Trump: todo el power Imprimir Correo electrónico Bitácora del director Pascal Beltrán del Río WASHINGTON, DC.— El escenario que más temíamos se produjo. Llevamos meses hablando de las probabilidades de un regreso de Donald Trump a la Casa Blanca y los riesgos que esto entrañaría para México pero, en el fondo, muchos pensábamos que sucedería como en las películas, que, al final, el peligro se conjuraría y saldría de nuevo el sol. Pero no. Aquí estamos frente a un inminente segundo periodo de gobierno de Trump. Desde luego, su triunfo en las elecciones del martes siempre fue una posibilidad, pero falta que me presenten a quien haya pronosticado que iba a ser tan apabullante. Su movimiento político –MAGA, Make America Great Again– no sólo se llevó la elección presidencial, sino que arrebató el Senado a los demócratas. Y todo indica que retendrá la Cámara de Representantes. Y la Suprema Corte, a la que Trump ya había movido a la derecha durante su primer periodo, podrá ser apuntalada por juristas conservadores durante este segundo periodo. Muy al estilo de lo que sucede en México, el trumpismo tendrá todo el poder, al menos en los primeros dos años de mandato. Ya veremos si las instituciones democráticas estadunidenses resisten esta avalancha populista o colapsan como ya ocurrió en México. El Trump que regresa es más impetuoso. En su primer paso por la Presidencia se dejó guiar por políticos experimentados. Con casi todos terminó peleado. Entre ellos, Mike Pence, su vicepresidente; John Kelley, jefe de asesores; John Bolton, asesor de Seguridad Nacional; Mark Milley, jefe del Estado Mayor Conjunto; James Mattis, secretario de Defensa; Rex Tillerson, secretario de Estado, y James Comey, director del FBI. Este Trump no tendrá la autocontención que desarrollan los políticos que aspiran a la reelección, él ya la logró. No procurará complacer a los medios, porque está confrontado con la mayoría. Tampoco se preocupará por su imagen, ya que, después de los juicios y el escrutinio que ha enfrentado, no quedan muchos aspectos secretos de su vida. Así que, como gobernante, no tendrá los escrúpulos de los hombres que se saben vulnerables. Todo esto tendrá consecuencias para México. “Una personalidad con tantos rencores, sin ningún contrapeso, desanclada de principios puede causar muchas fracturas”, me dijo ayer un exalto funcionario mexicano a quien consulté sobre el sorpresivo triunfo del republicano. Como demostró en su primer paso por la Casa Blanca, Trump tiene una gran capacidad para poner en estrés a la economía mexicana. El tipo de cambio se mueve por una sola declaración suya. Hace unos días, en un cierre de su campaña electoral, advirtió que contemplaría poner aranceles de hasta 100% a las exportaciones mexicanas si la presidenta Claudia Sheinbaum no detenía “el embate de criminales y drogas” contra su país. Una de sus principales promesas como candidato fue realizar una deportación masiva de migrantes indocumentados. Hay quien piensa que esas amenazas fueron parte de la retórica de la campaña. Que la relación con México es tan importante para Estados Unidos que sería suicida afectarla. Puede ser que tengan razón, pero creo que ese argumento implica un grado de responsabilidad que a menudo no aparece en los procesos de decisión del próximo Presidente estadunidense. Yo creo que más vale tomar en serio las palabras de Trump. No basta con apostar a que “va a haber una buena relación” y que “no debe haber preocupaciones”. Ahora que un segundo cuatrienio trumpista es un hecho y no sólo una especulación, habría que evitar construir fuentes propias de incertidumbre y tomar la iniciativa relatando en Estados Unidos las ventajas que las personas de uno y otro lado de la frontera obtienen de la intensa relación comercial de los dos países. ¿Cuántos consumidores estadunidenses sabrán que gozan de precios accesibles, en muchos productos, gracias a esos intercambios? ¿Cuántos exportadores estadunidenses se quedarían sin dónde ofrecer sus productos si se materializaran las amenazas de Trump? ¿Por qué no lo estamos diciendo? Los siguientes dos meses van a ser claves para negociar con el próximo inquilino de la Casa Blanca y evitar afectaciones a la economía del país. El horno no está para bollos.
