CUARTA PARTE DEL ENCUENTRO DE CRONISTAS SINALOENSES EN QUILA 2020.
Por MC ERNESTO GATICA MORENO
Continúa en cuarto lugar nuestro amigo Jaime Peraza Gutiérrez, ya pago la cuota anual 2020, con el tema historia del pueblo de Guadalupe de los Reyes, no me entrego su trabajo lo investigue para escribir mi crónica.
El nombre de Guadalupe de los Reyes lo lleva un pueblo, fundado a mediados del siglo XVIII. Tuvo auge minero antes y después de la Independencia de México, con España. Fue tanta su demanda laboral que, el censo de 1869 registraba una población de más de 3 mil habitantes. Estuvo comunicado con Cosalá a través de las diligencias que a su vez se detenían en Las Habas, Palo Verde, Chuchupira y Tasajera.
Guadalupe viene de Guada, hispanización árabe wad, significa río, y Lupe, del latín lupus, lobo, procede de la raíz indoeuropea uel, significa el que rompe, el que lacera, el que desgarra; en relación con los reyes, es el plural de rey, del latín rex, regis, monarca o príncipe soberano de algún reino, y que en este caso alude a la celebración religiosa de la adoración de los reyes.
Fue municipalidad, y sede de la cabecera del mismo nombre, distrito de Cosalá. Las celadurías de la alcaldía fueron Lagunita, El Pino, Hacienda Vieja, Las Habas, Sangre lindo y Potrerillo.
Es un pueblo casi fantasma al desaparecer la explotación de las minas del lugar; es sede de la sindicatura del mismo nombre. Sus comisarías son El Camichín de los Luna, El Pino, El Capule, El Saucito, La Crosolia, El Sauz, Agua Caliente de los Urrea, El Tule, La Tasajera, Potrerillos de los Torres y La Guasimita, entre otras.
La región ofrece a propios y extraños magníficos paisajes así como gran riqueza en flora y fauna.
En este centro minero hubo una banda de música de viento conocida como Banda de Guadalupe los Reyes. Según Ramón Beltrán Rivas (originario de Cosalá y músico también), sus fundadores fueron Silvestre Cárdenas, Pedro Portillo, Isidro Ochoa, Mariano López, Lino Meraz, Efrén Ramírez, Ángel Nevárez, Rosario Calderón, Alfonso Ochoa y Moisés Barrios (trabajadores del mineral). Era la banda oficial para festejos de la independencia nacional y la que amenizaba los bailes.
Visita la Mina Guadalupe de los Reyes, se localiza en el Pueblo Mágico de Cosalá, es una tierra minera que llegó a tener cerca de 50 minas, pero son ocho, las que han destacado a nivel nacional, la más importante de ellas la de Guadalupe de los Reyes.
La fundación de Cosalá aconteció, el 13 de marzo de 1562 por Francisco de Ibarra, que le otorgó el nombre de "Sierra de la Plata". Por otro lado los frailes misioneros Juan de Herrera y Pablo de Acevedo, que evangelizaron esta zona del occidente del país, la nombraron como “Real de Minas de Nuestra Señora de las Once Mil Vírgenes de Cosalá” Según notas que se extrajeron de notas del cronista Pérez de Rivas, narra que diversos exploradores españoles llegaron a la zona por los descubrimientos de minerales de plata e iniciaron reales de minas de la región. La mina cerro en el año de 1943 durante la Segunda Guerra Mundial.
