En la oposición, López Obrador le sacó mucho millaje político a la desaparición de los 43 jóvenes de la normal de Ayotzinapa. Desde el primer día aprovechó este tema para atacar al gobierno de Peña. Lo convirtió en un asunto electoral con la consigna de que “había sido el Estado”. Prometió que, de ganar la Presidencia, investigaría a fondo, resolvería el paradero de los muchachos y castigaría a los responsables.

AMLO ganó y le encargó el caso a Alejandro Encinas, un político con reputación en el ámbito de los derechos humanos. Se formó una Comisión de la Verdad que, junto con una fiscalía especial, avanzó en nuevas pesquisas.

Hasta que se toparon con un enorme muro verde imposible de franquear: el Ejército.

Efectivamente, como en el sexenio de Peña, las investigaciones se detuvieron cuando había que indagar el papel que desempeñaron los militares aquella maldita noche de Iguala en que las policías locales detuvieron a los estudiantes y se los entregaron a miembros del crimen organizado. Tal y como lo habían advertido, con toda claridad, la comisión internacional que también investigó este asunto de manera paralela, el Grupo Interdisciplinario de Expertos Independientes.

Peña, como buen priista, no iba a permitir que involucraran a las Fuerzas Armadas en éste u otro caso judicial. De López Obrador se tenía una expectativa diferente. Sin embargo, desde el primer día de su mandato, el tabasqueño basó su gobierno en una creciente militarización de diversos asuntos públicos. Soldados y marinos se convirtieron en los principales aliados de AMLO.

Naturalmente, con tantas responsabilidades a su cargo, el Presidente no iba a “molestar” al Ejército con la “monserga” de involucrarlos en los acontecimientos ocurridos la noche del 26 y 27 de septiembre de 2014 en Iguala. El muro verde que se había levantado durante el gobierno de Peña se hizo aún más infranqueable en el actual sexenio.

Entre cumplir su promesa de campaña o proteger a los militares, AMLO escogió lo segundo. En el camino, dejó colgados de la brocha a Alejandro Encinas, subsecretario de Derechos Humanos y presidente de la Comisión de la Verdad, y Omar Gómez Trejo, fiscal general de este caso. Ambos ya abandonaron estas funciones. Los mandos militares, en cambio, siguen campantes recibiendo cada día más responsabilidades gubernamentales.

El rompimiento entre las dos partes ha sido gradual. La semana pasada se llegó a un nuevo hito cuando un grupo de encapuchados, supuestamente estudiantes de Ayotzinapa, utilizaron una camioneta para romper una de las puertas de Palacio Nacional, en una muestra de protesta.

La imagen le dio la vuelta al mundo. Mientras AMLO daba su conferencia mañanera, los jóvenes derribaban el portón del recinto presidencial.

El mandatario, como es su costumbre, se victimizó. Responsabilizó a agentes nacionales y extranjeros de un complot en su contra. Y, claro, no faltaron en su lista los medios que se atrevieron a trasmitir tan ignominiosas imágenes del abatimiento de un acceso de Palacio Nacional, como si lo adecuado hubiese sido esconder una noticia de ese tamaño.

Vidulfo Rosales, uno de los abogados de los familiares de los estudiantes de Ayotzinapa, amenazó con que, de no haber respuestas del gobierno de AMLO, escalarían la protesta apareciéndose “durante todos los actos de campaña que haga Claudia Sheinbaum”. Esto sería una pésima noticia para la candidata morenista, que está cuidando mucho sus eventos para que no haya ningún tipo de problemas. Un puñado de jóvenes, expertos en la protesta social, podrían ser tremendamente disruptivos en los actos de campaña de Claudia.

No por nada el Presidente se quejó de esta amenaza invitando a que las protestas también se llevaran a cabo en los eventos de los candidatos opositores.

En eso estábamos cuando tres policías estatales de Guerrero mataron a tiros, en una carretera de ese estado, a Yanqui Kothan Gómez, estudiante de la normal de Ayotzinapa, quien, al parecer, estuvo presente en el derrumbamiento del portal de Palacio Nacional. Esto complicará, aún más, la mala relación que ya existe entre los familiares de los desaparecidos con el gobierno de AMLO.

El Presidente usó el caso Ayotzinapa para atacar a su predecesor. Ahora es él quien está sufriendo los ataques por falta de resultados. Bien reza el dicho: “El que a hierro mata, a hierro muere”.

X: @leozuckermann

Lo arriba escrito es una de las muchas consignas que ayer repetían a coro decenas miles de mujeres que marcharon rumbo al Zócalo para conmemorar su día.

