La perversidad ya los selló ante la historia. Sus estrategias, calculadas y ejecutadas tienen fines muy claros: apoderarse de la agenda, difamar, amedrentar con la fuerza del Estado, intentar continuidades contrarias a los cánones institucionales, debilitar a la democracia mexicana. No hay confusión. Los Rasputines inyectan saña: erigirlo como métrica única de la moral, otorgarle licencia para ejecutar con la palabra. Alguien que no pagó impuestos durante un buen tramo de su vida, no puede ser ejemplo de nada, menos aún frente decenas de millones de contribuyentes o a empresarios exitosos a los que tilda en automático de ladrones. Para él toda acumulación es sospechosa, salvo, claro, la de su familia. Ésa la desnudaron Latinus y MCCI, y Aristegui y Rocha, y muchos otros, periodistas e investigadores. Reacción inmediata, amedrentarlos, eso aconseja la perversidad. El periodismo exige congruencia, solidez y pertinencia, de ahí su poder. Es una forma de vida y, algo todavía más relevante, es un contrapeso esencial de toda democracia. Hoy la prensa libre acorrala a la pretensión tiránica. Es un fuerte anclaje republicano.
Los ingresos de Loret no son un asunto público. Si hace bien su trabajo, recibirá buenos emolumentos. Utilizar información pública para amedrentar, violenta varias normatividades: datos personales, Código Fiscal, abuso de poder, libertad de expresión. Debe haber consecuencias jurídicas. Los Rasputines decidieron utilizar los instrumentos del Estado para dañar la reputación de una institución y un periodista. Nada nuevo, lo mismo le hicieron a Ricardo Rocha. No refutaron la investigación de Loret y MCCI, procedieron como devotos del autoritarismo. La Casa Gris pegó en la línea de flotación. El ataque a Loret los desnudó: cinismo y maldad.
Los sucesos cambian las coordenadas de interpretación: ya no es derecha vs. izquierda, ni liberales vs. conservadores. Son mentirosos sistémicos que atentan contra la libertad de expresión y por ello contra todos los mexicanos. Todos necesitamos de ella: #TodosSomosLoret. No hay confusión: o con ellos o al paredón de la calumnia. Por eso quieren acabar con el INE, porque no han podido ni podrán controlarlo, igual que la prensa libre y crítica. No hay vuelta atrás, ya lo hicieron en muchas ocasiones, ya es su historia. La elección del 2024 será binaria: a favor de la tiranía en ciernes o a favor de la libertad y la democracia. No es exageración, ya estamos en ese punto. Por eso ha perdido tantos simpatizantes de izquierda, algunos muy notables, porque la izquierda auténtica no comparte los métodos autoritarios, los combate. Las cartas están sobre la mesa. No es que las intenciones sean correctas y su implementación errónea. No, las intenciones son perversas, la maldad habita en Palacio. Sólo así se explica la lejanía y desprecio hacia las mujeres y sus lacerantes problemas; sólo así se explica la macabra frialdad con los padres sin medicinas para sus hijos. Sólo esa maldad pudo cerrar las estancias infantiles, los refugios para mujeres; con esa frialdad se destruyen recursos naturales al capricho del Supremo, y se difama a Julia Carabias. Esa maldad es capaz de proponer a alguien señalado de acosador como embajador de México. Es la misma maldad que recorta dineros al sector salud para gastarlos en caprichos; maldad a la que no le importa que más de cinco millones de niños carezcan de cuadro básico de vacunación.
Administrar odios enloquece, por eso no le importa que México se esté empobreciendo y volviendo más injusto. La confusión y la ignorancia, también son responsables. Pero la perversidad los guía.