Fue nombrado como Pueblo Mágico el 6 de octubre del 2006
El territorio donde actualmente se ubica Cosalá, estuvo ocupado por pueblos prehispánicos que se asentaron principalmente en la rivera de los ríos, como lo fueron los grupos indígenas Tepehuanes, Acaxees y Xiximes; testimonio de esta civilización lo encontramos en diversos petroglifos y pinturas rupestres que se pueden apreciar en varias regiones del municipio. Sin embargo dichos asentamientos no se convirtieron en poblaciones importantes pues los indígenas tenían más bien el carácter seminómadas y su ruta natural era hacia el la serranía del actual estado de Durango en donde se erigió la misión jesuita de Tepehuanes para su sometimiento
En ruta contraria a la peregrinación azteca, llegaron los españoles acompañados de nativos aliados, y en agosto de 1531 hallaron un bello lugar llamado Quetzalla o Cozatl, “Lugar de bellos alrededores” y “Lugar de Guacamayas”, en el cual inmediatamente pudieron constatar la existencia de una gran riqueza mineral. No obstante lo anterior, no es hasta el 13 de marzo de 1562, cuando se tiene constancia de la fundación de Cosalá, siendo Amador López, de oficio minero, quien detectó el enorme potencial de riqueza y exploró los cerros que circundan el valle, como lo son: “San Nicolás”, “El Palmar”, “La Cobriza” y “De Barreteros”, encontrando en éste último las primeras vetas de plata y a todos ellos mineralizados, procediendo a establecer el pueblo en el mismo lugar que ocupa actualmente, o sea en los lomeríos situados en la margen izquierda del Arroyo Grande.
Los misioneros Fray Juan de Herrera y Fray Pablo de Acevedo, evangelizadores de América, le dieron el nombre al pueblo que comenzaba a erigirse y a los asentamientos mineros que empezaban a constituirse, como “Real de Minas de Nuestra Señora de las Once Mil Vírgenes de Cosalá”. En los años iniciales de la conquista, Cosalá era un territorio que formaba parte de la provincia de Culiacán, los naturales y los territorios sometidos fueron asignados en encomienda a los soldados españoles, a la sublevación indígena dichos territorios eran convertidos en corregimientos. La provincia de Culiacán formo parte desde su establecimiento del reino de Nueva Galicia cuya capital fue Guadalajara, por tanto Cosalá dependió de dicha audiencia. Existen informes originados en 1605 por parte del Obispo Alonso de Mota y Escobar, describiendo la existencia en el Real de las Vírgenes de Cosalá de dos haciendas de beneficio.
En el año 1759 otro Obispo, Don Pedro Tamarón y Romeral, realizó un informe de los principales asentamientos, señalando que eran de origen minero y entre ellos destacaba la riqueza de Cosalá. Durante el siglo XVII y la primera mitad del XVIII, el Real de Cosalá fue destruido e incendiado hasta en tres ocasiones, lo que ha impedido conocer con precisión el paso de la historia y es a mediados del siglo XVIII cuando encontramos a un Cosalá con una población de trazo igual al que conserva en la actualidad con sus calles y callejones retorcidos, las iglesias de San Francisco Javier, ahora Capilla de Guadalupe, y la Parroquia de Santa Úrsula, y contando ya la región con ocho haciendas de beneficio de metales preciosos, lo cual la hacía muy próspera, siendo la mayor de todas y una de las más grandes descubiertas en el occidente del país, la de Guadalupe de los Reyes, que ya en 1830 rendía un millón de pesos de plata anuales. Esa producción la conservó desde 1816, año de su primera gran bonanza, hasta 1943 en que cerró sus puertas durante la segunda guerra mundial.
En importancia después de Guadalupe de los Reyes estaban las minas de: San José de las Bocas, Santa Cruz de Alayá, el pueblo de Alayá, Tlapacoya, Nuestra Señora, La Ciénega y El Cajón de Tlapacoya. En 1810 al inicio de la Independencia de México, Cosalá era considerada como la población más prospera del Noroeste de México, con un inventario de más de cincuenta minas. La fama del mineral había llegado a todo el país y en carta de Don Miguel Hidalgo y Costilla al Coronel José María González Hermosillo fechada en 1811, le ordena la toma de Cosalá debido a los grandes caudales de oro y plata que existían en el poblado, sin embargo, el Coronel no logró tomar la plaza al ser derrotado en el Combate de San Ignacio. La minería floreció y creció hasta inicios del siglo XX cuando inicia su declive, no obstante, a mediados de ese siglo, se asienta en El Mineral de Nuestra Señora una compañía minera que reactivó la economía del municipio hasta que se cerró por problemas de origen laboral. En ese sitio actualmente se encuentra realizando trabajos de exploración una Compañía minera, que viene a representar una nueva etapa de oportunidades para la minería de Cosalá.
