Miércoles, Noviembre 27, 2024
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Mariúpol, la indómita

 

Pascal Beltrán del Río                                                                        Bitácora del director

 
 

Víctima actual de un sitio por tierra y mar por parte del ejército ruso, la ciudad portuaria de Mariúpol ha sido un crisol de culturas desde su origen, que se remonta a principios del siglo XVI.

A partir de que comerciantes genoveses y venecianos crearon un asentamiento en la desembocadura del río Kalmius –donde descargaban sus mercancías para mandarlas por tierra a lugares tan lejanos como China–, Mariúpol atrajo a pobladores cosacos, tártaros, griegos y turcos, entre otros, gracias a su ubicación estratégica, en la costa del mar de Azov.

De llamarse Adomakha, la localidad fue rebautizada como Pavlovsk por los rusos, quienes anexaron la zona en 1775. Los cosacos, que hasta entonces estaban en control, fueron expulsados por orden de Catalina la Grande. En su lugar llegaron, desde Crimea, griegos, turcos y tártaros. En 1780, el puerto adquirió su actual nombre, Mariúpol –ciudad de María, en griego póntico–, en honor de María Fiódorovna, nuera de la emperatriz y segunda esposa del príncipe heredero y futuro zar Pablo I.

Mariúpol fue un importante centro pesquero y comercial hasta que se construyó el ferrocarril a Donetsk en 1882. Eso hizo que cambiara su giro al carbón, abundante en la región del Donbás. Para finales del siglo XIX, tenía dos plantas metalúrgicas, construidas por empresarios estadunidenses y belgas.

 

Entre 1892 y 1897, su población se duplicó. El idioma principal era el ruso, aunque se hablaba también yidis, ucraniano, griego, turco y tártaro. Cuando estalló la Primera Guerra Mundial, tenía 54 mil habitantes, pero por ese conflicto, sumado a la Revolución Rusa, se redujo su población a la mitad.

Entre 1917 y 1919 fue disputada por fuerzas alemanas y rusas, hasta que el Ejército Rojo la ocupó definitivamente. La autoridad revolucionaria reconvirtió las dos plantas de acero en una y la llamó Illich, en honor de Lenin, el fundador de la URSS, e integró la ciudad en la República Socialista Soviética de Ucrania. En octubre de 1941, durante la Segunda Guerra Mundial, fue capturada por los nazis, hasta ser liberada en 1943.

Después del conflicto, Mariúpol cambió otra vez de nombre, para tomar el de Andréi Zdánov, un funcionario soviético, originario de allí, quien se había encargado de elaborar las listas de las purgas de José Stalin y censurar a artistas renombrados.

Medio siglo después, al desintegrarse la Unión Soviética e independizarse Ucrania, Mariúpol pudo recobrar su nombre. Sin embargo, en 2014 volvió a conocer el conflicto armado, pues, a raíz de la Revolución del Maidán, fue peleada por las fuerzas ucranianas y los separatistas prorrusos del Donbás.

Hoy, Mariúpol –hogar de cristianos, judíos y musulmanes– vuelve a ser noticia luego de ser bombardeada y sitiada sin piedad por el ejército ruso, que invadió Ucrania hace casi un mes.

Los rusos han encontrado una férrea resistencia por parte de los ucranianos y han castigado la ciudad dejándola sin víveres. Convertida en símbolo de la resistencia, Mariúpol ha visto cómo los invasores han destruido buena parte de su infraestructura y espacios residenciales. Hasta 300 mil de sus habitantes han vivido por semanas enteras en sótanos, sin luz ni calefacción y con escasa agua, esperando que una negociación entre Kiev y Moscú permita que sean evacuados.

Las escenas que han logrado transmitirse de las condiciones en que se encuentra la ciudad son desgarradoras. Casi nada se salvó de los ataques. Un teatro donde se refugiaban niños fue bombardeado por los rusos, a pesar de enormes pintas que informaban quiénes se encontraban allí. Asimismo, muchos muertos han sido enterrados en parques o dejados en plena calle por falta de condiciones para sepultarlos.

Moscú ha tratado de subyugar a los habitantes de Mariúpol por hambre, igual que lo hizo en Aleppo, Siria, entre 2014 y 2016, y Grozny, Chechenia, entre 1999 y 2000.

El fin de semana pasado Rusia ofreció permitir su salida a cambio de que los defensores de la ciudad se rindieran. El gobierno ucraniano rechazó el ultimátum.

Hay una sola forma de llamar lo que hace Rusia en Mariúpol. Se trata de un crimen de guerra, un intento de exterminar a sus pobladores para imponer una visión particular de la historia, al gusto de Vladimir Putin, y capturar un puerto estratégico que le permita abastecer a las fuerzas invasoras.