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Historia y Cultura

Con portada nueva de la revista “Siempre”, Beatriz Pagés aclara que su intención no fue herir a la comunidad judía

La directora de la revista publicó una portada nueva con un mensaje en el que asegura que no fue su intención herir a la comunidad judía sino oponerse al “régimen autoritario que gobierna el país”

Beatriz Pagés, directora de la revista “Siempre”. Foto: Twitter @PagesBeatriz

Beatriz Pagés, directora de la revista “Siempre”. Foto: Twitter @PagesBeatriz
NACIÓN| 10/12/2023 |12:13 |Actualizada
 
12:13
 
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Gabriel Rojas
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Luego de la polémica generada por la portada de la revista “Siempre”, que en su portada del viernes 8 de diciembre mostró una ilustración de la silueta de la precandidata Claudia Sheinbaum con una cinta roja con la esvástica nazi, su directora Beatriz Pagés aclaró que su intención no fue ofender a la comunidad judía.

En un mensaje en sus redes sociales, Pagés publicó una portada nueva de la revista con un mensaje en el que asegura que no fue su intención herir a la comunidad judía sino oponerse al “régimen autoritario que gobierna el país”.

 

“Nunca fue nuestra intención herirla con la portada publicada en el número 3678 de este semanario. El propósito fue- como lo dice con toda claridad el editorial- oponernos al régimen autoritario que gobierna el país, que de consolidarse en el 2024 pondría en riesgo las libertades y derechos humanos de todos, incluso de quienes han hecho de la portada una interpretación sesgada e interesada”, señala el texto que se acompaña con la imagen de una rosa blanca y que hace referencia al número 3678 de la publicación, que generó el rechazo de la comunidad judía, así como de académicos e intelectuales. 

Señala que la nueva portada “es un testimonio del respeto, admiración y solidaridad con la Comunidad Judía de México”.

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La infamia de Siempre

 

Yuriria Sierra

Yuriria Sierra

Nudo gordiano

 

  • Quienes idearon esta infame portada quizá no midieron el daño que provocarían...

La revista Siempre, de larga trayectoria en México, ha vuelto a ser noticia por una portada que ha provocado un escándalo y una ola de condenas. La portada, que muestra una silueta de Claudia Sheinbaum, precandidata de Morena a la Presidencia, con una tira de suásticas en la parte superior, es un claro ejemplo de discurso de polarización y odio políticos, banalización del sufrimiento de los sobrevivientes del Holocausto y afrenta contra la comunidad judía de México y del mundo.

La suástica es un símbolo de odio y violencia que representa la ideología nazi y el Holocausto, que provocó la muerte de millones de personas, entre ellas seis millones de judíos. Utilizar este símbolo para representar a una persona de origen judío es un acto no sólo de infamia y discriminación, sino de ruindad que no puede ser tolerado.

Siempre ha intentado justificar la portada argumentando que era una crítica al régimen autoritario que, según la revista, representan Morena y Sheinbaum. Sin embargo, esta justificación es absurda y resulta aún más ofensiva. La suástica no es un símbolo del autoritarismo, sino del nazismo, antisemitismo y genocidio.

La libertad de expresión, uno de los pilares fundamentales de cualquier democracia, se torna peligrosamente distorsionada cuando cae en las garras de la intolerancia y el discurso de odio. La elección de utilizar una suástica es más que una simple provocación; es una afrenta grotesca a la memoria de quienes padecieron el horror de esos tiempos oscuros. La comunidad judía, no sólo en México sino en el mundo, merece respeto y consideración, especialmente en un contexto político donde las diferencias ideológicas deberían debatirse con argumentos (que también escasean en las mañaneras de AMLO), no con símbolos que evocan tanto sufrimiento.

Y, claro, esta portada no sólo pretende atacar la candidatura de Claudia Sheinbaum, sino que también arroja un manto de sombras sobre la participación política de las mujeres. Es un ejemplo flagrante de violencia política de género, donde la crítica legítima se desvanece ante la degradación sexista y despectiva. La política debe ser un terreno de las ideas y las propuestas, no de ataques viles y abyectos.