Es la minería el referente y el símbolo de mayor identidad de Cosalá, por lo cual en los dos escudos conocidos del municipio se encuentran representados los implementos utilizados para la actividad minera, en el más antiguo en su cuartel superior derecho aparece un machete, un pico y una pala, ilustrando las herramientas mineras, mientras que en el escudo vigente, en su tercer cuartel se describe: en campo de sable en centro, sol radiante de 16 rayos alternados de oro, el disco solar: carga en palo, con pico de minero, y en faja, una pala. El principal objetivo de los conquistadores españoles fue la extracción de metales preciosos y para ello fundaron asentamientos en lugares poco accesibles y con una topografía irregular, los Reales de Minas.
Los españoles fundaron las ciudades siguiendo una serie de reglas urbanísticas, que para el año 1573 se concretaron en las denominadas leyes de Felipe II, donde se especificaba, entre otros aspectos, que partiendo de una plaza se trazaban las calles formando una cuadricula denominada en “forma de damero”; alrededor de esta plaza deberían de existir una serie de portales y en esos edificios se localizaban la iglesia, las oficinas que albergaban los poderes y las casas de las familias más poderosas, sin embargo, en el caso de los reales de minas debido a lo irregular de la topografía, dichas ordenanzas no se cumplían totalmente, las calles se delineaban siguiendo las pendientes más favorables, originando una forma muy irregular en su trazo, denominada en forma de “plato roto” o geomorfa; Cosalá es una de las expresiones más importantes de este modelo de ciudad minera. Su traza original se encuentra sin alterar, la forma y el ancho de sus calles y banquetas dan testimonio de este fenómeno urbanístico. Calles delineadas de forma irregular de acuerdo a las pendientes del terreno, donde el recorrerlas se convierte en una aventura, con remates visuales y vistas continuas que van jugando con la morfología del poblado, creando espacios urbanos de gran interés arquitectónico y paisajístico, formas que dan testimonio de funciones en desuso, como el uso de carruajes y de bestias de carga, etc.
El gran valor de la arquitectura y el urbanismo de Cosalá están sustentado por un conjunto, es decir, el valor de su centro histórico está respaldado por las características particulares de cada uno de sus edificaciones y su traza urbana que vienen a conformar una unidad de gran valor, donde la alteración individual repercute fuertemente en su significado. Su arquitectura se caracteriza por una total unidad, casas con techos de carrizo y teja que rematan con una cornisa, muros de adobe con vanos verticales enmarcados por molduras pintadas con colores diferentes al resto del paramento del muro, vienen a conformar una tipología formal homogénea en el total del poblado.
Cosalá conserva intacta su traza urbana en forma de plato roto, la forma y ancho de sus calles y banquetas así como la altura de estas últimas, no ha sufrido modificaciones. Su arquitectura a nivel de fachadas e interiores se conserva en más del 90% y se están realizando trabajos de rescate en búsqueda de alcanzar un 100%. Esta arquitectura es construida con materiales del lugar, siendo el conocimiento de las técnicas constructivas transmitido de generación en generación, y no existe un rompimiento que provoque el surgimiento de una arquitectura con otras características como lo testimonian una serie de edificaciones construidas recientemente en áreas de ensanche de la población, con los materiales y técnicas constructivas tradicionales.
La arquitectura de Cosalá surge de la naturaleza y se integra perfectamente a ella, con patios interiores y gruesos muros de adobe que representan la solución al problema del clima, ya que durante la época de verano e invierno son espacios con una temperatura agradable. La arquitectura de Cosalá no solo se integra al medio natural, sino que surge y es parte de él.
Continuamos en quinto lugar nuestro amigo Rosendo Romero Guzmán, ya pago la cuota anual 2020, con el tema, Agustín Verdugo de la Vega un culichi en la ciudad de México porfiriana.
