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Bitacora del director
Pascal Beltrán del Río
La reelección de Rosario Piedra como presidenta de la CNDH —la madrugada del miércoles, en el Senado de la República— ha dejado ver nítidamente las implicaciones de la cena que encabezó el entonces presidente Andrés Manuel López Obrador, el 5 de junio de 2023, y a la que asistieron quienes él llamaba corcholatas, es decir, las personas que palomeó para participar en una encuesta, de la que surgió la candidatura presidencial de Claudia Sheinbaum.
Dicho encuentro se llevó a cabo en el restaurante El Mayor, a unos pasos de Palacio Nacional. El pretexto fue “felicitar a Delfina Gómez” por su triunfo en la elección para la gubernatura del Estado de México, el día anterior. Sin embargo, el verdadero motivo fue dar a conocer las reglas para la sucesión.
Ante Claudia Sheinbaum, Marcelo Ebrard, Adán Augusto López y Ricardo Monreal, las cuatro corcholatas morenistas, López Obrador anunció que se realizaría una encuesta para definir la candidatura —algo de lo que él ya venía hablando desde meses atrás— y que quienes no resultaran favorecidos se convertirían en líderes de alguna de las Cámaras del Congreso o tendrían la opción de estar en el gabinete del gobierno que iniciaría sus funciones el 1 de octubre de 2024.
Hay que decir que todo lo que delineó aquella noche se cumplió. La candidatura fue para Sheinbaum, Ebrard fue de los primeros en alcanzar posición en el gabinete, y Adán Augusto y Monreal son hoy coordinadores de Morena en el Senado y la Cámara de Diputados, respectivamente.
Pero lo más importante que ocurrió en esa cena no fue poner las reglas para la obtención de la candidatura. Ésa ya estaba decidida desde antes. Tampoco los premios de consolación para los perdedores. Lo realmente relevante fue que López Obrador echó a andar entonces el mecanismo que le permitiría, desde la “jubilación”, seguir ejerciendo el mando sobre el movimiento que él fundó, y, a través de él, sobre la política nacional.
El esquema no tenía pierde, pues fue López Obrador el que decidió quiénes participarían en la contienda interna (es un decir) y, de ese modo, dejaría en las principales posiciones del Congreso a personas escogidas por él.
Esos líderes no sólo se encargaron de sacar adelante los cambios constitucionales que había impulsado el tabasqueño, sino, además, otra modificación a la Carta Magna, la de la “supremacía constitucional” —propuesta formalmente por ellos, no por la Presidenta— para blindar la reforma judicial, misma que había sido calificada por los legisladores del oficialismo como un “regalo” de despedida para López Obrador.
La madrugada del miércoles 13, día de su cumpleaños, López Obrador recibió un nuevo regalo de manos de sus legisladores: la reelección de Rosario Piedra al frente de la Comisión Nacional de los Derechos Humanos. Pese a que varios senadores morenistas se oponían, Adán Augusto se encargó de transmitir la preferencia de su paisano en forma de “decisión de Estado”, es decir, de orden tajante. Y, como le relaté aquí ayer, toda la bancada la acató. Incluso obligaron a sus integrantes hacer pública su sumisión, mostrando a los presentes por quién habían votado, a pesar de que el proceso parlamentario estaba protegido por el secreto.
Para rematar, los legisladores cantaron Las Mañanitas al expresidente, y corearon “¡Es un honor estar con López Obrador!”, dejando perfectamente claro para propios y extraños, mexicanos y extranjeros, y cualquiera que quisiera verlo, dónde reside el verdadero poder.
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BUSCAPIÉS
Las críticas del embajador estadunidense, Ken Salazar, a la política de seguridad del gobierno anterior son una muestra del endurecimiento que viene por parte de Washington. Con un pie en el estribo, el hombre del sombrero transmitió la incomodidad estadunidense con la falta de cooperación de México en materia de seguridad. Pero si sus declaraciones le resultaron enojosas, nomás espere las que vendrán de parte de Marco Rubio, Kristi Noem, Matt Gaetz, Tom Homan y compañía.
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Viernes, Noviembre 15, 2024