Hace una semana, los diputados de Morena estaban listos para evidenciar la resistencia de algunos representantes del Frente opositor a la reforma que reduciría la jornada laboral.
Sin embargo, una declaración del presidente López Obrador pronunciándose por continuar consultando las posiciones sobre la reducción de 48 a 40 horas frenó de tajo la pretensión morenista.
Por la vía de los hechos, el jefe del Ejecutivo terminó coincidiendo con la postura del PAN, alegando que deben atenderse las razones de los sectores que alertan sobre los riesgos que podría traer la reforma.
Son cálculos electorales que cuentan. Porque una cosa es declarar que arriba los de abajo y abajo los de arriba, y otra muy distinta agitar el avispero empresarial a medio año del relevo presidencial.
En la oposición, en el Frente que encabeza Xóchitl Gálvez persistían diversos puntos de vista, destacando la definición de la precandidata de que éste no era el momento de hacer la reforma.
Mientras en la coalición que lidera Claudia Sheinbaum lo importante, hasta ahora, es seguir la conducción presidencial, independientemente de las posturas personales o de grupo.
La preponderancia de López Obrador en el timón de la contienda escaló en el inicio de diciembre a un nivel superior cuando tomó en sus manos la promoción y la defensa de la precandidatura presidencial del gobernador de Nuevo León, Samuel García, por Movimiento Ciudadano.
Los posicionamientos del Presidente de la República en torno a la fallida participación del mandatario estatal regio confirmaron la importancia que para Morena tiene el terciar la elección del domingo 2 de junio, evitando así la polarización que podría abrirle paso al voto útil.
De manera complementaria, Movimiento Ciudadano pospuso el anunció de su nuevo abanderado, pero le subió volumen al cuestionamiento frontal al frente opositor, sumándose al escenario que el gobierno y su partido buscan, favoreciendo la continuidad y duplicando a los adversarios que deberá enfrentar Xóchitl Gálvez.
Así que, independientemente del nombre que MC postule, en la boleta presidencial habrá de dos: continuidad del proyecto presidencial o cambio.
De un lado, el abanderado del logo naranja dirá que la de la Coalición Fuerza y Corazón por México responde a la vieja política y éste deberá capitalizar la idea de que votar por MC es hacerlo por López Obrador.
¿Cómo procesarán los electores ambas ofertas con respecto a los ciudadanos que, sin titubeos, irán por la continuidad?
A esta duda que habrá de despejarse dentro de medio año se suma una más urgente: cómo procederá el grupo político aglutinado en torno al gobernador Enrique Alfaro, quien en julio habría abogado por analizar posibles rutas para participar de manera unificada con la coalición del PAN, PRI y PRD.
Esa postura giró en septiembre, cuando el mandatario de Jalisco viajó con el presidente López Obrador en el Tren Maya a inicios de septiembre.
Existen versiones de que, gracias a ese paseo, se dio la endeble operación cicatriz del gobernador Alfaro con la dirigencia de Dante Delgado, artífice de la ruta de MC de terciar el voto.
No queda claro si fueron peticiones o sugerencias, pero en Jalisco se tomó nota de los dos deseos presidenciales: impedir que Marcelo Ebrard fuera candidato naranja y apoyar a Samuel García.
En el Congreso estatal, PAN y PRI tuvieron la capacidad de elevarle el costo a la licencia del gobernador regio para irse de campaña, obligándolo a quedarse en el cargo.
Este éxito coyuntural de la oposición fortaleció la alianza de facto del presidente López Obrador con Dante Delgado, su gran amigo de otros tiempos.
MC se ha opuesto a la agenda de la militarización y austeridad asfixiante del Presidente. Pero, en los hechos, ha decidido darle el sí al señor Presidente en su apuesta electoral.
Es un “sí, señor Presidente” que la candidata Sheinbaum lleva hasta sus últimas consecuencias con un mensaje cotidiano de campaña que lo reivindica como el constructor de su oferta, la continuidad.
El análisis semántico no miente. La precandidata de la coalición gobernante asegura diariamente que López Obrador es el mejor presidente de la historia y concluye su discurso con un viva para él.
Es sabido que el tema de los deslindes, al menos matizados de Sheinbaum con la agenda presidencial, preocupa a sus colaboradores. Pero la disciplinada exjefa de Gobierno prefiere esperar.
Mientras tanto, López Obrador quiere centralizar lo que queda del presupuesto federalizado, decapitar el Poder Judicial, capturar el INE, tener afines en el Tribunal Electoral y seguir en la restauración del presidencialismo.
Ante esa concentración de poder, el gran dilema de la oposición no continuista es con quién debe la precandidata Gálvez contrastarse: con su contrincante o con su jefe de campaña.
Es un hecho que, a diferencia de lo que sucede con algunos dirigentes de la coalición opositora, Xóchitl no le teme al Presidente y ha decidido asumir que, cuando compite con Sheinbaum, está peleando con él.
¿Tiene futuro decirle no al Presidente? Ésa es la duda que despejarán las urnas.