César Benedicto Callejas
De verdad que uno no quisiera escribir nada relacionado con la política, pero la semana que recién pasamos me ha despertado las memorias de mis estudios universitarios sobre el Imperio romano y bueno, no porque algunos políticos requieren, como se hacía con los emperadores llevados en los desfiles de la victoria, de un asistente que constantemente les digan al oído “recuerda que eres mortal”, pero bueno, esa sana práctica ya se sabe que no parecería buena, porque llevamos tantas décadas y siglos donde el palero siempre tiene garantizada la quincena; tampoco en aquello del Senatus populus, donde romanos, el Senado y el pueblo de Roma, si, en efecto, el famoso SPQR que llevaban los ejércitos romanos en sus conquistas como consta en toda película de romanos que se respete y que representaba la unión indivisible, poderosa y absoluta entre el pueblo romano y su senado, fuente de su poder, legitimidad e identidad y nuestro senado, bueno, ya hemos visto en lo que anda.
Estos días augustos de los fastos de las fibras lupercales, como les llamaban los romanos y que nosotros simplemente llamamos febrero, me trajeron a la mente otra de las máximas que heredamos de nuestros honorables antepasados, ojo ahí claro que hablando español y siendo occidentales los romanos vienen a ser como nuestros bisabuelos, entre otros muchos claro; me refiero al principio Panem et Circenses, “pan y circo”, esto es la receta ideal de los emperadores para mantener la paz y la lealtad del pueblo a sus gobernantes por más chiflados y disparatados que pudieran parecer porque eso sí, de esos Roma tuvo por montones.
Pues hete aquí, dirían las crónicas, que los emperadores romanos tenían dos prácticas que se mantuvieron por siglos y hasta la fecha siguen dando resultados; por un lado repartían pan semanalmente a la gente, a todos, el pan no se popularizó sino hasta la Edad Media, así que era un bonito regalo para el pueblo, siempre medio muerto de hambre porque, además, todos sabían que el pan venía del peculio, como se llamaba al patrimonio del emperador y que era un regalo; por el otro, tanto el soberano como todo noble o magnate que se respetara ofrecía espectáculos al pueblo para ganarse su favor y simpatía, mientras más poderoso era el hombre y peor la situación a cubrir más magníficos debían ser los juegos, la palabra circo no viene del espectáculo, sino de la forma que tenía el recinto de la fiesta, circular o casi; a fin de cuentas nadie competía con los juegos del emperador, algunas derrotas se satisfacían con carreras de cuadrigas, batallas entre leones y osos, incluso con recreaciones de batallas náuticas y lo mismo, la entrada era libre, pero era un regalo y ya se sabían que ni chistar porque se acababa la fiesta.
Así, pues, que los romanos se inventaron la relación entre la política y el espectáculo que ha persistido hasta nuestros tiempos, la guillotina de la revolución francesa, cónsul de ejecuciones públicas y el verdugo alzando la cabeza de Luis XVI es parte de aquella tradición, hoy en nuestros días los políticos y los hombres del espectáculo lo tienen más difícil con tanta competencia, ya se sabe, la internet, las series, los videojuegos, influencers y youtubers, resulta más difícil lograr que un candidato que en una feria del libro no recuerde tres libros decentes gane las elecciones, pero es que sus técnicas se han refinado y ya ve el respetable la ternura que puede despertarnos un rollo de papel de baño o la alegría de un bebedizo para evitar las flatulencias. Pero lo que nada puede sustituir es el ingenio del productor y el talento del artista porque, vamos, el puñetazo al atril y las lágrimas de José López Portillo los hubiera envidiado Pedro Infante.
En fin, otra de las reglas fundamentales de la relación es que mientras menos pan, más circo. Por eso el príncipe naranja que no llegó a ser y se quedó peor que novia de pueblo pues después de tanto remover viejos lodos los nuevos polvos le van a atascar los pulmones; por eso la maqueta y los empellones en el Senado, porque si el modelo de la Casa Gris no abona en nada a la discusión bueno, se veía bonita, a que sí, y le dio trabajo un equipo de pulidos arquitectos.
Vamos a tratar de ser frontales, como ahora se dice, porque sí estamos hasta la coronilla los electores de tanto circo y tan poco pan honesto, porque puede ser que la nave del Estado no tenga rumbo y va dando tumbos a mal puerto, puede ser que sí exista, pero sólo esté esa ruta en la cabeza de un solo hombre que no escucha y ni falta que le hace si su fórmula de pan y circo sigue funcionando; porque lo cierto es, en el fondo, es que la oposición está en la segunda y tercera pistas del circo en que se ha convertido la política echando maromas y dando ideológicos saltos del tigre.
La fórmula, siendo tan funcional, no es perfecta, no se basta a sí misma, porque en el fondo hoy más que la ideología lo que cuentan son los resultados, la administración de los recursos y la efectividad de las políticas y cuando eso no se puede satisfacer, termina como en los sainetes del siglo de oro, señoras y señores, la comedia ha terminado.