Hace unos cinco años inicie la tarea de rescatar diversos aspectos sobre la colonia Gabriel Leyva, la tercera en fundarse en la ciudad de Culiacán, comunidad que surge en 1924 y con el nombre de colonia Chapultepec, su nacimiento ocurre en el norte, por el rumbo de Tierra Blanca, al puro pasar el puente Francisco Cañedo, sobre la banda derecha del río Tamazula e izquierda del Humaya, después vendrían otras. En 1933, mediante decreto, se la rebautiza como colonia Gabriel Leyva, tal como hoy se le conoce.
Una de las primeras tareas que realice es la revisión de la nomenclatura de las calles de la colonia, y al hacerlo, caí en cuenta que en la asignación de los nombres se mezclaron diversos personajes que han transcendido históricamente a nivel nacional como local. Si se agrupan por épocas, se tienen calles con nombres de héroes y heroínas de la independencia nacional (Ignacio López Rayón, Ignacio Allende, Mariano Abasolo y Josefa Ortiz de Domínguez), personajes de la etapa de la consolidación nacional (Melchor Ocampo, Eustaquio Buelna y Agustina Ramírez), del Porfiriato (Teresa Villegas, Agustín Verdugo, Luis G. de la Torre y Ramón Ponce de León y Joaquín Redo), de la revolución (Álvaro Obregón y Mario Camelo y Vega) y contemporáneos (Mariano Romero), además de aquel cuyos méritos se encuentran ocultos en la bruma de los tiempos, como es el caso del doctor Manuel Romero, los cuales, de momento no he podido ubicar con exactitud.
Inicie investigando los personajes correspondientes al área fundacional, para esto me base en un acta de cabildo, documento donde se asienta que representantes de los fundadores de la colonia, solicitan que se asignen nombres a las calles dando un listado de personajes, y sobre que rúas debían de hacerse, más no sus méritos.
“A la primera Calle de Este a Oeste; comenzando en el Sur, Dr. Manuel Romero.
A la segunda Calle de Este a Oeste; comenzando en el Sur, Dr. Ramón Ponce de León.
A la tercera Calle de Este a Oeste; comenzando en el Sur, Dr. Luis G. de la Torre.
A la Calle que conecta a la Calzada con la que va a la Toma de Agua, Joaquín Redo.
A la primera Calle hacia el Poniente de la Calzada, Teresa Villegas.
A la segunda Calle hacia el Poniente de la Calzada, Calle Agustina Ramírez.
A la primera Calle hacia el Oriente de la Calzada, Lic. Agustín Verdugo.
A la segunda Calle hacia el Oriente de la Calzada, Lic. Eustaquio Buelna.”
De estos personajes, pude realizar sin muchas complicaciones una especie de biografía, excepto de la profesora Teresa Villegas, licenciado Agustín Verdugo y doctor Manuel Romero. En la actualidad he reunido información como para redactar una reseña sobre la vida y obra de la profesora y del licenciado, pero sobre el doctor Romero, debido que aparte de su nombre, profesión y de que una escuela del pueblo de El Salado lleva su nombre, no tengo nada.
Agustín Verdugo de la Vega fue un influyente abogado originario de Culiacán radicado en la Ciudad de México, que, en el Porfiriato, figuró y se le respetó nacionalmente por su prosapia y sapiencia en los círculos del poder, culturales, de intelectuales, literarios, criminólogos, docentes del derecho y litigantes. Agustín, en Sinaloa, tenía lazos consanguíneos con las poderosas familias culiacanenses de la Vega, Verdugo, Rábago, Diez Martínez y Martínez de Castro, que eran identificadas como el grupo de los de La Vega, que unidos, en el siglo XIX, jugaron un papel muy importante en la conformación de Sinaloa como estado. En esa época estos clanes estaban firmemente fusionados por consanguinidad, parentesco espiritual e intereses de poder, situación útil en política y negocios, pero sobre todo en enfrentamientos con clanes de otras regiones del Estado que les disputaban la supremacía política y económica. Sus contrincantes más fuertes eran sus símiles de Mazatlán y la región sur, que además eran apoyados por comerciantes extranjeros. Los conflictos llegaron a las armas, tan es así que en 1852, los mazatlecos junto con sus aliados sureños intentaron separase y formar otro territorio federal pero el proyecto fue rechazado por el gobierno federal, pero a cambio los culiacanenses perdieron la capital del estado, pues a la fuerza fue trasladada a Mazatlán por el coronel Pedro Valdés, quien tras derrotar militarmente a los poderosos de Culiacán se convirtió en gobernador de facto, y aprovechando la situación, emite un decreto el día 24 de septiembre de 1852 que permite el cambio de los poderes del estado a Mazatlán, mismos que solo regresarían a Culiacán hasta 1873.
