Ivonne MelgarRetrovisor
A falta de una posición gubernamental rotunda de condena a Putin, la Cámara de Diputados se convirtió en el escenario de representación de una pichicata política exterior frente al dolor del pueblo de Ucrania.
La presencia este jueves 24 de marzo del embajador de Estados Unidos, Ken Salazar, en el Salón de Protocolos, hizo evidente la falta de un enlace que opere en sintonía con el canciller Marcelo Ebrard en el Congreso, en materia diplomática. Y no sólo para fines de 2024.
Porque el reclamo, lamento y casi amago del representante de Joe Biden en México a los diputados es el colofón de un capítulo que también dejó al descubierto esa doble moral de rechazo y miedo con la que se mueven funcionarios y legisladores de la autoproclamada Cuarta Transformación frente a Estados Unidos: emocionados con las palmaditas del expresidente Trump y, a veces, francamente antiyanquis, si así lo dicta la narrativa oficial. Aunque, claro, todos quieren renovar sus visas USA.
Ese vaivén explica el deliberado bajo perfil que ante la invasión de Rusia a Ucrania tienen el canciller Ebrard, el embajador Esteban Moctezuma y hasta el elocuente Juan Ramón de la Fuente, representante en la ONU.
Esa doble moral es causa además de que, a un mes de la intervención de Putin, los diputados han sido incapaces de tejer un pronunciamiento digno de eso que pomposamente llaman la diplomacia parlamentaria.
Si bien, la oposición le quiso tender la mano al canciller Ebrard con la solicitud de ofrecer visas humanitarias a los ucranianos, el otrora político del diálogo plural prefiere asimilarse a la retórica mañanera, carente de empatía con un pueblo invadido y obligado a huir, una actitud que permea en los legisladores del bloque gubernamental.
Por eso, cuando Salomón Chertorivski (Movimiento Ciudadano) invitó el 10 de marzo a la embajadora ucraniana, Oksana Dramaretska, a ese salón de la Cámara de Diputados, algunos morenistas se asomaron sin que ninguno se tomara la molestia de expresar un sentimiento de solidaridad. Tampoco lo hubo del Partido del Trabajo que, al siguiente día, por conducto de su coordinador Alberto Anaya, convocó a instalar el Grupo de Amistad México-Rusia.
Las protestas de MC lograron postergar el disparate que, sin embargo, se concretó este miércoles 23 de marzo, con casi todos los diputados del PT, unos cinco de Morena y el decano de la Cámara, el priista Augusto Gómez Villanueva.
Fue delirante escucharlos exaltar la grandeza rusa como si la barbarie en Kiev fuera una película. Y verlos aplaudir la versión del embajador Víktor Koronelli contra los supuestos nazis del país invadido y su despedida: “Hay países como China, como India, como México que a la orden del Tío Sam nunca van a contestar yes, sir”. Diplomática de carrera, la exembajadora en Estados Unidos, Martha Bárcenas, resumió en Twitter la repulsión frente a ese momento: “Las declaraciones del embajador ruso faltan a la verdad. Se requiere de cinismo para afirmar que Rusia no comenzó la guerra. Da vergüenza que los diputados mexicanos se presten a este juego”.
La ausencia de representantes del PAN, PRD, PVEM y MC en la proclamada amistad con Putin limpió un poco la vergüenza generada por una mayoría legislativa que en menos de 24 horas debió encabezar, con el diputado morenista Miguel Torruco Garza, la instalación del Grupo de Amistad México-Estados Unidos.
Con esos antecedentes, el embajador Salazar soltó este ante diputados, ahora sí de todos los partidos: “Tenemos que estar en solidaridad con Ucrania y contra Rusia. Me parece que el embajador de Rusia que estuvo aquí ayer haciendo un ruido que México y Rusia estaban tan cercanos, eso, perdón, nunca puede pasar, nunca puede pasar”.
A medio encuentro se incorporó el coordinador de Morena, Ignacio Mier, obligado a explicarle al diplomático estadunidense: “México, de ninguna manera, con ninguna expresión, ni con la instalación de comités cambia su posición en la que repudia la invasión de un país a otro”.
Pero el daño estaba hecho: la apuesta del trato comprensivo con las circunstancias mexicanas del embajador Salazar había fracasado y su invitación a seguir los pasos que Benito Juárez y Abraham Lincoln dieron unidos, quedó desplazada por la ruda declaración que a esa misma hora compartió en EU el general Glen VanHerck, jefe del Comando Norte: México es hoy la más grande base de operaciones de las agencias de espionaje ruso.
Un recado militar que conlleva una advertencia del grado de documentación que en la Casa Blanca tienen de los nexos mexicanos con Putin.
A esa señal de que allá saben que la cercanía con los rusos no acaba en una ocurrencia de legisladores que alguna vez se soñaron comunistas, ayer se sumó la alerta de la representante comercial de Estados Unidos, Katherine Tai, de que tiene serias preocupaciones con la trayectoria de deterioro de la política energética de México.
Y es que los vecinos están molestos porque más allá de las fórmulas venezolanas que aquí se intentan practicar en lo económico y político, no terminan de entender a qué le tira el gobierno de López Obrador frente a Estados Unidos y el tirano del Kremlin.
¿Alguien sí lo tiene claro?