Las condenas, tanto de simpatizantes como de opositores, han sido unánimes. La sociedad, en su diversidad, ha rechazado esta expresión de odio y ha levantado la voz en defensa de valores democráticos fundamentales. Sin embargo, la pregunta persiste: ¿Cómo llegamos a un punto donde la confrontación política desciende a niveles tan bajos? Sabemos bien que muchos ataques arteros e infundados han salido de Palacio Nacional, pero nunca de su candidata a la Presidencia. Y, además, intentar contestar con este tipo de lamentable portada editorial es la peor de las ideas en un ambiente de polarización como el existente.

El periodismo tiene la responsabilidad de informar, cuestionar y desafiar, pero también de hacerlo con ética y respeto. La portada de Siempre, en lugar de aportar al debate, se convierte en un ejemplo de lo que no deberíamos permitir en una sociedad democrática.

 

 

 

 

 

Claudia Sheinbaum, más allá de su afiliación política, es una representante legítima de miles de personas que buscan un cambio. La crítica, cuando es justa y fundamentada, es esencial para la salud democrática, pero la infamia disfrazada de periodismo socava los cimientos mismos de nuestro sistema.

Es imperativo que, como sociedad, defendamos la dignidad y respeto que merecen todos los individuos, independientemente de su origen, género o creencias políticas. La respuesta a la intolerancia no debe ser el silencio, sino una condena unánime que resuene alto y claro, recordándonos que, incluso en medio de la polarización política, hay límites éticos que no deben cruzarse.

Quienes idearon esta infame portada quizá no midieron el daño que provocarían, no a la imagen de Claudia, sino a la convivencia política, a nuestras libertades democráticas, a las mujeres en general y, en especial, a la memoria de las incontables víctimas anónimas de la barbarie nazi. Ojalá algún día pidan perdón. (Eso sí que sería diferente, eso sí que sería un acto inteligente como oposición).

La familia Guzmán Loera

 

 

Jorge Fernández Menéndez

Jorge Fernández Menéndez

Razones

 

El domingo murió la señora Consuelo, la madre de Joaquín El Chapo Guzmán y abuela de los Chapitos. Cuarenta y ocho horas antes se había dado un enfrentamiento de los más violentos de la historia reciente en nuestro país: toda una comunidad en Texcaltitlán, Estado de México, se levantó a matar o morir contra los narcotraficantes de la Nueva Familia Michoacana (un grupo con buena relación con el Cártel de Sinaloa) hartos de ser extorsionados por los criminales y de ser ignorados por las autoridades. El saldo fue de 14 muertos, 10 sicarios y cuatro pobladores.

El presidente López Obrador el sábado y el domingo estuvo en la zona de control de la Nueva Familia Michoacana, en Tierra Caliente, Guerrero, y en Tejupilco, Estado de México. No dijo una palabra sobre esos grupos criminales. En la mañanera de ayer tampoco abordó el tema, se limitó a decir que se está investigando lo sucedido en Texcaltitlán y que ya está en la zona la GN.

Pero sí tuvo tiempo de hablar de la muerte de doña Consuelo, la madre de El Chapo Guzmán, y abuela de los Chapitos. Dijo que tenía respeto por ella y consideración por todos sus familiares. Olvidó decir que cuatro de sus hijos y otros cuatro de sus nietos han sido personajes notables en el mundo del narcotráfico y han ordenado y ocasionado la muerte de miles de mexicanos.

 
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Qué bueno que tiene consideración por su familia. Pero, si hubiera un concurso de lambisconería, ése lo ganó Jenaro Villamil, el conspicuo director del Sistema Público de Radiodifusión del Estado Mexicano, que escribió para redes sociales que la señora Consuelo era “una mujer sencilla”, que “siempre negó que su hijo fuera capo del narcotráfico”. Es vergonzoso.

No sé si la madre de El Chapo Guzmán era una mujer sencilla, quizás sí, porque nunca quiso irse de su rancho de La Tuna (algunos dicen que nunca se fue de allí por la seguridad que el Cártel de Sinaloa tiene en la zona) ahí en Badiraguato, la pequeña ciudad que el presidente López Obrador ha visitado seis veces este sexenio, pero el hecho cierto es que cuatro de sus hijos han sido y siguen siendo parte central del narcotráfico en el país: Joaquín, Arturo, apodado El Pollo y asesinado en el penal del Altiplano; Aureliano, llamado El Guano y uno de los principales operadores actuales del cártel (le apodan El señor de la sierra y la recompensa de Estados Unidos por él es de cinco millones de dólares), un personaje particularmente violento y acusado de haber ordenado la muerte de un medio hermano, Ernesto Guzmán Hidalgo, por la sospecha de que había filtrado información que ayudó a la segunda captura de El Chapo.

