Jorge Fernández Menéndez Razones
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Los problemas, las crisis, grandes o pequeñas, personales o institucionales, comienzan a acumularse en la administración López Obrador y el propio estilo de gobernar del mandatario, centralizando todo lo posible la toma de decisiones, incluso dejando de lado a su gabinete, la tendencia a fijar metas macro sin vigilarlas de cerca mientras se dedica acuciosamente al micromanagement, convierten al Presidente en el pararrayos de todas esas crisis ante las cuales sencillamente no hay fusibles.
Los capítulos conflictivos se suman y dos son los más delicados: la economía y la violencia. Según datos oficiales, estamos ya en recesión: la economía volvió a caer en el último trimestre de 2021, un 0.1%, es el segundo trimestre consecutivo en que cae la economía y ante la creciente presión inflacionaria ya hay analistas que piensan que estamos en una estanflación, una de las situaciones más críticas porque las medidas que se pueden adoptar para reducir la inflación aceleran el estancamiento económico y, por el contrario, las que buscan impulsarlo generan mayor inflación.
La situación económica es crítica, pero nadie parece estar asumiéndolo plenamente. Y se trata de un problema de política interna: la pandemia nos pegó como a toda la economía mundial, pero durante 2021 la enorme mayoría de las economías han recuperado lo perdido, sobre todo Estados Unidos, y ni siquiera con ese motor adicional hemos podido regresar a los niveles previos a la pandemia. Pero recordemos que no crecemos desde el inicio del sexenio: la pandemia agudizó la situación, pero el problema es anterior a ella. Y pasa por dos capítulos: la certidumbre jurídica y las inversiones. La primera está muy deteriorada y las segundas están en franca caída libre. Y es una situación que ha creado la propia administración federal con decisiones erráticas y poco confiables, como la propuesta de reforma eléctrica o proyectos de inversión pública, cuyos beneficios son por lo menos dudosos.
Tampoco ayuda la creciente inseguridad. Enero está registrando muy altos índices de violencia, incluyendo enfrentamientos de grupos criminales contra las fuerzas de seguridad cualitativamente diferentes a los del pasado inmediato, como lo estamos viendo en Michoacán y otros estados. Los grupos criminales están empoderados, se sienten lo suficientemente fuertes como para desafiar al Estado e incluso para influir en aspectos económicos, como el incremento del precio de productos básicos, desde el limón al aguacate. La crisis de la seguridad es inocultable y el asesinato, ayer, de un cuarto periodista en este mes de enero, sólo puede agudizarla.
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