Jueves, May 02, 2024
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La amarga realidad del cacao mexicano

 

 

Pascal Beltrán del Río

Pascal Beltrán del Río

Bitácora del director

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En su segunda Carta de Relación al emperador Carlos I, fechada en octubre de 1520, el conquistador Hernán Cortés mencionó un cultivo mesoamericano al que denominó “cacap”, el cual describió como “una fruta como almendras, que ellos venden molida, y tiénenla en tanto, que se trata por monedas en toda la tierra, y con ella se compran todas las cosas necesarias en los mercados y otras partes”.

Fue la primera referencia del cacao que llegó a Europa, donde, con el tiempo, el producto fue procesado e industrializado hasta hacerse de un mercado mundial valuado en decenas de miles de millones de dólares.

Pese a ser el país originario del fruto –hoy, uno de los diez productos básicos más comercializados del mundo–, México no está entre los diez primeros países productores. Nos superan ampliamente Costa de Marfil, Ghana, Indonesia, Nigeria y Camerún, los países que dominan su exportación. Pero también estamos detrás de Ecuador, Perú, Brasil, Malasia y República Dominicana. México produjo 27 mil 287 toneladas de cacao en 2021, apenas 0.54% de la producción mundial o 1.3% de la de Costa de Marfil, un país ligeramente más grande que el estado de Chihuahua. Ese mismo año, el cacao no figuró entre los 800 productos más exportados por nuestro país. De acuerdo con datos del Inegi, México importó 70% del cacao que consumió en 2022. Entre 2018 y 2021, la exportación cayó de 476 toneladas métricas a sólo 145.11 toneladas.

Pese a que el producto está en una fase de alta demanda mundial –con un precio por tonelada que superó, en junio pasado, un récord establecido en 1977–, el cacao mexicano no figura en el mundo. De acuerdo con el estudio Diagnóstico del mercado de cacao en 2022, elaborado por el especialista José López Ganem, catedrático de las universidades de Boston y Stanford, la producción mexicana está atrapada en un “limbo deficitario” y se dedica primordialmente a satisfacer el autoconsumo de comunidades marginadas.

Entre los principales problemas que detecta están los siguientes: “Condiciones de trabajo en campo desfavorables, falta de mano de obra, desatención a las facilidades de comercio, concentración de ganancias en intermediarios, incremento de la situación de inseguridad o crimen violento y afectaciones producto del cambio climático”. Por si fuera poco, el cacao mexicano ha sido atacado por la moniliasis, una enfermedad fúngica que puede ser devastadora para la planta.

Aunque a los mexicanos nos gusta contar la historia de que el origen del chocolate está aquí, la realidad del cacao es amarga. Si bien su crisis no es nueva, llama la atención que un gobierno que dice pensar en los más pobres y que, supuestamente, está a favor de las culturas ancestrales y la autosuficiencia alimentaria no haya contribuido a sacar adelante a los productores de cacao, que están en el sector rural más atrasado económicamente. 

En la actualidad, los mayores esfuerzos para apoyar al sector provienen de la iniciativa privada. La empresa Ferrero, tercer productor mundial de confitería de chocolate, financió la introducción de 75 mil 600 plantas resistentes a la moniliasis en 2022 para elevar la producción de cien kilos por hectárea a mil quinientos kilos. El renombrado fabricante italiano prevé que con esto se incrementen sustancialmente los ingresos de 126 agricultores en el Soconusco y otras regiones de Chiapas. 

El respaldo incluye asistencia técnica en materias como cultivo, fertilizantes y rotación de cosechas, así como un seguimiento semestral en campo. Al combinar el cultivo de cacao con plátano, los campesinos recibirán un beneficio inicial, pues podrán vender el segundo producto antes de que se dé el primero –lo cual tardará unos cinco años—y las plantas de cacao aprovecharán la sombra que dan los árboles de plátano. López Ganem propone, además de atender la situación laboral de los productores, aprovechar la visión que se tiene en el extranjero del cacao mexicano como un producto de lujo, propicio para la fabricación de chocolate “fino”. Es decir, sí hay manera de sacar adelante al sector y a sus 43 mil productores, 82% de los cuales están en Chiapas y Tabasco.