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El deporte entre salvajes.Abrazos NO PELOTAZOS

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EL DEPORTE ENTRE SALVAJES. ABRAZOS NO PELOTAZOS.

Un gran escándalo han armado algunos medios de comunicación por lo sucedido anoche en Los Mochis en el juego de béisbol entre los visitantes Naranjeros de Hermosillo y los locales Cañeros de Los Mochis. 

Resulta que el pitcher Daniel Duarte entro a relevar y un lanzamiento que le hizo al cubano Yadiel Hernández, bateador zurdo,   le dio en el muslo derecho y la reacción del bateador fue lanzarle el bat al pitcher quien saltó y evitó el golpe, para  inmediatamente después correr a querer cambiar golpes con el naranjero. Previamente  el bateador golpeó al cátcher Carlos Soto. Total se armó la “bronca” entre los dos equipos pero no pasó a mayores. Un buen rato después se reanudó el partido y los naranjeros devolvieron el golpe al tirarle deliberadamente al primera base cañero Josuan Hernández y pegarle en la nalga izquierda; aunque éste no hizo nada para devolver el golpe, los dos equipos armaron otro zipizape que no pasó a mayores.

Surge entre la gente de la PRENSA  los comentarios sobre si los pitchers obedecieron órdenes de los  managers de golpear a los bateadores o si fueron accidentales.

En el primer caso al parecer no fue intencional, pero en el segundo si se vio deliberado y eso en estos tiempos no se ve como algo aceptable.

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La cuestión es que en los deportes profesionales que apreciamos por la TV hemos visto  que las incapacidades de los jugadores se advierten cuando agreden a sus contrincantes, generalmente en forma traicionera y cobarde y se ha llegado a lastimarlos seriamente al grado de llevarlos a la sala de cirugías y en algunos casos a que los jugadores ya no puedan seguir jugando al nivel en que se encontraban antes del incidente, que no accidente.

Recordemos que Alberto Joachin, un pitcher veracruzano, de Cosamaloapan para más señas, jugaba para los Cañeros de Los Mochis y era el pitcher estrella, cuando un domingo en la mañana se enfrentó a los Ostioneros de Guaymas teniendo como rival en el montículo a Pancho Ríos, un jovencito que pintaba para jugar en la gran carpa, ya que poseía una recta de casi 100 millas /hora. Joachin fue a batear, no se estilaba entonces que hubiera el BD, y con hombres en posición de anotar Memo Garibay el manager lo mandó a tocar la pelota. Fue entonces que Pancho Ríos le soltó un lanzamiento de alta velocidad que le dio en la cabeza a Joachin.

El jarocho quedó noqueado encima del homeplate y el masajista de los Cañeros le aplicó alcohol en la nariz para despertarlo y nada, le puso hielo en la cabeza y nada, entonces pidió la asistencia de un Médico. El caso es que se tuvo que llamar  a la Cruz Roja que varios minutos después lo llevo al Sanatorio Mochis, del Dr. Crisóforo Covarrubias, que era de lo mejor que había entonces en los 60s. Allí estuvo hospitalizado Joachin como dos semanas y después de eso, no recuerdo que haya lanzado otro partido en esa temporada, pero lo que sí puedo asegurar es que nunca más fue el lanzador estrella que era antes del golpe en la cabeza.

Pancho Ríos es recordado por haber descalabrado a muchos bateadores contrarios, “el rompecascos” le decían los peloteros, otros “el loco” porque aseguraban que lo estaba. Yo como nunca lo traté, no puedo asegurarlo.

Lo cierto es que  entre los cronistas y aficionados se habla de las reglas no escritas del béisbol, tales como golpear al siguiente bateador después de recibir jonrón, o barrerse fuerte en la segunda base para romper el doble play o hacer todo lo ilícito que se te ocurra con tal de ganar un partido de béisbol. Como robar las señales del cátcher, o de los coaches, hasta la poco usada treta de la bola escondida, que en los 50s. se usaba todavía.

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Sucedió en Los Mochis, también jugando contra Hermosillo, lanzaba Panchillo Ramírez Conde, el potosino de la mano embrujada, y en la misma primera entrada tenía dos hombres en base con un out y a batear venía Héctor Espino González, el niño asesino de Chihuahua, y éste la noche anterior le había dado jonrón con casa llena al pitcheo cañero y Memo Garibay le ordenó a Panchillo que lo pasara mediante el clásico pelotazo, pero Panchillo desobedeció a Garibay y no lo golpeó, al contrario le pitcheó y ante la algarabía del público lo ponchó después que Espino le había conectado una línea arriba de la tercera base que milagrosamente cayó en terreno de foulball.

Garibay muy molestó multó a Panchillo por la desobediencia, pero el pitcher estrella de los Cañeros amenazó con dejar a los Cañeros y los directivos obligaron a Memo Garibay a cancelar la multa.

Panchillo que era muy amigo de mi tío Octavio Padilla le hizo el comentario de lo acontecido en ese juego y subrayó que para él un pitcher que golpeaba intencionalmente a un bateador, era un cobarde y, él siempre procuró ser amigo de los jugadores de otros equipos, porque, decía, al rato da vueltas el mundo y te los encuentras en otros equipos como compañeros y ellos, te hacen ganar o perder un juego.

Ciertamente, Panchillo era compañero de equipo de Héctor Espino en Monterrey y además grandes amigos, y no iba a poner en juego la amistad por un momento del juego en que como deportista tiene que demostrar que puede vencer al rival con sus facultades, en este mundo no hay seres perfectos y Espino falló muchas veces y en otras causó admiración y la historia lo tiene y mantendrá por muchos años, por los números que logró en su paso por el béisbol de paga, y además porque fue una persona muy humana, de gran personalidad e inteligencia. Lo conocí y me consta.

El cronista de Hermosillo Jesús Alberto Rubio, lanza la interrogante, respecto a la guerra de pelotazos que se dio después de lo que hizo el cubano jardinero derecho de Naranjeros, si hubiera estado manejando Vinny Castilla, ausente, en vez del ex cátcher Gerónimo Gil, ¿hubiera ordenado el siguiente pelotazo al primera base de los Cañeros?.. En mi opinión: Vinny es inteligente y no lo hubiera hecho.

Nadie podría asegurar que el pitcher cañero tuvo la intención de golpear al cubano deliberadamente y esos pelotazos ocurren en todos los juegos, como pasó con los wild pitchs que lanzaron los pitchers cañeros para perder el juego de anoche. Así que el problema fue la reacción humana del cubano, que seguramente trae el salvajismo incrustado en su cerebro como forma de juego normal en Cuba, que siguen con sus reglas no escritas del béisbol.

Opinamos que el baseball salvaje debe desaparecer en bien de los propios peloteros, pues un pelotazo intencional como los que lanzaba Pancho Ríos ocasionan carreras truncas y gente que pudo llegar a más en el béisbol profesional, cortó su carrera, por culpa de un loco.

Así que el jalón de orejas no debe ser para el cubano Hernández solamente, sino para los managers que acostumbran ordenar golpear a los bateadores como estrategia beisbolera. Abrazos no pelotazos, dijo ya chaves quien.

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