07 de Marzo de 2021

Hay respuestas para toda ocasión, a la medida y con el efecto de un resorte que, a pesar de su erosión, aún resultan efectivas para el actual gobierno. En el dique que contiene y concentra la andanada de palabras y de imágenes que brotan de la fuente presidencial, se comienzan a observar algunas grietas cuyas consecuencias apenas comenzarán a sobresalir. Escribo este breve texto con la perplejidad y la incertidumbre que ha causado una decisión a todas luces controversial: cercar el Palacio Nacional ante las manifestaciones que, el día de mañana, realizarán las mujeres y los colectivos feministas en torno a la conmemoración del Día Internacional de la Mujer. A una de las mayores grietas de ese dique llamado Andrés Manuel López Obrador se le ha querido enmendar la cuarteadura anteponiendo un absurdo aún mayor; lo cual, a decir verdad, cumple a cabalidad con su primer objetivo: desviar la atención de “la violencia” que se observó hace un año en las puertas del Palacio Nacional. O la declaración de la secretaria de Gobernación, Olga Cordero, al expresar en una entrevista realizada por la conductora Azucena Uresti que “las vallas que te acaban de dar cuenta, y que tu reportero estaba ahí, son inclusive para la protección de las mismas mujeres”. Y los aplausos no se hicieron esperar, pues la justificación de una decisión así halla un eco en quienes pretenden denostar las protestas o defender lo material de los monumentos que, por cierto, no tienen ningún significado sin una conciencia histórica real —de tenerla, la sociedad mexicana ya se hubiera deshecho de varios de los partidos políticos que hoy aparecen en la boletas o de muchos de las y los personajes que ocupan puestos de relevancia en la estructura de la pretendida Cuarta Transformación.

Esto último no es ninguna novedad, pues nos hemos acostumbrado a presenciar la forma —algunas veces sutil, otras un tanto grotesca— en cómo todo aquello que se le puede cuestionar y es digno de un reclamo al actual Presidente, por arte y obra del pensamiento mágico y los palafreneros, se convierte en un ataque casi sin precedentes a la figura presidencial —quien parece disfrutar de ese estatus de “víctima” que sigue convenciendo a sus electores. Esta sí que es la verdadera transformación. Lo que es digno de admirarse es su capacidad de acomodar el discurso histórico para enriquecer estos argumentos. Discurso nacionalista y lleno de ese tufo de soberanía, tan propio del segundo tercio del siglo XX, que no hemos dejado de escuchar en los últimos días a partir del encuentro de López Obrador con Joe Biden y ante la polémica reforma eléctrica (baste recordar la presencia de la figurilla de Pancho Villa que se observaba al fondo de la imagen de López Obrador durante el encuentro virtual con el mandatario norteamericano. Vaya mecanismo simbólico tan infantil y lleno de patrioterismo simplón).

Resulta curioso cómo aquellas “benditas redes sociales” se han convertido en las cápsulas que combaten la amnesia por la que apuestan los ínclitos miembros del actual gobierno. También es “curiosa” la manera con la que sus simpatizantes defienden, justifican o desvían la atención de lo más importante: la violencia que también implica cercar el Palacio Nacional. En primer término, toda palabra que se proyecta en las redes queda grabada en esa inopinada memoria que es el internet: por ahí circula un tuit en el que Ricardo Monreal dice, el 04 de diciembre del 2013, que “Un Congreso que sesiona con vallas, tanquetas y exceso de policías es simplemente una dictadura”. Y es retuiteado por la actual senadora Citlali Hernández —y cada vez se recuerdan más mensajes así. ¡Cuanta pompa y circunstancia en tan sólo un tuit! En la fotografía que acompaña el mensaje se observa al senador Monreal caminar a lo largo de la vaya con la actitud de quien será el vencedor de dicha calamidad. Es otro contexto, responderán. Sí, pero el acto es similar. En segundo término, quienes se burlan de los reclamos de quienes cuestionan esta decisión de amurallar el Palacio Nacional —pues “antes” no dijeron nada, al usarse las vallas en innumerables ocasiones—, se regodean de la soberbia que implica la estrechez de miras. Pero, claro, ahora ellos y ellas están del otro lado de dicho muro.

Se amurallaba un lugar para defenderlo de la amenaza de un enemigo, de quien puede romper el orden del feudo y la ciudad. Las vallas que rodean Palacio Nacional son una muralla que se levantó con la misma facilidad con la que López Obrador descalificó a las que protestaban ante la precandidatura de Salgado Macedonio a la gubernatura de Guerrero. En esta ocasión, se equivocaron de enemiga.

Respuestas para cada ocasión: este es un mensaje que no se olvidará el día de mañana ni en el futuro más cercano que se tiñe de morado.