Miguel Dová
LA TABULA RASA
Es ésta una expresión típica de Aristóteles, aunque se ha utilizado en la filosofía en múltiples ocasiones después.
Desde Santo Tomas de Aquino o el mismo John Locke, en cualquier caso, siempre parte de la idea de plantear un proyecto sin tomar en cuenta los hechos pasados, y partir de un punto limpio, lo que sería en lenguaje coloquial una especie de borrón y cuenta nueva.
Hoy en la vorágine de los propósitos para este 2022, estremecido mi diario con tanta promesa, tanta que asusta, que abruma, pero al mismo tiempo también anima porque me hace sentir joven y pleno de ganas de hacer cosas, crecer, evolucionar y aprender nuevas experiencias. Hambriento de vida. Pues sí, hoy en el segundo día del año, me parece una reflexión interesante dedicar un minuto a hacer Tabula Rasa. Al más puro arrancar de nuevo, mirar hacia atrás, dar una última leída a lo sucedido, lo hecho y lo no hecho, armarse de valor y, hacer un propósito serio de no repetir las malas acciones y darse el lujo de empezar de nuevo.
La Tabula Rasa es sana en las relaciones personales, es un alto en el camino, una valoración tan somera o tan profunda, como cada cual estime conveniente, una manera de limpiar antiguas asperezas y también viejas actitudes o costumbres que por repetidas o rutinarias pierden la gracia de la espontaneidad y matan la pasión de la sorpresa, que finalmente es el arma más amable para acrecentar el vínculo.
Hoy que propongo una Tabula Rasa, o más de una, pretendo un conjunto de tablillas limpias, un disco duro casi vacío, para escribir en él una nueva historia, que parte de un cero gráfico, pero con la ventaja de la experiencia acumulada que nos dará el margen a mejorar todo lo anterior sin cargar con la pesadez de los errores ya cometidos. La Tabula Rasa es, a su vez, un compromiso de olvido. No puede haber un amor más dulce y con más ganas de consagrarse que el que desea olvidar los malos momentos. Ese que sólo hace un compromiso con la idea, con el puro concepto de hacerlo mejor, sin contratos, ni documentos, un trato privado e íntimo con uno mismo. Se apuesta por mejorar sin más promesa que poner en ello el alma y la fe.
Desde mi personal planteamiento introspectivo para crear mi Tabula Rasa, ésta que es sólo para mí y también esa otra que dedico y solicito a esa persona con una cercanía cuasi cósmica en mi alma, o la otra, la que le pongo enfrente a muchos amigos con los que deseo un sano begin to begin, desde ahí, con un Ribera del Duero en mi copa, pletórico de buena vibra y buenas intenciones, me deseo, les deseo y le pediré a la vida, un 2022 inolvidable.
Se viene un año interesante, complejo, una etapa que promete emociones fuertes, 12 meses cargados de incertidumbre en casi todos los ámbitos, con la pandemia resurgiendo amenazante, con la economía ralentizada a golpe de falta de confianza en este gobierno que no da la más mínima señal de sensatez, con América Latina embarcada en un derrotero peligroso y necio, con el mundo revuelto y descontrolado, con los países ricos encapsulándose y los pobres lanzados a la búsqueda desesperada de la vacuna para la salud y la vida. Con el populismo campeando en sur y norte, y los valores más humanos escondidos u olvidados. Con ese panorama, los que como un servidor no tenemos más influencia que las buenas intenciones de nuestra palabra, acabaremos aún a contragusto por aislarnos también en el egocentrismo de mirar por nosotros mismos y dejar la solidaridad para mejores ocasiones. En mi volver a empezar de hoy parto del convencimiento de que para poder servir de ayuda a un tercero he de estar primero a salvo y seguro, sano y feliz, y eso, amigos míos, por poco humano que parezca, por egoísta que resulte, es mi principio de actuación para este año que empieza. A riesgo de ser políticamente incorrecto, que de seguro lo soy, mi código de 2022 empieza en un crudo, sálvese quien pueda. Haga usted lo mismo y tratemos de conseguir todos un feliz año. Aunque sea en la premisa de lograr cada uno el suyo.