En sus pancartas, mantas, gritos y declaraciones plasmaban sus demandas: el “aborto” del sistema patriarcal; el cese de la violencia de género, la equidad, el fin de la impunidad.

Fue la marcha del 8M más concurrida en la Ciudad de México, según Martí Batres. El propio jefe de Gobierno reportó “saldo blanco” al caer la noche.

Hubo, eso sí, incidentes provocados por encapuchadas del llamado Bloque Negro que hicieron pintas, rompieron vidrios, golpearon vallas. Hubo humo de extintores, un motociclista detenido porque se metió a la plancha del Zócalo en plena manifestación, algunos atendidos por insolación, pero nada más. 

* Contingentes y más contingentes caminaron por avenida Reforma, avenida Juárez, Madero y otras calles que llevan a la Plaza de la Constitución para expresar sus demandas.

Muchas llevaban fotos de sus hijas, hermanas, primas, madres asesinadas, violadas, acosadas, discriminadas, desaparecidas. Otras, las de sus agresores o sus deudores alimentarios. Las más caminaban para exigir respeto a los derechos de las mujeres. Las pancartas hablaban “¡No somos histéricas, somos históricas!”; “No fue tu culpa, eras una niña” y –ojo Claudia y Xóchitl– “De nada sirve una presidenta, si nos van a seguir matando”.

Predominaban las jóvenes. Pero había niñas –a pie o en carriola– acompañadas por sus madres y sus abuelas. La mayoría era de clase media. Sus ropas y modales las delataban. Muy pocas de origen humilde.

Predominaba el morado, color que simboliza la lucha de las mujeres por la igualdad, la discriminación y los derechos de las trabajadoras.

Las manifestantes no paraban de gritar: “¡Señor, señora, no seas indiferente, se mata a la mujeres en la cara de la gente!”.Datos que originan ese grito: en 2023, fueron registrados 2 mil 581 homicidios dolosos de mujeres, según el Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad. Un promedio de diez asesinadas cada 24 horas.

De allí que una de las consignas más repetidas haya sido: “¡Ni una más, ni una más, ni una asesinada más…!”.

Más datos: del total de mujeres mexicanas mayores de 15 años, 70.1 por ciento ha experimentado al menos uno de los siguientes incidentes de violencia:

Psicológica, 51.6 por ciento; sexual, 49.7 por ciento; física, 34.7 por ciento; económica o patrimonial, 27.4 por ciento (fuente: Inegi).

Entre los miles de pancartas hubo una que me llamó la atención por su ingenio. Era un mensaje a YSQ: “Quisiera ser monumento para que me protejan”. Y sí, las mujeres se sienten desprotegidas, discriminadas, enojadas.

El Zócalo se llenó. Fue de ellas por un día. Pero por cuarta vez no estuvieron cobijadas por la bandera nacional. No fue izada por órdenes superiores. El propio Batres aseguró que es lo que se acostumbra cuando se ponen vallas para proteger Palacio Nacional.

¡Mmmmm!

* Vía WhatsApp nos llegó un video de Hermes Darío Lara Acuña, presidente de jueces y magistrados de Colombia, con una alerta a los integrantes del Poder Judicial en México. Dice:

“La democracia de su país está en peligro. Los políticos quieren asumir los poderes judiciales para hacer lo que han hecho los políticos durante todos estos años de democracia en nuestros países: acabar la credibilidad institucional de nuestra gente.

“Por eso es importante que los empleados, los colaboradores, los jueces, los magistrados, los ministros de las Corte se unan con el pueblo de México para evitar la toma del Poder Judicial por parte de los políticos”.

* El mensaje de Graco Ramírez entró en mi celular a las 16:36. El exgobernador perredista de Morelos nos informaba: “por presión oficial cancelaron la presentación (de su libro) en Casa Lamm”.

El libro de Graco se titula Contra la regresión autoritaria, memorias desde la izquierda (Editorial Debate). Califica de “falsa” la idea que promueven los vencedores del proceso electoral del 2018, de que la 4T representa a la izquierda mexicana. 

“Morena es un partido liderado por un caudillo que encabeza y conduce una regresión política. Si el proyecto actual de Presidente se mantuviera, tendría graves consecuencias para los cambios conseguidos en una tormentosa transición”, dice en la contraportada.

La presentación del libro se hará el próximo 14 de marzo, a las 5:30 p.m., en la Casa de la Cultura Jesús Reyes Heroles, ubicada en avenida Francisco Sosa, Coyoacán.

El panel que acompañará a Graco lo integran Federico Reyes Heroles, Enrique Serna, Beatriz Rivas y Lourdes Mendoza.