La captura de Humberto Moreira en España acusado por los delitos de robo de recursos públicos, lavado de dinero y delincuencia organizada, es un destello de justicia que contrasta con la sombra de impunidad con la que en México ha sido protegido el otrora gobernador de Coahuila y ex presidente nacional del PRI.
A su llegada a la gubernatura, Moreira se consolida en el poder con apoyo logístico del dictador cubano Fidel Castro, con el que comparte ideología y una amistad entrañable. Humberto adopta una estrategia de confrontación con el presidente Felipe Calderón que coincide con el auge del crimen organizado en la entidad; muchos coahuilenses lloran a sus muertos y desaparecidos y el conjunto de la sociedad sufre bajo el yugo de una deuda pública que pagaremos durante los próximos treinta años, de la que Moreira obtuvo recursos para financiar cualquiera aventura que se le ocurra.
Humberto deja como sucesor a Rubén y durante los últimos diez años, el par de hermanos ha desplegado una política de estado que ha hecho de Coahuila un feudo particular y familiar. Moreira ha tejido redes clientelares en todos los sectores de la sociedad, ha sometido a medios de comunicación, dirigentes sociales y líderes de la oposición bajo la disyuntiva de plata o palo, y el priismo nacional mantiene la impunidad de Humberto paralizando las instituciones estatales y federales, encargadas del control del gasto público y de la procuración de justicia.
La complicidad de la cúpula priista persiste, pese a que Moreira siempre ha sido un elemento audaz que se sustrae a los mandos partidistas formales, como lo prueban la devoción que profesa a Elba Esther Gordillo hasta la fecha, y el que se haya encumbrado en la presidencia del PRI imponiéndose tanto a Manlio Fabio Beltrones como al grupo Atlacomulco con el apoyo de gobernadores priístas a los que se ganó para su causa personal, al financiar sus campañas con recursos sustraídos del dinero de los coahuilenses.
Descubierto el mega robo y ante el riesgo de que las investigaciones pusieran de manifiesto el trasiego ilícito de recursos a las campañas priístas, Humberto fue arrojado de la dirigencia nacional del PRI y enviado al exilio, sin que haya dejado un solo día de conspirar en pos de su regreso a la arena política.
No debemos aceptar lo que ha ocurrido y sigue ocurriendo en Coahuila bajo los Moreira como algo normal o como asunto sin importancia, que solo ha merecido del Presidente Peña Nieto y de su gabinete el silencio y la más fría indiferencia.
A los ciudadanos del Estado de Coahuila, nadie nos va a venir a salvar de que el moreirato vuelva a imponer a otro de los suyos en la gubernatura del Estado, lo que significaría otros seis años más de oscuridad, porque está visto que el endeudamiento crece sin freno y por lo que hace al deterioro humano, social e institucional, no tiene límites. Es necesario que los coahuilenses nos sacudamos por nosotros mismos el yugo de los Moreira en las elecciones del año próximo y para ello, tenemos que trabajar con gran esfuerzo porque de ello depende nuestro futuro como sociedad civilizada y democrática.
La peligrosidad de Moreira que lo anterior implica, hace que la justicia ibérica lo perciba como una amenaza para la seguridad de aquel país y a ello obedece la proclama de la Policía Nacional Española: “Misión cumplida”, que tiene un dejo de advertencia y desplante. Quien conozca la trayectoria de Moreira, sabe que tal percepción lejos de ser un desatino o una exageración, es pertinente y acertada.
La presencia de Humberto Moreira en España con las alforjas repletas de dinero, plantea el riesgo de que decida incursionar en cualquier momento en la política de aquel país a su modo y estilo. Moreira intenta volver a Barcelona en el caldeado ambiente separatista de Cataluña, precedido de otro personaje siniestro Fidel Herrera Beltrán, recién llegado a calentar la plaza con nombramiento de cónsul del gobierno mexicano. Con tales antecedentes, ¿qué país del mundo se cruzaría de brazos sin hacer nada?