Oye, te digo en secreto que te amo de veras
05 de Junio de 2018
Me entero que esta mañana de martes a las ocho y media, en algún lugar y con el mayor sigilo, unas dos docenas de los más importantes empresarios de México se reunirán con Andrés Manuel López Obrador para discutir posturas, exigencias y concesiones. Otros candidatos, me dicen, tendrán también hoy una sesión similar. No son encuentros inusuales; los poderes de hecho para el próximo sexenio tienen que transar, que no es un verbo maloliente, puesto que significa simplemente comerciar. Me das y te doy.
Igualmente, Andrés Manuel tendrá que ir a Washington, presumiblemente como Presidente electo, para hablar con Donald Trump. Tampoco sabremos de estos compromisos, salvo que el bocón del pelo pintado lo mande por Twitter.
Lo que molesta e inquieta es que el contenido de estas conversaciones, en las que se decidirá el destino de nuestro país, al menos por los siguientes seis años, sea oculto y presumiblemente perverso. Si, como ha sido desde siempre, el poder político y el económico que nos han gobernado mano a mano se han puesto de acuerdo, por lo menos que nos digan públicamente cómo viene el juego.
El miedo ostensible se ha manejado en el sentido de que el populista, que ya se siente presidente del país, viene con la espada desenvainada y con la guadaña lista en contra de la iniciativa privada; sus voceros se han empeñado en decir que solamente los empresarios “malos” son los que deben sentir temores. Serán entonces los empresarios “buenos” los que acudan a la cita de hoy.
Parece ser que hay mafia del poder y otra mafia del poder. En otras palabras, todos somos pobres, pero hay otros más pobres que otros. Según ha trascendido, a convocatoria del señor Baillères estarán ahí su socio, el señor Larrea, y otros importantes apellidos, entre los que se encuentra el de Emilio Azcárraga. No he visto por ahí —y no debiera estar excluido— el nombre de Carlos Slim.
Es presumible que la reunión de esta mañana tenga como consecuencia un pacto de “caballeros” de mutua no agresión. El próximo Presidente de México, llámese como se llame, necesita el concurso de los capitales —nacional y extranjero— para que esta maquinaria siga operando, generando producción y empleo, consumo y sustentabilidad fiscal. Los dueños del dinero requieren una recuperación de la estabilidad política, que tuvo como consecuencia un cierto desarrollo estabilizador, como el que se ha venido dando en México durante los últimos veinte años, independientemente del origen partidario de cada uno de nuestros presidentes.
La secrecía es vocación de la política. Si quieres que algo salga bien, no lo cuentes. Por el momento, los políticos no nos están contando nada. Si eso es indicio de que esto va a salir bien, qué bueno que así sea.