Víctor Beltri Nadando entre tiburones
En esta semana hemos presenciado tanto el tamaño, como el alcance verdadero, del gobierno en funciones. La entrega de un aeropuerto inútil, el ecocidio de una selva virgen. La intolerancia del Ejecutivo ante cualquier crítica, la ignorancia culposa de quienes están dispuestos a aplaudirle todo. La definición oficial, del partido oficial, por el lado equivocado de la historia.
Hijos de Putin. La creación de un Grupo de Amistad entre los gobiernos de México y Rusia —justo en la coyuntura actual— no es un acto inocente de acercamiento entre dos pueblos, sino la expresión más clara de la afinidad que existe entre sus clases dirigentes. Autoritarismo, represión, devoción absoluta a un líder que proviene de lo más oscuro del régimen anterior. Desprecio por la democracia, aversión a la transparencia, enfrentamiento con EU: los ancianos que hoy ejercen el poder parecen añorar su guerra fría.
El mundo es muy distinto, sin embargo. La torpe invasión rusa sólo ha conseguido la unanimidad en su contra, por parte de los países democráticos, así como la definición a su favor de los regímenes autocráticos que comparten sus valores y metodologías, tal y como lo ha hecho nuestro gobierno. El Presidente se definió —desde un principio— a favor de Rusia, cuando se negó a definirse en contra de la ocupación; los legisladores de su partido lo confirmaron al demostrar su lealtad al enemigo del mundo libre.
La mejor política exterior no es una buena política interior, como afirma el Presidente, pero en cambio sí ha quedado demostrado que la peor política exterior es tener una mala política interior. La polarización ha servido al régimen, en lo interior, para exacerbar a sus bases y contar una historia de revancha ancestral: en lo exterior, y especialmente en este momento, la polarización con otros gobiernos democráticos no sólo es absurda, sino motivo de burla y desprecio.
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