Decisiones equivocadas. Pocas políticas tan conservadoras como las encaminadas a la prohibición. No sólo porque se apela a la falsa creencia de que, con ellas, se levanta un muro inquebrantable, sino por sus repercusiones ante el tema que se busca contener. Prohibir el alcohol, por ejemplo, no impide que las personas que desean ingerir queden lejos de su alcance. Ahí están los varios episodios en los que una “ley seca” se impone en regiones del país.
Seguramente lo veremos el próximo fin de semana en alguno de los seis estados que tienen elecciones. ¿Una “ley seca” anunciada con días de antelación, como sucede generalmente, impide que ciudadanos tomen precauciones y hagan compras de “pánico”? Aquí en la CDMX ocurre un fenómeno particular: la medida suele dictarse según la alcaldía, pero territorios que comparten frontera, pero no esta política, permiten escenarios tan absurdos como que en una misma avenida, pero distinto lado de la acera, el acceso al alcohol no represente problema alguno. El principio es el mismo: la falsa idea de control. Ayer, Andrés Manuel López Obrador firmó un decreto con el que se prohíbe la distribución y comercialización de los vapeadores y cigarros electrónicos. También recibió un premio de la OMS por este tipo de acciones. Desde luego que, en el marco del Día Mundial sin Tabaco, este anuncio queda como la imagen perfecta de quien vela por la salud de los ciudadanos, sin embargo, ¿de qué forma el Estado va a evitar que esto genere un mercado negro? Eso no lo han dicho. Así como la “ley seca” no logra inhibir el consumo, ¿qué nos asegura que con el decreto estos dispositivos dejarán de entrar a territorio nacional? ¿La no regulación de las drogas ha impedido su uso y tránsito por territorio nacional?
El consumo de tabaco, como de cualquier otra sustancia adictiva, es, desde luego, un asunto de salud pública, pero no se resuelve con la prohibición. Si el argumento en este caso es la mercadotecnia que existe sobre estos productos, cuyo objetivo es la población joven, como sucede en EU, tampoco hay de parte del gobierno de México acciones encaminadas a la atención integral. Apenas hace unos días hablamos de la desafortunada campaña Yo decido, también meses atrás señalamos los spots contra las adicciones plagados de mensajes trillados. Si ése es el límite de su enfoque, estamos perdidos. Una adicción no se ataja con campañas que apelan a la culpa y la revictimización, ¿hasta cuándo harán de la información la herramienta esencial de políticas públicas para casos como éste?
Cualquier ley que apele a la prohibición como eje rector está destinada al fracaso, porque ni siquiera con leyes y castigos rigurosos se impide la comisión de un delito, menos aún se inhibirán deseos y prácticas individuales. La prohibición jamás ha sido el camino, porque justo también su otra inevitable consecuencia es la aparición de un mercado negro no regulado que, muchas veces, se sale de las manos.