En esta etapa de la vida del estado de Sinaloa, los siguientes miembros del clan de La Vega ejercieron el poder político como gobernadores, primeramente, Manuel María Eugenio de la Vega Rábago (1835), le sigue su hermano Rafael de la Vega Rábago (1845-1847), Pomposo Verdugo Verdugo, cuñado de los de la Vega, (1848-1850) y por ultimo Francisco Hilario de la Vega Rábago (1853).
Los integrantes de los clanes mencionados, en su mayoría, eran de ideas conservadoras, pero como estaban en desacuerdo con el sistema centralista que impuso el general Antonio López de Santa Anna, adoptaron ideas liberales y apoyaron el Plan de Ayutla promulgado por los liberales, buscando de esta manera proteger sus intereses, primeramente en lo local como representantes de la oligarquía regional y recuperar y asegurar su poderío con ayuda de políticos poderosos involucrados en la conformación de México como nación. El citado plan proponía a cambio un gobierno republicano y democrático que reorganizara y pusiera orden en el país. Por estos motivos se desató una guerra civil que entre 1853 y 1854.
Al triunfo de los liberales, los nuevos dirigentes del país comenzaron a nombrar, de manera provisional, los nuevos gobernadores, quienes se convirtieron en dueños y señores de sus estados a causa del poder que les dio la federación. En Sinaloa, el padre de Agustín, abogado de profesión, Pomposo Verdugo Verdugo, recibió el honor de ser nombrado gobernador del estado en los años de 1855, 1856 y 1857, posición política que le permitió participar activamente en el establecimiento de la Constitución de 1857 promovida principalmente, en el plano nacional, por Juan Álvarez Hurtado.
Precisamente en ese año, el 28 de agosto, Agustín Verdugo tuvo la gracia de nacer en la ciudad de Culiacán . Fue el hijo menor de ocho descendientes del matrimonio formado por el licenciado Pomposo Verdugo Verdugo y de Josefa de la Vega Rábago. Sus hermanos fueron María de los Ángeles (n.1840), María Dolores (n.1842) Antonia (n.1844), Juan Bautista (n.1845), Alejandro (n.1846), María de los Ángeles (n.1853) y Pomposo Valentín (n.1855). Al buscar en archivos del registro civil y parroquial sobre la ascendencia y parentela de este personaje en tierras culiacanenses, únicamente logré constatar la existencia de probables parientes radicados en la comarca de Culiacancito, un antiguo pueblo de indígenas, y que además se dedicaban a la agricultura, la concordancia está en la repetición del nombre de Pomposo y Agustín Verdugo en actas del registro civil de personas radicadas en la población mencionada, prueba de ello son el acta número 306 del 25 de septiembre de 1876 en donde se asienta el nacimiento de un Agustín Verdugo acaecido el 28 de agosto de ese mismo año en el pueblo de Culiacancito siendo sus padres Pomposo Verdugo y María Cesárea Zazueta y el acta 416 del 22 de septiembre de 1926 en donde se asienta el matrimonio de Pomposo Verdugo (20 años de edad) y María Medina (17 años) ambos originarios de Culiacancito, el contrayente era hijo de Agustín Verdugo y Exciquia Rodelo, mientras que la contrayente de Julián Medina y María Salas.
De momento es nulo lo que sé sobre su vida en su tierra natal, pero a cambio se tienen noticias que estudió en la ciudad de Guadalajara donde se graduó como abogado el 16 de agosto de 1878. Con el tiempo se trasladó a la Ciudad de México, y junto con su padre, litigó con éxito para la clase pudiente e importante de la época. Se agremió a la Sociedad de Abogados de México.
Esta crónica continuará