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Recuerdos del béisbol de antaño.II

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En esta ocasión recordamos a Barney Clinton Serrel mejor conocido en el ambiente beisbolero como el Grillo Serrell, que pocos saben pudo ser el primer pelotero de origen afroamericano en ser contratado en las ligas mayores.

Hoy sabemos que Jackie Robinson  fue el primero en jugar en las ligas mayores que hasta entonces sólo era  para peloteros blancos. 

Según informaciones norteamericanas  el “grillo” era conocido como William C. “Bonnie” Serrell en las ligas negras, y jugaba en la segunda base, tercera base y primera base, un utility; bateaba del lado de los zurdos aunque él era diestro y obviamente lanzaba con la derecha.

Cuando yo lo conocí me impresionó su delgadez, y con  ello se veía mucho muy larguirucho, y ya andaba por los 37 años, medía 1.80 metros y para los mexicanos estaba muy alto, pero, en fin, él se destacaba por ser un buen bat y que corría como liebre, además era muy simpático y querido por la afición de los Cañeros de Los Mochis con quien jugó en la liga de la costa del pacifico, aunque jugó también con otros equipos de esta liga, Guaymas, Tomateros y Venados, según los que recuerdo.

La historia nos dice que jugó con Guaymas en la temporada 1947-48 para entonces ya tenía 27 años, y fue un éxito ya que le peleó el campeonato de bateo al gran right fielder de Venados de Mazatlán “Mala” Torres; pero “el grillo” fue cargado en hombros como los toreros al ganar Guaymas el banderín de campeones, ya que lideró varios departamentos de bateo, sobre todo era un seguro empujador de carreras y esa temporada mandó a homeplate 61 que son muchas, si consideramos que las series eran de tres juegos por semana y se jugaba de día. Por ello fue nombrado el pelotero más valioso.

Con Guaymas estaban entonces  Manuel “la Gitana” Magallón y Pancho Alcaraz de quienes hablamos ayer.

Fue en la temporada 1957-58 cuando jugando con los Cañeros ocurrió lo que a continuación contaré: una  tarde de domingo mi tío Octavio Padilla, que era un chamacón, me llevó al béisbol, cosa que no era nueva para mí porque mi papá me llevaba muy seguido a su palco en el área de sombra, que era sólo para los pudientes, y mi tío me llevó a sol izquierdo, que era donde iban los más jodidos, era la zona barata, allí estaba la raza brava y era el lado donde bajo las gradas se localizaba el dogout de los visitantes, y era allí donde las malas palabras en contra de ellos se escuchaban a cada rato, y claro, peloteros como el Huevito Álvarez que les mentaba la madre a los aficionados, eran el blanco de las pullas de los fans cañeros, al “huevito” le gritaban “CHIVO”,  que como usted debe saber en aquellos años era una ofensa peor que un madrazo.

Pues bien, cerca de donde estábamos mi tío y yo, había un par de borrachos que gritaban por todo, y cantaban, y maldecían, uno de ellos era Chicochon y el otro era Barrabás, ambos obreros del ingenio azucarero de Los Mochis, ellos desde el juego de la mañana  habían empezado a curarse la cruda, de manera que ya para la tarde estaban bien happyes, así que la raza se divertía con ellos a ´placer y les “disparaban” sus cervezas bien frías, entonces rifaba la cerveza de cuartito Carta Blanca; y donde nos encontrábamos mi tío y yo estaba una cerca de malla metálica  ciclónica que dividía el área de sombra y la del sol izquierdo.

 Por allá en la quinta entrada había corredores en tercera y primera por los Cañeros y el sonido local anunció: “Carta Blanca informa, a la caja de bateo ´por los Cañeros el número 19 Barney “Grillo” Serrell, segunda base. Serrell al bat.” El grillo llegó a la caja de bateo y algo le dijo al umpire se acomodó por el lado de los zurdos y a esperar que el pitcher se limpiara los spikes del lodo que traía,

“Barrabas” que estaba atrás de nosotros esperando que el vendedor le entregara una cerveza, comentó en voz alta, “como hace que no le veo un jonrón al Grillito” y acto seguido se acercó a la malla divisoria y le gritó: ¡Hey Grillo, pega jonrón, Barrabas manda, paga y ordena”.

Su petición se escuchó en un buen tramo del estadio pues era de voz potente y casi de inmediato sonó el bat del Grillo y la pelota empezó a volar hacia el right fielder y fue a estrellarse en la barda grande del estadio Mochis, que así se llamaba.

Yo no sé si el Grillo lo escuchó o no, lo cierto es que le dio sólido a la pelota por el right fielder, fue un señor garrotazo. Y dije la barda grande porque después de la barda chica que es la que delimitaba el terreno de juego, había un espacio como de cinco metros baldío y luego la barda perimetral de ladrillo.

Tres carreras entraron en ese inning empujadas por el gran Grillo Serrel y Barrabás se quedó con las ganas de correr a abrazar al ídolo afroamericano porque se quiso brincar por el rumbo del dogout visitante y un policía que allí estaba no lo dejó.

Los aficionados de sol izquierdo estaban locos de contentos comentando la coincidencia, (una mujer a la que le conté lo anterior muchos años después, me dijo: no fue coincidencia, fue diosidencia) y eso sí, sobró quien le disparara una cerveza a Barrabás y otra para Chicochón, faltaba más, era su gran amigo y si uno tomaba, el otro no se podía quedar nomás mirando.

Y desde ese día inolvidable, Barrabás les gritaba a los Cañeros, “Leña, leña, leña, Cañeros, Barrabas, manda, paga y ordena”, que fue durante muchos años el grito de apoyo que la afición daba a sus Cañeros, que por cierto ha quedado en el olvido.

En ese juego dio homerun también mi ídolo León “Duke “ Carmell de quien luego platicaremos.

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