Viernes, May 03, 2024
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Bastón de mando

 

Pascal Beltrán del Río

Pascal Beltrán del Río

Bitácora del director

 

En sus memorias, José López Portillo relata que una vez decidido que Miguel de la Madrid sería el candidato presidencial del PRI, el viernes 25 de septiembre de 1981 —un “trámite” que el partido “me encomendó, como es costumbre”—, y antes de que se hiciera público el destape, “me fui al crucero con la Armada de México para recorrer el Caribe y el Golfo hasta el domingo en la noche”.

No ha sido raro que los presidentes de México busquen dar espacio para su propio lucimiento a quienes quieren como sus sucesores. Han entendido que el enorme poder del Ejecutivo está limitado por la duración del cargo y que con la nominación del candidato de su partido comienza un proceso imparable de pérdida de poder que concluirá el día de la toma de posesión.

Se dice que el mandato de un presidente mexicano dura seis años: uno como candidato y cinco en el cargo. Ese último tramo del sexenio puede durar un año o un poco más, según lo decida cada mandatario. En él, describió López Portillo, “se asiste al ocaso, se siente que otro sol va a nacer”.

A juzgar por sus propias palabras, Andrés Manuel López Obrador no será la excepción de esa regla, pues ha dado a conocer que después de que Morena revele el nombre de quien se convertirá en su aspirante presidencial, él le entregará el “bastón de mando” y saldrá de escena unos días.

“Yo ya voy a entregar la estafeta, una vez que haya coordinador o coordinadora del movimiento de transformación”, dijo el lunes pasado en su conferencia en Palacio Nacional.

“Yo en septiembre dejo de representar al movimiento de transformación y surge un dirigente, hombre o mujer, que se va a hacer cargo de la conducción de todo el proceso hacia adelante (…) No dejo de ser Presidente hasta finales de septiembre del año próximo, pero ya hay un dirigente del movimiento”. 

Como otros mandatarios antes que él, López Obrador pondrá tierra de por medio unos días, en un aparente deseo de no opacar a quien surja como ganador o ganadora de la encuesta. Pese a que ha hecho pocos viajes internacionales durante su gestión, el tabasqueño se irá a Chile para participar en la conmemoración del 50 aniversario del derrocamiento del presidente Salvador Allende. 

En eso, como digo, López Obrador no rompe con la costumbre desarrollada por sus predecesores. En lo que puede resultar distinto es en qué tanto se mantendrá, voluntaria o involuntariamente, como referencia para los seguidores de su movimiento.

La semana pasada, al comenzar a hablar de lo que ocurrirá después del miércoles 6 de septiembre, cuando habrá una transferencia metafórica o real del “bastón de mando”, López Obrador adelantó que dejará encargos a quien gane la postulación de la alianza oficialista.

“Voy a dejar un esbozo de lo que se necesita para que continúe la transformación”, informó el martes 15. “Por ejemplo, el que no se deje de invertir en obras públicas, en la creación de infraestructura (…) si ya se terminó el Tren Maya y se terminó el tren del Istmo, a ver, ¿por qué no más trenes?”.

Una de las incógnitas del proceso electoral es qué tanto protagonismo tendrá López Obrador en él. ¿Hablará constantemente sobre la contienda en sus mañaneras, corriendo el riesgo de desacatar la ley y de competir mediáticamente con el candidato o candidata de su partido, o le cederá el reflector?

No cabe duda que el apoyo explícito o percibido del mandatario puede ser un activo para quien compita por Morena, pero también puede llegar a ser un estorbo. Si el candidato o candidata quiere imprimir su propio estilo en la campaña, ¿cómo lo hará si López Obrador habla diario en su conferencia?

Porque una cosa es ceder el bastón de mando y otra, soltar el micrófono.

BUSCAPIÉS

*Será la primera vez desde 1945 que el partido en el poder tenga aspirante presidencial antes de que el mandatario en turno dé su penúltimo Grito.