Jueves, Noviembre 28, 2024
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También le falló a la esperanza

 

Yuriria SierraYuriria Sierra                                                                           Nudo gordiano
 
 
 

El bienestar es la marca de este gobierno. Es el apellido de programas sociales y dependencias con las que, nos dicen, se asegura la atención, pero, sobre todo, el desarrollo de cada ciudadano que queda bajo la sombra de este espíritu asistencialista. Andrés Manuel López Obrador ha echado todo en esa línea de gobierno; sin embargo, ¿qué sucede cuando los otros frentes, más allá de la entrega de recursos, no avanzan en la misma línea y dejan ver el hueco de la presencia institucional? 

Los números que arroja la violencia, por ejemplo, no sólo retratan una dolorosa realidad a través de la precisión de las víctimas; también subrayan la impunidad que impera en nuestro país. Si bien el clima de inseguridad debe verse desde puntos distintos, como cuando hablamos del número de delitos que se comenten y aquellos que terminan con sentencia, es mínimo. Por eso, ante muchos anuncios, la percepción ciudadana en este sentido no cambia. En la última Encuesta Nacional de Seguridad Pública Urbana, seis de cada 10 personas afirmaron sentirse inseguras en la ciudad donde viven. Los cajeros automáticos, transporte público, bancos, calle, carreteras y mercados, los sitios que generan más desconfianza. No hay bienestar en este sentido. 

 Si hablamos de la violencia con sello de grupos criminales, aquí hemos contado sobre los cientos de muertos, miles de desaparecidos y desplazados. Ocho de las diez ciudades consideradas las más violentas del mundo son mexicanas: Zamora, Ciudad Obregón, Zacatecas, Tijuana, Celaya, Juárez, Ensenada y Uruapan, según el ranking del Consejo Ciudadano para la Seguridad Pública y la Justicia Penal. Hace unos días, Héctor de Mauleón contó en su espacio en El Universal que el autor del video que capturó el fusilamiento, que para el gobierno fue “multiejecución”, en San José de Gracia, Michoacán, tuvo que abandonar su hogar ante las amenazas que recibió. Y en un país en el que “no hay masacres” aún desconocemos el paradero de los once cuerpos de este episodio; pero después llegaron las historias de Debanhi, Yolanda, Ángel Yael, en Guanajuato, y hace una semana el ataque a un hotel en Celaya, por decir sólo algunos. Tampoco hay bienestar desde esta perspectiva. 

 Otro frente: en nuestro país aumentó la población en situación de pobreza entre 2018 a 2020, pasó de 51.9 a 55.7 millones, cifras del Coneval. Además, la población en pobreza extrema pasó de 8.7 a 10.8 millones de mexicanos. Aquí tampoco hay bienestar. ¿Y la salud? En los últimos dos años, su acceso se ha dificultado y exacerbado. 

 ¿Y qué sucede cuando se cruzan estos factores y, además, se une otro que tomó a todo el mundo por sorpresa: covid-19? Ya no hablamos sólo de bienestar, sino de esperanza de vida y ésta, en México, cayó: “Un hombre mexicano tenía una esperanza de vida de 72.2 años en 2019. Para finales del año pasado, esa cifra bajaba hasta los 67.9 años. Una mexicana podía esperar vivir casi hasta los 78 años, pero, tras dos años de pandemia, sólo hasta los 74.2 años...”, reportó este domingo El País, al referir un estudio elaborado por la Universidad de California. Si bien la pandemia movió la esperanza de vida en todo el mundo, debido al exceso de mortalidad que se ha registrado en todas las naciones, en nuestro país se hace la cruza de aquellos otros factores que, junto a las consecuencias pandémicas, ayudaron a disminuir la esperanza de vida de un ciudadano y una ciudadana mexicana. Si el bienestar como marca fue un objetivo, la esperanza como punto de partida para evaluar ese bienestar quedó en el olvido. A ésa también le falló.