Yuriria Sierra
Nudo gordiano
“El presidente explicará el significado de lo que ocurrió en el Capitolio y la responsabilidad única que tiene Trump por el caos y la carnicería que vimos ese día…”, adelantó ayer Jen Psaki, vocera de la Casa Blanca. Joe Biden dará hoy un mensaje para conmemorar lo ocurrido hace un año. Un presidente en funciones acusando directamente a un expresidente, su predecesor. Éste es el espectro político que, en un día como hoy, se vive en Estados Unidos. Y un día como hoy, porque esta fecha ya está anotada en la historia contemporánea de ese país, como también un aviso para el resto del mundo. Hace justo un año, esa imagen histórica de la considerada una de las democracias más fuertes del planeta fue presa de un estallido, un acto de sedición, un llamado hecho por un mal perdedor: “Luchen hasta las últimas consecuencias. Y si no luchan hasta las últimas consecuencias, ya no van a tener un país…”, advirtió Donald Trump a una multitud dispuesta a detener la sesión en la que el Congreso validaría el triunfo electoral de Biden. Cinco personas murieron.
Doce meses después: los cargos pesan sobre, al menos, 700 participantes en la protesta violenta, algunos están acusados de la planeación del ataque; otros, de agresión a oficiales de la policía. El fiscal general de EU aseguró ayer que perseguirá penalmente hasta al último participante en el asalto en el Capitolio. De los detenidos, menos de 200 se han declarado culpables, pero sólo cuatro de ellos podrían pasar más de veinte años en prisión. El entonces presidente, además del descrédito a su ya denostada figura, perdió sus redes sociales, se resistió a asistir a la toma de posesión de Biden y desde su refugió en Florida planea su futuro. Es momento en que no ha recuperado sus cuentas de redes, sólo tenemos un intento cada vez más materializado por lanzar su propia plataforma con miras a su aspiración por un segundo mandato en la Casa Blanca.
Lo que también ha ocurrido, como sucede en cada episodio de este tipo, es que, al paso del tiempo, se revelan más datos de lo ocurrido aquel 6 de enero de 2021 en Washington, D.C., todos los detalles que dan forma y ayudan a entender el contexto: Ivanka Trump habría pedido a Vladimir Putin que ordenara a su padre que cancelara el ataque. Así lo revela la evidencia recopilada por el subcomité de la Cámara de Representantes que investiga el caso. Señala que, al ver los disturbios, Ivanka llamó al presidente ruso, sin embargo, Putin declinó la petición.
Y aunque dudamos que esto vaya a tener en algún momento una confirmación de alguna de las partes involucradas, sugiere peligrosamente la influencia rusa en las decisiones tomadas desde el escritorio de la oficina oval mientras Donald Trump despachó ahí. Y no es que falten elementos para esto. Justo su cercana relación con gobiernos de aquel lado del mundo le valió un juicio de destitución, otro episodio anotado ya en la historia de la política estadunidense.
Otro momento develado hace unos días es que quien también fungía como su asesora le pidió, al menos en dos ocasiones, que detuviera a la turba: “Conocemos a su hija, tenemos testimonio de primera mano de que su hija Ivanka fue al menos dos veces para pedirle que ‘por favor, detuviera esta violencia’…”, expresó la congresista Liz Cheney a la cadena ABC.
La investigación sigue, pero la sombra de Trump también. Además, nos queda esa imagen de un Capitolio casi convertido en escenario de guerra para recordarnos el peligro de los líderes radicales, esos que sólo ven en blanco y negro.