Martes, Noviembre 26, 2024
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Encomendarse a Dios

 

Yuriria Sierra
 
Nudo gordiano 

 

Una provocación, una muestra del alcance que tienen hoy los grupos criminales. Y no es que no lo sepamos ya, en uno de los más tristes episodios de la historia de este país, se anota lo sucedido en Allende, Coahuila, en 2011. Esa masacre en la que murieron al menos 300 personas. Diez años después de lo sucedido en Coahuila, ha tomado de nuevo un lugar en la agenda gracias a la serie de Netflix Somos, estrenada hace unos meses. Basada en un reportaje de la periodista Ginger Thompson, en donde se revela que el ataque a este pueblo fue una consecuencia de una fallida operación de la DEA. Hace un par de días, incluso, la representación en México de este brazo de inteligencia estadunidense insistió en que nada tuvieron que ver con lo ocurrido.

 

En fin, una década y tres presidentes después, lejos de tener una estrategia sólida y eficaz en materia de seguridad y combate al crimen organizado, lo que hemos logrado es un cúmulo de postales, todas teñidas de rojo. Lo de ayer en Zacatecas va en el mismo sentido, tal como lo hicieron las 62 masacres registradas en el país durante 2021.

“A las 5:30 de la mañana me informan de una camioneta gris Mazda, que vinieron a dejar aquí, frente a Palacio de Gobierno, con cuerpos aparentemente golpeados y lesionados. El día de ayer les decía que es el de inseguridad. Es un tema pendiente en la patria, en nuestro país y, consecuentemente, en nuestro estado…”, dijo el gobernador de Zacatecas, David Monreal, en un video que publicó la mañana de este jueves de Reyes. En un principio, no precisó la cantidad de cuerpos, horas más tarde, autoridades confirmaron que se trataba de diez. Omar Hernández, corresponsal de Imagen Noticias, nos adelantó en televisión que dos de las víctimas eran mujeres. Después, en un nuevo video, el gobernador informó que ya había detenidos, pero que los detalles se quedarían en resguardo, para no entorpecer la investigación.

Hace seis semanas, Andrés Manuel López Obrador, junto a su gabinete de seguridad, arribó a Zacatecas, uno de los estados más violentos del país. A estos cuerpos dentro de una camioneta, que los criminales dejaron al pie del árbol de Navidad, se suman los 34 cuerpos colgados en espacios públicos y más de mil 500 asesinatos durante el año pasado. 

Ocho de esas víctimas que terminaron tendidas en un puente aparecieron días después del anuncio, con bombo y platillos, de un plan de seguridad en el estado. Los zacatecanos están en la orfandad de las autoridades, porque éstas sólo son capaces de articular estos discursos: “Porque degradar y llegar a estas condiciones a nuestro país nos llevó casi 40 años. Ahora, volver a recuperar nuestra tranquilidad, paz, justicia, nos va llevar también tiempo. Yo he dicho y sostengo, confío en la bendición de Dios y espero que hayamos llegado a tiempo para detener este deterioro (...) Hay que encomendarnos a Dios, en el nombre sea de Dios y vámonos a las actividades…”.

 

“Encomendarse a Dios”, ¿eso equivale a dos “detente”, como nos sugirieron ante la pandemia?