Jorge Fernández MenéndezRazones
Antes se habían ido otros (Nieto, Romo, Urzúa) que eran legítimos interlocutores del Presidente con sectores que el primer mandatario no suele escuchar, pero la salida de Julio Scherer de la Consejería Jurídica dejó un hueco, un vacío en la interlocución, en la moderación, en la comprensión de la realidad e incluso en la relación personal con el mandatario, que apenas se está aquilatando ahora, con la suma de despropósitos y errores que se están cometiendo desde Palacio Nacional, donde nadie (quizá sólo Adán López y los secretarios de Defensa y Marina, que deberían hacerlo más) es capaz de decirle que está equivocado, que cada día profundiza más en el peor error de los muchos que ha cometido en su sexenio.
Decíamos aquí, el 3 de septiembre pasado, dos días después de la renuncia de Julio, que “Scherer era, es, una de las personas más cercanas y leales al presidente López Obrador. Una frase de su carta de renuncia lo define: ‘hay compromisos finitos, los de la lealtad y la amistad son irrenunciables’. Eso es lo que hizo a Scherer diferente a buena parte del resto del equipo presidencial. No es sólo que tuviera acceso al poder, que varios lo tienen, sino que lo utilizara para allanar problemas, no para provocarlos, para establecer líneas de diálogo incluso con adversarios, para establecer líneas rojas que no se pudieran cruzar, ni por los de adentro ni por los de afuera. Y, al mismo tiempo, para escuchar y ser escuchado, sin intermediarios, por el Presidente”. López Obrador, desde siempre, ha administrado muy mal sus rencores, tanto que han sido y siguen siendo sus mayores enemigos. Cuando lo devoran, si no tiene nadie con verdadera lealtad y sinceridad en su entorno que se lo haga comprender, asumir, matizar, esos demonios lo derrotan a sí mismo.
Lo que logró el presidente López Obrador en su primera mitad de gobierno pasó por las manos de Scherer. Las normas legales (y la operación política, para convertirlas en realidad) para hacer constitucional los apoyos sociales; la conculcación de las condonaciones fiscales que significaron enormes recursos para el erario; las leyes que permitieron crear la Guardia Nacional; las leyes de revocación de mandato. Toda la agenda de cambios constitucionales y legales que planteó en la primera mitad de su mandato López Obrador se pudo sacar adelante desde esa oficina. Hoy, Adán Augusto López intenta cumplir con parte de esa labor, pero ya el contexto cambió, es diferente.