Jueves, Noviembre 28, 2024
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Caos.

Caos

Julio FaeslerJulio Faesler
 
  

A los padres jesuitas asesinados en la sierra Tarahumara. 

El presidente López Obrador democráticamente electo en 2018, desde hace muchos años se había preparado para gobernar, comenzando por ser un líder popular en su natal Tabasco y largos años de estudio en la Facultad de Ciencias Políticas de la UNAM.

Con un envidiable instinto para sentir situaciones, afinado en campañas, el luchador popular completó su ideario comenzando con Marx y Lenin, seguidos con los ejemplos de los luchadores de izquierda radical caribeños y centroamericanos.

Sin más esquema de gobierno que su propósito de transformar a México y salvarlo de la corrupción y avaricia que se había acumulado, López Obrador se propuso centrar su gobierno en una diversidad de programas sociales que reemplazaran los existentes. Más que trabajar con un gabinete de individuos especializados en las variadas áreas de gobierno, desde el principio mantiene una comunicación diaria con el pueblo que paso a paso ha de guiar sus decisiones.

Llevamos tres años de gobernar al país viendo aplicar dicho método de “democracia directa”, sin intermediarios y sin un marco coordinador. Los resultados que nos encontramos hoy, previsibles, son un México desordenado, sumido en caos y problemas agravados, conflictos por garantías atropelladas, y algunos de ellos, internacionales.

La tesis de que los problemas del subdesarrollo se curan con programas sociales que reparten dinero es la guía. Los grupos criminales se disolverían por persuasión. Rechazando todos los dictados de la economía liberal, denunciando los muy conocidos abusos de la economía empresarial, López Obrador confía más en consejos populares con votos de mano alzada para atender las necesidades del país que en un gabinete de profesionales especializados. Pese a la abundancia de talentos con experiencia y voluntad de servicios, ninguno forma parte del gabinete presidencial.

A lo largo de este proceso guiado sólo por su percepción y evaluación personal de lo que México necesita, sin más rumbo que la orientación moral predicada desde sus “mañaneras”, las decisiones han sido una desordenada lista de vislumbres utópicos y de promesas, de proyectos con intencionalidad política más que racionalidad técnica. La colección de decisiones que, tropezándose entre sí, no ha cumplido compromisos que asumió al ascender al poder.

Las metas económicas y sociales se han difuminado mientras la pobreza crece, la salud se desatiende e importaciones del gobierno socavan la producción industrial nacional.

 
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Los pensadores de izquierda hace tiempo vieron con pena que la impreparación del gobierno lopezobradorista lo imposibilitó para realizar su proyecto en todos los órdenes.

Sólo sus más fanáticos seguidores alientan a Morena. Su popularidad en las estadísticas se apoya en una masa popular de ciudadanos que siguen esperando todo de él.

El equipo humano del gobierno es, en su conjunto, incompetente. Seleccionado por sintonía ideológica, amiguismo o acuerdos sin registro, los resultados de esta fúnebre administración están en líneas del Metro que se desploman, programas sociales que deforestan u obras publicas sobre- dimensionadas. De la corrupción y negligencia generalizada dan amplia cuenta los medios.

Los sobreprecios en obras icónicas del gobierno, blindadas contra toda supervisión. El desastre de las escuelas que la incuria de las organizaciones de educación ha dejado víctimas del vandalismo y, sobre todo, la distorsión de funciones de las Fuerzas Armadas y de seguridad.

Al amparo de la impunidad, los que viven de la corrupción la han continuado explotando mientras los que llevan años dedicados a regar el crimen en todas sus formas, medran en la confianza de la impunidad.

Nos estamos quedando atrás en comparación con otros países. El desorden de México está a la vista del mundo. La nación está habitada por familias de mafias. La bancarrota amenaza. Es esto que ha quedado de lo que en otros momentos fue El Milagro Mexicano.

No sorprende que ante tanta confusión, la atención del país se haya tornado hacia la sucesión presidencial. Es tema obligado. Se busca quién podría encargarse de rescatar al país y restituir la vía de desarrollo que se ha perdido.

La propuesta de López Obrador falló. La alianza entre PAN, PRI y PRD es el principio de una reacción ciudadana que reencauce al país en su verdadera identidad política y cultural.

 

PD

La criminalidad en nuestro país llegó a su nivel más alto en los acontecimientos de la Tarahumara, donde las vidas de dos ejemplares misioneros jesuitas fueron sacrificadas. La incuria del gobierno en materia de seguridad es su responsabilidad ineludible.