Miércoles, Noviembre 27, 2024
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Un estruendoso fracaso

 

Luis de la Barreda Solórzano
 
 

El dato más importante de la consulta de revocación de mandato es que el Presidente ha perdido la mitad de los votos que obtuvo para llegar a la Presidencia. Más de ocho de cada diez ciudadanos, 82%, decidieron no votar.

Es verdad que sólo se instaló la tercera parte de las casillas que se abrieron en 2018 —pues ni el INE ni nadie están obligados a lo imposible, y fue lo que se pudo con los recursos con que se contó—, pero 58% del electorado pudo votar donde siempre y sólo en el 0.4% de las urnas se requería un traslado de más de una hora.

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Por otra parte, el propio Presidente, los gobernadores, los funcionarios municipales y los dirigentes del partido oficial violaron la ley una y otra vez promoviendo la consulta. Como en los viejos tiempos, muchos servidores públicos y beneficiarios de programas sociales fueron coaccionados para acudir a votar y fue abundante el acarreo de votantes. Dos mujeres chiapanecas murieron al caer a una barranca el vehículo en que se acarreaba a pobladores del ejido Nueva Victoria, a quienes se amenazó de que si no votaban se les quitaría el apoyo de Sembrando Vida, y se les recompensó con pollos, arroz y maíz.

Por todas partes se desplegaron carteles que invitaban a votar mediante el chantaje, por ejemplo: “Vota para que siga el Presidente y así sigan los apoyos a los adultos mayores” y “Vota para que siga el Presidente y así las vacunas sigan siendo gratuitas”. Sólo faltó que se añadiera: vota para que siga el Presidente y así el sol siga saliendo gratuitamente.

 

Una consulta absurda, promovida por el Presidente y por quienes querían complacerlo, demostrarle que los suyos lo son incondicionalmente. La consulta tuvo el nada módico costo de 1,692 millones de pesos, cantidad con la cual, como observa el doctor Francisco Moreno, se hubiera podido vacunar contra el coronavirus a más de 13 millones de niños.

Para que la consulta de revocación de mandato sea vinculante se requiere la participación del 40% de ciudadanos inscritos en el padrón electoral. Como esa cifra estuvo muy lejos de alcanzarse, el Presidente ha anunciado que promoverá una reforma para que el porcentaje disminuya a 20 por ciento. La quinta parte de los ciudadanos podría remover en tres años a un mandatario elegido para seis: una fórmula que permitiría que, de ser derrotado el candidato oficial en la elección presidencial, una muy pequeña minoría pudiera mandar a su casa al ganador de la elección a la mitad de su mandato.

Sergio Sarmiento advierte que la manera ostentosa en que muchos funcionarios violaron la ley ha tenido el propósito de “provocar sanciones, incluso la anulación del proceso, con el fin de tener una excusa para acabar con el INE ciudadano” (Reforma, 11 de abril). A nadie escapa que la eliminación del INE independiente sería el fin de la frágil democracia mexicana. Una autoridad electoral sometida a los designios del Presidente garantizaría elecciones amañadas, como las de Venezuela y Nicaragua. La defensa del INE es la defensa de un pilar fundamental de nuestra democracia.

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El Presidente anuló su voto escribiendo en la papeleta “Viva Zapata”. Él se ha quejado de las críticas de la prensa, que compara con las que recibió Francisco I. Madero, lo que, en su opinión, influyó decisivamente en su derrocamiento. Pero no fueron esas críticas, sino un golpe de Estado lo que derrocó a Madero, quien durante toda su breve gestión tuvo que enfrentar numerosos levantamientos armados. No sé si López Obrador ignore que Zapata desconoció a Madero como titular del Ejecutivo por no haber cumplido inmediatamente con sus exigencias, y de esa manera se sumó a esos levantamientos.

Un antecedente de esta consulta es la que organizó Antonio López de Santa Anna, Su Alteza Serenísima, en 1854, para saber si el pueblo seguía apoyándolo. Como López Obrador, Santa Anna ganó con más del 90% de los sufragios emitidos.