncios, debajo de destacados, banner todo ancho

La burla

 

Yuriria Sierra

 

Nudo gordiano

 

 

Una foto. Una foto puso en evidencia a todo un aparato del Estado. Una foto y una cena. Como si nos faltaran elementos para hacer del caso Odebrecht en nuestro país uno de los expedientes más burlados, al interior y ante el ojo internacional. Un “detenido”, un implicado que no termina de ser testigo colaborador, pero tampoco se entiende como presunto culpable. Emilio Lozoya fue visto en plena cena, cero pudor, pero mucho lujo. Y nada tiene de malo el lujo, a menos de que seas un personaje acusado de recibir sobornos millonarios a costa del futuro de un país. El exdirector de Pemex fue capturado por mi colega Lourdes Mendoza, martinis y comida china. Degustando en la terraza como un comensal que tiene mucho que celebrar. Lozoya, bien vestido: la impunidad nunca lució mejor. Y se vio sorprendido por el encuentro con la periodista, a quien difama, pero que ya se defendió y emprendió una batalla legal para limpiar su nombre. Porque de eso se trata también cuando el poder es el principal activo del rival: convencer que los hechos valen más que la palabra.

El tema es que, desde su llegada a México, el exdirector de Pemex ha disfrutado de la vida, lo que pocos señalados del delito que más enfurece al Presidente. Digo, el combate a la corrupción es la bandera de la Cuarta Transformación, el diferencial con los pasados sexenios, nos dicen. Lozoya, anunciado como el personaje que revelaría detalles y nombres de las mentes malévolas más ruines, hoy sólo es el rostro de la revancha y el entretenimiento político. El único momento que ha tenido como presunto responsable fue en su detención en España, en febrero de 2020. Tras su extradición, no ha pisado la cárcel, como tantos miles de implicados en un delito, pues ha argumentado problemas de salud y su falta a la audiencia del proceso por la demanda que interpuso Lourdes Mendoza la justificó con que se encontraba en arraigo domiciliario.

“Es legal, pero es inmoral que se den estas cosas, es una imprudencia por decir lo menos, un acto de provocación porque este señor fue director de Pemex y está como testigo protegido, una gente que recibe un trato especial porque decidió dar a conocer toda la corrupción que se produjo en el sexenio anterior, incluso desde Calderón…”, aseguró ayer el presidente López Obrador. Sin embargo, es claro que ni siquiera al interior del gobierno federal conocen el estatus de la investigación o el Presidente no habría ordenado que la FGR informara en qué punto se encuentra este caso. Tras la conferencia en Palacio Nacional, casi de inmediato la Fiscalía precisó que el próximo 3 de noviembre vence el plazo dado a la defensa para desahogar pruebas, el Instituto Nacional de Migración subrayó que Lozoya cuenta con alerta en las vías de salida del país, no se vaya a fugar.

Aunque la pregunta es una, legal e inmoral, pero, ¿Emilio Lozoya no está incurriendo en un nuevo delito, fraude procesal? Argumentar arraigo para no asistir a las audiencias, pero salir y darse la gran vida... Aunque, para sorpresas, lo reveló Animal Político: “Aun cuando Lozoya tuvo que ser detenido en España, con dos órdenes de aprehensión y una ficha roja, lo único que pidió la FGR fue que no saliera del país. Para ello debía colocársele un brazalete que, por cuestiones técnicas (la señal), limita su movimiento al Valle de México…”.

 

La burla, este expediente es una burla: burla porque el gobierno que dice estar en franca guerra contra la corrupción no ha logrado una sola condena; burla porque su “detenido”, ése que presumen casi como trofeo de esta lucha, los puso en ridículo: tan sólo sentarse a la mesa de un restaurante para dejar claro que su estatus dista mucho de ser el de un procesado o un perseguido.