Pascal Beltrán del Río WASHINGTON, DC.— El escenario que más temíamos se produjo. Llevamos meses hablando de las probabilidades de un regreso de Donald Trump a la Casa Blanca y los riesgos que esto entrañaría para México pero, en el fondo, muchos pensábamos que sucedería como en las películas, que, al final, el peligro se conjuraría y saldría de nuevo el sol. Pero no. Aquí estamos frente a un inminente segundo periodo de gobierno de Trump. Desde luego, su triunfo en las elecciones del martes siempre fue una posibilidad, pero falta que me presenten a quien haya pronosticado que iba a ser tan apabullante. Su movimiento político –MAGA, Make America Great Again– no sólo se llevó la elección presidencial, sino que arrebató el Senado a los demócratas. Y todo indica que retendrá la Cámara de Representantes. Y la Suprema Corte, a la que Trump ya había movido a la derecha durante su primer periodo, podrá ser apuntalada por juristas conservadores durante este segundo periodo. Muy al estilo de lo que sucede en México, el trumpismo tendrá todo el poder, al menos en los primeros dos años de mandato. Ya veremos si las instituciones democráticas estadunidenses resisten esta avalancha populista o colapsan como ya ocurrió en México. El Trump que regresa es más impetuoso. En su primer paso por la Presidencia se dejó guiar por políticos experimentados. Con casi todos terminó peleado. Entre ellos, Mike Pence, su vicepresidente; John Kelley, jefe de asesores; John Bolton, asesor de Seguridad Nacional; Mark Milley, jefe del Estado Mayor Conjunto; James Mattis, secretario de Defensa; Rex Tillerson, secretario de Estado, y James Comey, director del FBI. Este Trump no tendrá la autocontención que desarrollan los políticos que aspiran a la reelección, él ya la logró. No procurará complacer a los medios, porque está confrontado con la mayoría. Tampoco se preocupará por su imagen, ya que, después de los juicios y el escrutinio que ha enfrentado, no quedan muchos aspectos secretos de su vida. Así que, como gobernante, no tendrá los escrúpulos de los hombres que se saben vulnerables. Todo esto tendrá consecuencias para México. “Una personalidad con tantos rencores, sin ningún contrapeso, desanclada de principios puede causar muchas fracturas”, me dijo ayer un exalto funcionario mexicano a quien consulté sobre el sorpresivo triunfo del republicano. Como demostró en su primer paso por la Casa Blanca, Trump tiene una gran capacidad para poner en estrés a la economía mexicana. El tipo de cambio se mueve por una sola declaración suya. Hace unos días, en un cierre de su campaña electoral, advirtió que contemplaría poner aranceles de hasta 100% a las exportaciones mexicanas si la presidenta Claudia Sheinbaum no detenía “el embate de criminales y drogas” contra su país. Una de sus principales promesas como candidato fue realizar una deportación masiva de migrantes indocumentados. Hay quien piensa que esas amenazas fueron parte de la retórica de la campaña. Que la relación con México es tan importante para Estados Unidos que sería suicida afectarla. Puede ser que tengan razón, pero creo que ese argumento implica un grado de responsabilidad que a menudo no aparece en los procesos de decisión del próximo Presidente estadunidense. Yo creo que más vale tomar en serio las palabras de Trump. No basta con apostar a que “va a haber una buena relación” y que “no debe haber preocupaciones”. Ahora que un segundo cuatrienio trumpista es un hecho y no sólo una especulación, habría que evitar construir fuentes propias de incertidumbre y tomar la iniciativa relatando en Estados Unidos las ventajas que las personas de uno y otro lado de la frontera obtienen de la intensa relación comercial de los dos países. ¿Cuántos consumidores estadunidenses sabrán que gozan de precios accesibles, en muchos productos, gracias a esos intercambios? ¿Cuántos exportadores estadunidenses se quedarían sin dónde ofrecer sus productos si se materializaran las amenazas de Trump? ¿Por qué no lo estamos diciendo? Los siguientes dos meses van a ser claves para negociar con el próximo inquilino de la Casa Blanca y evitar afectaciones a la economía del país. El horno no está para bollos.