Jueves, Noviembre 28, 2024
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Más sobre el avión que no quisimos ver

 

Jorge Fernández MenéndezJorge Fernández Menénde                                                                             Razones
 
 
 

La historia del avión iraní-venezolano que partió de Querétaro y terminó en Buenos Aires se sigue complicando cada día más, pero mientras en Argentina y otros países se ha convertido en un escándalo político, en México, de donde partió ese avión, no se dice ni una palabra. Lo cierto es que un avión boletinado por las autoridades estadunidenses, con una tripulación ligada a la Guardia Revolucionaria Iraní, considerada terrorista por la Unión Americana, con otros 14 pasajeros venezolanos, estuvo en México, no hubo control sobre su tripulación, recibió una carga que es sospechosamente pequeña para un avión de esa magnitud, partió hacia Argentina y allí permanece detenido junto con su tripulación, y aquí no pasa nada. 

La historia ha dado muchas vueltas, pero cada vez es más oscura. El avión estaba boletinado por autoridades aeronáuticas, pero también por la Oficina de Control de Bienes Extranjeros (OFAC), con la que México mantiene una relación particularmente estrecha. Era propiedad de la compañía estatal venezolana Conviasa, que está en la lista negra de la OFAC que, como se sabe, elabora un listado de personas y empresas con las cuales está prohibido operar, basada en lo que considera una amenaza para la seguridad nacional de la Unión Americana. La Guardia Revolucionaria Iraní y su grupo de élite llamado Qduas también están en esa lista, pero, además, son considerados agentes terroristas por los atentados que han cometido en distintas partes del mundo. El avión, hasta enero pasado, era propiedad de una empresa iraní que también está en esa misma lista, porque se considera que vende y aprovisiona ilegalmente de armas a organizaciones terroristas. 

Hace apenas un mes, el gobierno de Paraguay había vuelto a boletinar el mismo avión porque había llegado a Ciudad del Este, en la Triple Frontera, donde se unen Paraguay, Brasil y Argentina, una zona de alto índice de tráfico de drogas, armas y personas. Según el gobierno paraguayo, habría estado involucrado, incluso, en el comercio ilegal de tabaco. La denuncia fue respaldada por el gobierno de Estados Unidos. 

En otras palabras, había innumerables datos en listas que cotidianamente utilizan y supervisan los gobiernos, la mayoría de los casos, como la de OFAC en forma cibernética, incluyendo, por supuesto, el de México, sobre por qué no se debía permitir el ingreso a nuestro país de ese avión, no se podía comerciar con él ni tampoco cargarle combustóleo, se debería saber que, por lo menos los miembros iraníes de su tripulación, eran miembros de la Guardia Revolucionaria, y que el comandante es un miembro activo de la misma, familiar, además, del ministro del Interior de Irán. 

 Tan pública es esa información que ese avión, que aterrizó primero en la ciudad de Córdoba (fue obligado, porque ese día había una intensa niebla en Buenos Aires), no fue surtido de combustible por las empresas YPF y Shell, porque sabían que estaba boletinado por la OFAC. Se dirigió a Buenos Aires, donde tampoco fue aprovisionado, por eso trató de llegar a Montevideo. Pero el gobierno de Uruguay no le permitió aterrizar y regresó a Buenos Aires, donde, por la denuncia que recibieron fiscales y jueces, terminó siendo retenido el aparato y sus tripulantes. 

 Nadie ha reclamado, por cierto, la carga (repuestos de automóviles) que supuestamente llevaba para empresas argentinas y que había recibido en Querétaro. Quien haya vendido esa carga y quien la haya comprado, además, estaría violando las normas de la OFAC, que prohíbe operaciones con empresas o personas boletinadas. 

El tema va más allá. Cuando fue detectado ese avión en Ciudad del Este, en la Triple Frontera, se le perdió el rastro porque partió, informó, rumbo a Aruba, pero a poco de despegar apagó sus transponedores para que no fuera seguido por los radares. 

 Ahora se ha reconstruido su itinerario de las últimas semanas. Ese avión ha estado, en apenas tres semanas, cinco veces en Caracas, cuatro en Teherán (capital de Irán), dos en Ciudad del Este (Paraguay), dos en Belgrado (Serbia), una en Moscú y otras dos en Querétaro. Ese solo itinerario de vuelos lo volvería altamente sospechoso, sobre todo en plena guerra de Ucrania y cuando los vuelos a Moscú, por ejemplo, están congelados. 

El gobierno argentino de Alberto Fernández declaró ayer que todo había sido una confusión y que no había problemas, pero la justicia opinó todo lo contrario: ha intensificado las investigaciones, cateó el hotel donde se mantienen retenidos los tripulantes, ha recopilado mucha más información, ha prohibido que el avión sea surtido de combustible y que tanto el aparato como los tripulantes abandonen el país, y cada día parecen surgir nuevos datos de una operación que no se explica como un simple movimiento de carga en un avión enorme que, además, no está acondicionado para ello, como tampoco se explica la cantidad de tripulantes en un vuelo que no es de pasajeros. 

Lo que sorprende es que en México pareciera que el tema no es de nuestra incumbencia, que no importa. Alguien se equivoca y mucho: lo sucedido, por lo menos, es una demostración más del caos que aqueja al sector aéreo en el país, exhibe la falta de controles de seguridad y quizá las necesarias complicidades con personajes y empresas no sólo cuestionables, sino también internacionalmente denunciadas. No sé si lo entienden, pero este hecho es tóxico y puede ir mucho más allá de una simple anécdota.