Clara Scherer
Después de la revo-ratificación de mandato, quedan algunas certezas. El Instituto Nacional Electoral es confiable, eficiente e indispensable para realizar las elecciones, especialmente, las que le competen por ley. Si es que aún se considera necesario reformarlo, lo prudente sería que exigiera que los partidos elijan sus candidaturas de forma democrática y no simulada: indirectas por delegados, encuestas, dedazos.
Urgente que, si autoridades, funcionarios, partidos violan la ley, los castigos estén señalados claramente y haya forma de hacerlos cumplir. Son delitos, ahora con categoría de graves, y lo que hemos visto es que sólo causaron risas a los presuntos delincuentes electorales. Muy delicado asunto, pues, si ell@s no cumplen, la ciudadanía no tiene por qué hacerlo.
Seguramente, muchas personas que simpatizan con la 4T salieron por voluntad propia. ¿Cuántas? Nunca sabremos, pues el acarreo, la coacción y el miedo actuaron para que muchas otras votaran presionados y no por voluntad. Las razones para no acudir a las urnas, igualmente, seguirá siendo una incógnita. ¿Cuántas no fueron porque les quedó lejos la casilla? ¿Cuántas porque conscientemente, no creyeron que sirviera para algo?
Necesitamos más educación cívica, más mujeres conscientes de sus derechos, más hombres dispuestos a tratar como iguales a las mujeres. Personas dispuestas a participar en defensa de sus derechos y de sus intereses. Eso sólo es posible con un Instituto Electoral como el que tenemos. Un instituto que no se deja amedrentar y que cumple cabalmente con su tarea.
Tener buenos gobiernos no pasa por esa revo-ratificación. Quien gane de ahora en adelante la candidatura presidencial deberá estar más preocupada porque no le revoquen el mandato a la mitad de su gestión, que por gobernar. Sabemos que el ejercicio cabal de gobierno implica con frecuencia acciones impopulares, pero necesarias (por ejemplo, impuestos). Para López Obrador, “buen gobierno” significa sólo ser popular y distraer a la concurrencia.
Y ya ni hablar del costo real de este tan absurdo ejercicio. No sólo lo que gastó el INE, sino todo lo que hubo que pagar para propaganda, para acarreo, para coacción, para pago de intermediarios, etcétera, etcétera. Y todo, dinero de las y los contribuyentes. Si preguntaran en qué debemos gastar, pocos dirán que en revo-ratificación de mandato.
Imaginar que si se hubieran puesto todas las casillas el resultado sería otro, no tiene mucho sentido, porque el hubiera, ya lo sabemos, no existe, pero, si consideramos que ésta fue una “muestra” como las de las encuestas, vemos que el “músculo” de Morena está en franco deterioro. Y ésa es la razón de la desesperación y las pésimas y hasta groseras maneras que han adoptado l@s títeres moren@s que integran el Congreso.
Se acabó la simulación, dicen, y entonces, con trampas intentan arrebatar lo que no han conseguido con “no mover ni una coma” y un “diálogo” donde impere el mandato del Presidente. ¿Ha fracasado la política? Ni siquiera asomó las narices, cosa de ver el resultado del parlamento abierto. Cual si fuera monarca absoluto, intentan imponer los deseos de quien alguna vez se autonombró “rayito de esperanza”.
Importa que se revise este ejercicio, porque, de no hacerlo, la gobernabilidad del país corre el riesgo de no ser una nación preocupada por el bienestar de sus ciudadanos, sino una que cuida sólo al poder que retiene un grupo. Dicen que “mal gobierno es el que atenta contra los derechos civiles y humanos de los ciudadanos. Modifica la Constitución nacional con fines estratégicos para beneficiar a su gobierno, a costa de violar la democracia. No cumple de manera idónea y responsable con sus responsabilidades”. Hay mucho que reflexionar. Demos tiempo para no precipitarnos y errar en el camino. Sigamos defendiendo a nuestro INE.