El otro hermano es Miguel Ángel, que estuvo once años preso en Estados Unidos y al quedar en libertad regresó a México y se puso bajo las órdenes de El Guano. Por encima de ellos están los sobrinos que fueron educados en buena medida por El Pollo y El Guano. Son los Chapitos, los hijos de El Chapo: Iván Archivaldo, Ovidio, Édgar y Jesús Alfredo. Otro hijo, Joaquín, fue muerto en Culiacán en lo que se consideró un error de sicarios de El Mayo, que lo confundieron con un miembro de los Beltrán Leyva.

A la familia de la señora Consuelo ha llegado la consideración presidencial, esta misma familia que acabamos de describir. Pero asombra que no hay ni una palabra sobre los comuneros de Texcaltitlán, que tuvieron que enfrentarse a costa de su propia vida con los criminales que, hoy, siguen controlando buena parte del Estado de México, Michoacán, parte de Morelos y Guerrero. Casualmente estados gobernados también por Morena.

 

LA OTRA CARA

Mientras se cruzan los abrazos y consideraciones por el fallecimiento de la señora Consuelo, hay hombres y mujeres que se juegan la vida para combatir a la familia de El Chapo. Este fin de semana fue detenida una muy importante célula del Cártel de Sinaloa en una operación simultánea realizada en Hermosillo, Sonoyta y San Luis Río Colorado, en Sonora, y en Mexicali, Baja California. Era una banda integrada por cuatro hombres y dos mujeres, que se dedicaba al secuestro, la extorsión, los asesinatos por encargo y el tráfico de indocumentados, además del narcomenudeo.

Trabajaban con los choferes de autobuses o camiones que transportan gente a la frontera, quienes les proporcionaban los datos de los migrantes, los interceptaban, secuestraban y pedían rescate a sus familias. Las llevaban a unas cuevas ubicadas en el tramo carretero de San Luis Río Colorado-Sonoyta, lugar en el que eran sometidos a condiciones terribles, incluyendo niños. Pedían mínimo dos mil 500 dólares de rescate por persona. Los que eran liberados eran abandonados a su suerte en el desierto.

Estaban relacionados con el secuestro de 135 migrantes que fueron liberados el 6 de mayo de 2023, en El Mezquite, en San Luis Río Colorado; en el secuestro de una persona de nacionalidad italiana, el 11 de julio de 2023; también en el de una familia salvadoreña ocurrido el 28 de febrero de 2023. Y en numerosos otros secuestros y desapariciones de familias completas de China, El Salvador, la India, el Ecuador, y Honduras, entre julio y diciembre de este año.

Según las autoridades, obtenían utilidades cercanas a los 100 millones de dólares mensuales y reportaban directamente con Iván Archivaldo Guzmán.

AMLO y las “Cinco T” de Xóchitl

Francisco Garfias

Francisco Garfias

Arsenal

  • Al presidente López Obrador le estorban los contrapesos y la rendición de cuentas. Es una verdad que no necesita ser comprobada.

En el último año de su gobierno vemos cómo quiere desmontar todo ese “aparato” integrado por órganos autónomos que, asegura, fue creado paralelo al gobierno “para tener el control de todas las decisiones del poder público”.

No se conforma con haberles reducido el presupuesto en el 2024, sino que ya anunció que, antes de irse, enviará al Congreso una iniciativa para desaparecer los citados órganos autónomos “que no le sirven al pueblo y están al servicio de las minorías”. 

Mencionó, en primer lugar, al Inai, encargado de la transparencia, el acceso a la información y la protección de tus datos personales.

A ese instituto lo ha ido mermando poco a poco. Ya sólo tiene cuatro de los siete comisionados que integran su pleno.

Los senadores, facultados para designar sustitutos de los que terminaron su periodo, tienen prohibido elegirlos, a pesar de que una resolución de la SCJN les ordena hacerlo antes del 15 de diciembre próximo.

El Inai está incompleto desde abril de 2022.

 

 

 

La CRE, que regula el mercado en materia energética (electricidad e hidrocarburos), también está en su lista de órganos que quiere eliminar. A esa lista se agrega el Instituto Federal de Telecomunicaciones, que vigila el uso y explotación del espectro radioeléctrico, las redes y la prestación de los servicios de telecomunicaciones y la radiodifusión en México.

