Miércoles, Noviembre 27, 2024
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La ley es la ley

 

Rafael Álvarez Cordero                                                                                                   Viejo, mi querido viejo
 

 

La palabra ha sido un medio por el que los seres humanos dejan huella; las sentencias y frases célebres pueblan el mundo., desde el Primum non nocere de Hipócrates, pasando por el “Sin embargo se mueve”, de Galileo; “Tierra a la vista” de Rodrigo de Triana; “El Estado soy yo” de Luis XIV; “Vamos a matar gachupines” de Miguel Hidalgo; “No estudio para saber más, sino para ignorar menos” de Sor Juana Inés de la Cruz; “Morir es nada si por la patria se muere” de Morelos; “Libre y sagrado el derecho de pensar” de Benito Juárez; “Tengo un sueño”, de Martin Luther King; “Perdona a tus enemigos, pero no olvides sus nombres” de John F. Kennedy, hasta “Sin democracia, la libertad es una quimera”, de Octavio Paz, incluso Imagine de John Lennon, son inolvidables.

He pensado en la trascendencia de éstas y muchas otras frases históricas cuando después de que el señor Presidente juró cumplir y hacer cumplir la Constitución en 2018 y el 31 de enero de 2019 dijo: “Al margen de la ley, nada; por encima de la ley, nadie”, ahora resulta que, para ignorar las quejas por corrupción y las violaciones a la Constitución, dijo estas palabras: “No me vengan con ese cuento de que la ley es la ley”, que, indudablemente confirman su pensamiento político y su postura frente a la ley.

Esta, señor Presidente, es la declaración más contundente con la que usted confirma su postura frente a la ley, la Constitución, el respeto a las instituciones que nos hemos dado para vivir en armonía y tener una democracia en libertad. Después de lo que afirmó, que acompañó y acompaña con sus reiterados ataques a quienes en una y mil formas le hacemos ver su falta de congruencia con el alto cargo que 30 millones de ciudadanos le otorgaron, confirma su vocación autoritaria, ya que, como el rey Sol, desprecia la ley y no sólo, sino que se precia por ello,  desafía a la República.

Me dirijo a usted, señor Presidente, pero sin tutearlo, porque no somos iguales, ya que usted es malo y hace un grandísimo daño al país; usted siempre despreció las leyes y las reglas, desde que estaba en la escuela y peleaba con sus compañeros, cuando invadió los pozos petroleros porque no lo hicieron gobernador de Tabasco, cuando vino una y otra vez a la capital para extorsionar a las autoridades, cuando ya jefe de Gobierno clausuró la principal avenida de la capital durante meses, y cuando ocultó la corrupción de muchas de sus obras, incluido el segundo piso; no, señor Presidente, no somos iguales, usted es malo.

Su desprecio por la ley ha tenido consecuencias catastróficas para el país que tardarán mucho tiempo en remediarse: el Sistema Nacional de Salud en el que yo viví es ahora una entelequia sin pies ni cabeza, y los costos en vidas, enfermedades y carencias seguirán por mucho tiempo después de que usted abandone la Presidencia; la economía está peor que hace 50 años, la contaminación derivada del uso de combustibles fósiles impide que se cumpla con los compromisos sobre el cambio climático.

Pero el mayor fracaso de su gobierno, derivado de su desprecio por las leyes, fue su decisión de dar “abrazos, no balazos” a los delincuentes, que se apoderaron ya del país y por lo que hoy es un narcoestado, mientras usted orondo afirma: “no me vengan con ese cuento de que la ley es la ley”.

Señor Presidente: aunque usted lo niegue, la ley será siempre la ley y los mexicanos haremos lo necesario para que se respete, usted es un obstáculo para la democracia, usted es hoy como una piedra en el camino, pero México seguirá adelante y volveremos a ser una sociedad coherente, dinámica, progresista y, sobre todo respetuosa de la ley.

Cada día hay más ciudadanos que se dan cuenta de sus trapacerías, de su inacabable corrupción, de sus mentiras y de su incapacidad para gobernar al país; yo mientras tanto le reitero: no somos iguales, usted es malo.