Miércoles, Noviembre 27, 2024
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Ucrania: el derecho a tener derechos

 

Cecilia Soto
 
 El presidente ruso, Vladimir Putin, ha amenazado a Ucrania con destruirla como nación y como Estado una vez que lo venza militarmente y complete la ocupación. Para captar la grave dimensión de esta amenaza, es importante recordar que de 1922 a 1991, durante la existencia de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas, URSS, siempre se reconoció a Ucrania como una República. Esta amenaza no tiene precedente.

Putin basa la advertencia de anular el carácter de nación con un Estado funcional, basado en su convencimiento de que “Ucrania no existe”, que fue una creación de Lenin, un apéndice de Rusia. Pero en diciembre de 1991, los ciudadanos ucranianos opinaron distinto. Después de la desintegración de la URSS, se realizó un referéndum en Ucrania sobre si sus habitantes deseaban o no ser independientes. El referéndum tuvo una participación de 84.8% de los electores,de los cuales 28.9 millones, es decir, el 90.3% votó por el sí. Aún en Donetsk (76.8%) , Lugansk (75%) y en Crimea (54.1%) tuvo una aprobación mayoritaria.

Durante 30 años, los ciudadanos de Ucrania se han percibido como una nación independiente, sin importarles mucho lo que hubiera pensado Lenin en 1921, y sin olvidar el Holomodor, la hambruna impuesta deliberadamente por Stalin en 1932-1934, que causó la muerte de aproximadamente cinco millones de personas. Tan se consideraban ciudadanos y no súbditos que en 2013, después del fraude electoral orquestado para mantener en el poder a un títere prorruso, Viktor Yanukovich, hubo un levantamiento cívico, conocido como Revolución de la Dignidad o Euromaidán, que obligó a la celebración de nuevas elecciones. Putin usó este levantamiento como pretexto para anexar Crimea en 2014, mediante su primera invasión.

Treinta años de vida independiente y ejercicio de la democracia por más imperfecta que ésta sea, cuentan mucho. De los 35 millones de personas mayores de 15 años que habitan Ucrania, 55% ha vivido su juventud y vida adulta como independientes. En el censo oficial de 2001, sólo 17% se consideraron rusos étnicos. Imperfecta, inmadura, seguramente corrupta, como sea, la democracia ucraniana garantizaba más libertad de expresión y opinión. Compárese esta libertad de conocer diversas interpretaciones de la historia y noticias del mundo con la Ley para Inmortalizar la Victoria del Pueblo Soviético en la Gran Guerra Patriótica de 1941-1945. ¿Una reliquia? No. En 2016, un ciudadano de Siberia fue juzgado y sentenciado por escribir en su blog que Alemania y la URSS invadieron Polonia en septiembre de 1939, lo que es un hecho comprobado. Esa sentencia acaba de ser ratificada por la Suprema Corte. A escasos días de la invasión a Ucrania, la Duma, el parlamento ruso, aprobó una ley que castiga con hasta 15 años de prisión a quien se exprese críticamente de las Fuerzas Armadas.

Durante la Segunda Guerra Mundial, IIGM, el comportamiento de las fuerzas de ocupación nazis fue muy distinto en aquellos países en los que subsistió el Estado en comparación con su comportamiento en los países en los que el Estado fue anulado. Aun en la Holanda ocupada o en la Francia de Vichy, no sucedieron los horrores perpetrados en la Polonia anulada, tanto por los soviéticos como por los nazis. Como bien dijera la filósofa Hannah Arendt, aunque cada persona por el hecho de serlo tenga una serie de derechos humanos, éstos se invalidan en la práctica si no hay un Estado que garantice su ejercicio. Por ello, cuando Putin amenaza con anular al Estado ucraniano y subsumirlo bajo el régimen autocrático ruso, se puede pensar que para los ciudadanos ucranianos “el derecho a tener derechos” se esfumará.

Los que vivimos la larga noche de la Guerra Fría guardamos en un cajón con llave de nuestra mente las horas de angustia de la Crisis de los Misiles en Cuba en 1962, cuando el mundo estuvo a punto del Holocausto nuclear o cuando, durante la Guerra del Yom Kipur, Israel pudo haber hecho uso de su arsenal nuclear, según se reveló años más tarde. Recuerdo haber buscado la ubicación geográfica de Fort Huachuca, en la frontera con Texas, como éste, sin duda, era un blanco para un ataque nuclear y como mi casa, en el norte de México, no se salvaría de la radiación. Pesadilla. Después, años y años de distintas doctrinas de disuasión y de tratados mil, en los que la activa diplomacia mexicana a favor del desarme sin duda influyó, me convencieron de que la guerra nuclear era un peligro muy lejano. ¿Pero cómo habrán vivido los jóvenes europeos, carentes de estos filtros, las instrucciones de Putin de poner en alerta sus fuerzas nucleares? Pienso en cómo 80 años de paz en Europa y la seguridad que esta experiencia de vida da a sus habitantes se han fragilizado de repente. Se me apachurra el corazón.

La apuesta del gobierno actual, de debilitar los pilares de la democracia, porque se les ve como obstáculos para el desarrollo de su proyecto, supone un mundo que dejó de existir el día de la invasión a Ucrania. Entramos a una realidad impredecible y más vale contar con una democracia vibrante y un Estado que la garantice.