Y la Cofece, órgano encargado de garantizar las condiciones de libre competencia en los mercados.

* No hay duda de que AMLO siempre ha querido manos libres para manejar a su antojo todas esas áreas. La bronca es que Morena y rémoras no tienen mayoría calificada (dos tercios de los votos) en el Congreso para reformar la Constitución.

¿Será que hoy cuenta con los legisladores de Movimiento Ciudadano y algunos de otros partidos para liquidar los citados órganos autónomos?

Le preguntamos al senador Damián Zepeda, cuyo conocimiento de los temas nacionales está fuera de duda, sobre el anuncio de AMLO: “Bajo ningún motivo le vamos a dar los votos para poder acabar con los órganos autónomos en este país. Estos fueron creados bajo la lógica de que había funciones que eran de Estado y no de gobierno.

“Los temas son tan importantes que requieren despolitizarse, porque en muchos de esos casos regulaban o tenían competencia sobre el propio gobierno. En el Inai, por ejemplo, la mayor parte de las solicitudes de información son hacia el propio gobierno.

“Los ciudadanos quieren saber cómo el gobierno utiliza el dinero público. Si la decisión de cómo se gasta depende de ellos, no tendrías tú un lugar objetivo dónde buscar. Tu derecho a la información quedaría desprotegido. Por eso hace todo el sentido del mundo que el Inai tenga autonomía”, explicó.

Dijo más: “En telecomunicaciones también se consideró siendo una materia con tanto interés económico particular, lo adecuado es tener una instancia que tenga un régimen de independencia. Lo que quiere el Presidente es él mismo regularse y tomar decisiones”, puntualizó.

La diputada María Elena Pérez-Jaén, alguna vez comisionada de lo que hoy es el Inai, sintetizó la idea de desaparecer los órganos autónomos en dos palabras: “Es estúpido”.

* Xóchitl Gálvez se comprometió ayer a no decirle al Presidente “¡cállate, chachalaca!”. Porque le parece una falta de respeto.

“A diferencia de usted —subraya la precandidata presidencial de oposición en un video—, yo sí respeto las leyes, las instituciones y la investidura presidencial”.

Lo que sí enumeró es lo que debe hacer, “las cinco T”:

1.- Tome la Constitución en serio, como la Ley Suprema que prometió cumplir.

2.- Trate al Tribunal Electoral como un organismo del Poder Judicial y respete la división de poderes.

3.- Tolere la voluntad de los ciudadanos que piensan distinto a usted.

4.- Tranquilice sus ansias de meterse en las campañas.

5.-Trabaje de Presidente y no de jefe de campaña de su precandidata.

Suena bien, ¿no?

* La muerte de la mamá del Chapo Guzmán mereció ayer un sentido comentario de López Obrador en la mañanera.

“Cualquier ser humano que pierde la vida merece respeto y también consideración a sus familiares, a todos los que pasan por esos trances. Nada humano me es ajeno y no hay que odiar”, aseguró. Lo dice el hombre que todos los días atiza el odio entre clases: el hombre que ha hecho de la opacidad la zona más truculenta de la 4T.

Ese respeto y consideración hacia los familiares de la mamá del Chapo no la tuvo el mandatario con los seis jóvenes estudiantes recientemente asesinados en Celaya, Guanajuato. Peor. Los acusó de estar metidos en drogas, lo cual ya quedó plenamente desmentido.

No tengo derecho a fallar

 

 

María Amparo Casar

María Amparo Casar

A juicio de Amparo

 

El Presidente ha mantenido su popularidad en altos niveles. Según Consulta Mitofsky, al cierre del quinto año de gobierno López Obrador tiene 56.5% y, según Reforma, 62%. No es inédito. Zedillo marcaba 67%, Fox 62% y Calderón 64%. La excepción fue Peña Nieto, con tan sólo 25% de aprobación.

No recuerdo si los presidentes anteriores presumían su alta aprobación, pero, la verdad, es irrelevante. La popularidad no se traduce necesariamente en votos. Basta preguntarle a Zedillo o a Calderón, que tuvieron que entregar la banda presidencial a la oposición. O, al propio AMLO que, con niveles todavía más altos de popularidad, perdió 4 millones de votos en las elecciones intermedias de 2021.

