Jueves, Noviembre 28, 2024
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Cien mil

 

Yuriria SierraYuriria Sierra                                                   Nudo gordiano
 
 

Lunes 16 de mayo. Un día más de intenso calor, inicio de quincena, tráfico a mil. Son los días previos al inicio de la temporada de tormentas y ciclones tropicales. Por la mañana, el Presidente de México decidió abrir un nuevo frente, esta vez con la UNAM y con los estudiantes de Medicina que, aunque excluidos de los protocolos por la emergencia sanitaria ahora eran blanco de críticas. Un lunes en que se habla de sucesión, de aumento salarial al gremio docente. 

Un lunes como cualquier otro, en el que nada mueve la agenda del mandatario. 

Lunes 16 de mayo, ya avanzada la tarde. El reloj marca las 16:34, la nueva hora del terror, de la impotencia, de la inacción. México rebasó en un segundo los 100 mil desaparecidos y personas no localizadas, según el registro que se tiene desde la década de los 60. Pero, ¿qué diferencia hay entre un desaparecido y una persona no localizada? Para las autoridades, el paradero del primero, aunque desconocido, está relacionado con la comisión de un delito; el segundo bien podría ser un acto voluntario. Aunque para las familias es lo mismo. ¿Qué siente una madre cuando desconoce dónde está su hija o hijo? ¿Qué siente una hija o un hijo cuando no sabe dónde está su madre o padre... su abuelo, un tío o su mejor amigo? 

 
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Un día o varios años causa el mismo pánico. 

La cifra es oficial: 100 mil que corresponden a las últimas seis décadas, entre el 15 de marzo de 1964 y el 16 de mayo pasado. Un número que se vuelve aún más desafortunado cuando nos precisa que ocho de cada 10 casos se han contabilizado en los últimos 16 años. El desglose para quien gusta de los números: 245 mil 511 casos de personas desaparecidas, no localizadas y localizadas durante estos casi 60 años; más de 145 mil de ellos fueron casos resueltos, nueve de cada 10 personas fueron encontradas con vida. El resto, esos más de 100 mil, son casos presentes, que no un número, son familias que han tenido que aprender a vivir con la incertidumbre, el miedo, el dolor. 

 “La última vez que lo soñé, me dijo: he vuelto. Pero estás muerto, le dije. ¿Cómo volviste? Estás muerto... Aquí estoy, me dijo. Aquí estoy...”, un testimonio plasmado en el documental Te nombré en el silencio, un trabajo de José María Espinosa de los Monteros, que retrata el cotidiano, el doloroso cotidiano de los integrantes de las Rastreadoras del Fuerte, un grupo de hombres y mujeres del norte de Sinaloa, dedicados a buscar a sus familiares víctimas de los grupos criminales. Con pico y pala en mano, salen tras sus rastro, realizan labores que autoridades de todos los niveles de gobierno, de todos los partidos, que se han negado a hacer. 

Cien mil veces que se ha evidenciado su inacción, lo poco que les importa resarcir los daños, brindar seguridad. Que sean las familias quienes hagan el trabajo, por eso incluso en la página de la Comisión Nacional de Búsqueda se encuentra el Manual de Capacitación para la Búsqueda de Personas. Cuántas veces los colectivos han llegado en este sexenio (en el que se escucharía a los más desprotegidos) y se han topado con una negativa a ser recibidos, porque nada mueve la agenda. Cien mil, un número que no alcanza a dimensionar el tamaño de una tragedia, el dolor de familias enteras que lo detienen todo para hallar una respuesta que muchas veces sólo se alimenta con la esperanza.