Miércoles, Noviembre 27, 2024
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Valores

 

Pascal Beltrán del Río                                                                   Bitácora del director
 
 

VARSOVIA.— Grzegorz, un conductor de taxi que vive en la provincia polaca de Subcarpacia, se quiere casar. Para ello está construyendo su casa. Sin embargo, descubrió que de un día para otro la tonelada de acero había subido de siete mil zlotys (unos 35 mil pesos) a nueve mil. “Todo por culpa de los rusos”, me dice, encogiéndose de hombros.

Hasta hace unos días, buena parte del acero que se vendía en Polonia era de origen ruso. Este país está entre los 12 principales importadores de acero del mundo y Rusia entre los tres primeros exportadores.

Ahora, con la prohibición, por parte de la Unión Europea, de comprar muchos productos rusos, el precio del acero se incrementará, pues habrá que traerlo de Asia, lo que ralentizará el tiempo de entrega y aumentará el costo del transporte.

“Guerra es igual a inflación”, me dice Piotr Arak, director del Instituto Económico Polaco, un centro de estudios público que provee de información y análisis al gobierno para fundamentar la toma de decisiones.

Conversamos en su oficina, en la calle Jerozolimskie de esta capital. No tiene duda de que las sanciones económicas contra Rusia traerán dificultades para Polonia y muchos países de la Unión Europea, como son un menor crecimiento y una mayor inflación. Para sustituir muchas importaciones de Rusia no hay alternativas ideales.

Eso implica que Grzegorz quizá no vaya a terminar su casa a tiempo para la boda. Porque, además, desde que comenzó la invasión rusa a Ucrania el precio del combustible que le pone a su taxi está 15% más caro.

“Muchos europeos van a sufrir por estas sanciones”, admite Arak. “Pero esto no debemos verlo como un tema simplemente económico. La decisión de aplicar las sanciones es algo que atañe a nuestros valores. No debemos quedarnos inmóviles ante el bombardeo contra civiles. Si por oponernos a eso y defender nuestros ideales hay que sufrir, ni modo. Créame, los ucranianos están sufriendo mucho más”.

Me quedo pensando en el tema de los valores. Europa pudo reconstruirse después de la Segunda Guerra Mundial gracias a que apostó por un sistema democrático. Ese sistema dio mejores resultados en términos de bienestar social que el socialismo tutelado por la Unión Soviética.

Para comprobarlo, basta ver lo que ha sucedido en Polonia, que lideró la apertura de la Cortina de Hierro. Entre 2000 y 2019, dobló su ingreso per cápita. Se convirtió en uno de los países con ritmo de crecimiento más rápido del mundo.

“Hoy el polaco promedio es más rico que el ruso promedio y eso es algo que no gusta nada en Moscú”, me dice Arak. “Lo ven como una amenaza”.

Sin los valores democráticos, ese mejoramiento del nivel de vida en Polonia no hubiera sido posible. Por eso, los polacos –que se han volcado para ayudar a los refugiados ucranianos– no parecen dudar de la decisión de aplicar sanciones a Rusia, aunque eso signifique penurias en casa.

 

En México, ¿en qué valores creemos? El presidente Andrés Manuel López Obrador ha puesto por delante “la solución pacífica de las controversias” al fijar la posición del país en esta coyuntura. Pero ¿cuál es la controversia? Aquí no la hay. Que un país invada otro no es una controversia, sino una violación flagrante del derecho internacional.

Más allá de haber suscrito la resolución del Consejo de Seguridad de la ONU en la que se condena la “operación militar especial” de Vladimir Putin, ¿vamos a actuar como si nada hubiera pasado? ¿Seremos uno de esos países que sigue comprando acero y otros productos de Rusia sin inmutarse? ¿Aceptaríamos un vuelo de Sheremetyevo a Santa Lucía de Aeroflot igual que aceptamos uno de Maiquetía, de la línea venezolana Conviasa, sólo para poder decir que el nuevo aeropuerto Felipe Ángeles tiene “conexiones internacionales”?

Qué pequeño se ve México en el tablero del debate internacional. Qué pobreza dedicar nuestra discusión pública a lo que dice o deja de decir cada mañana el Ejecutivo. Qué lástima que nuestros valores no nos den para denunciar hoy la invasión de Vladimir Putin como denunciamos la de Benito Mussolini contra Etiopía en 1935, una de las páginas más brillantes de la diplomacia mexicana