Lo que debiera importarnos es el desempeño del gobierno y me temo que no pasa la prueba del ácido. Con todo el poder que ha tenido López Obrador –que no deriva de su popularidad–, al cierre del quinto año de gobierno está claro que la denominada Cuarta Transformación fracasó en la mayoría de sus frentes. Las promesas de una revolución por la vía pacífica no llegaron y a menos de un año de entregar el poder ni siquiera estarán dadas las bases para ello.

El Presidente logró instalar en el discurso la locución y hoy casi todos nos referimos a la 4T. Es difícil definirla. Lo de “Cuarta” se refiere a una ilusoria transformación equiparable a la Independencia, la Revolución Mexicana y el Cardenismo. Lo de “Transformación”, a lo que él llama, según la ocasión, una revolución por la vía pacífica, una auténtica regeneración de la vida pública de México, el cambio de la mentalidad del pueblo, la revolución de las conciencias, la ruptura del molde con el que se hacía la vieja política, el nuevo humanismo mexicano o el proyecto de gobierno plasmado en los cien compromisos dados a conocer en su discurso de toma de posesión.

No importa cómo se le defina porque, al fin y al cabo, es parte de su megalomanía. Lo que sí importa es que, al inicio de su sexenio hizo cuatro promesas: crecimiento económico de 6%, disminución sensible de la pobreza, combate a la corrupción y seguridad para todos los mexicanos.

Ninguna se ha cumplido. Al quinto año de gobierno, el PIB creció 0.6% respecto al 2018 y el PIB per cápita hoy es 0.3% menor que el que se registraba al inicio del sexenio. La cifra de homicidios superó, al cierre de 2023, los 173 mil. Más que los 122 mil de Peña o los 96 mil de Calderón. La más alta desde que se mide este indicador. La corrupción no ha cedido un ápice.  Además de los grandes escándalos de corrupción, como fue el de Segalmex, según las encuestas, la mayoría de la población reprueba la política anticorrupción. Consulta Mitofsky reporta que, al 3 de diciembre , 71.6% de la población pensaba que había “mucha o regular” corrupción en el país. Finalmente, aunque Coneval reportó con cifras de 2022 una disminución de 6.9% de la población en situación de pobreza, la misma institución informó sobre un aumento en la pobreza extrema (de 8.7 a 9.1 millones de personas), un aumento de 18.8 millones a 50.4 millones de personas sin acceso a la salud, además del rezago educativo de 22.3 a 25.1 millones y un ligero aumento de pobreza por ingresos de 9.1 a 9.3 millones de personas. 

A estas cuatro banderas las precedieron otras ofertas y en los primeros años vinieron muchas más: desmilitarización en las tareas de seguridad, fin de la impunidad, un sistema de salud como el de Dinamarca, educación de calidad, justicia para las víctimas del pasado (y del presente), desaparición de sobreprecios en las obras, prohibición de las adjudicaciones directas, transparencia gubernamental, abandono del influyentismo, austeridad republicana…

 

 

 

 NO cumplió.

Junto a todas estas extraordinarias promesas, en su primer discurso como presidente electo ante el Tribunal Electoral, López Obrador ofreció que, bajo su gestión, el Ejecutivo no sería nunca más “el Poder de los Poderes” ni buscaría “someter a otros Poderes”. “El Estado democrático de derecho transitará del ideal a la realidad”.

No cumplió.

Meses después, el día de su toma de posesión, empeño su palabra en el sentido de que “se acabaría la vergonzosa tradición de fraudes electorales, que las elecciones serán limpias y libres y que, quien utilizara recursos públicos o privados para comprar votos y traficar con la pobreza de la gente o utilizara el presupuesto para favorecer a candidatos o partidos, iría a la cárcel sin derecho a fianza”.

Tampoco cumplió.

Pocos presidentes han llegado a su encargo con tanta legitimidad electoral, poder y respaldo popular como López Obrador. Tuvo la mesa puesta para impulsar sus banderas sin mayores trabas.

La mesa estaba puesta para gobernar apegándose a la Constitución, sin necesidad de violar la ley y sin recurrir a facultades extraordinarias. Puesta para reclutar al mejor talento. Puesta para congregar apoyos de todos los sectores. Puesta, incluso, para dialogar con la oposición que estaba en condiciones de gran debilidad. Hizo todo lo contrario.

No tenía derecho a fallar, pero falló.

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