Ricardo Pascoe Pierce
Se ha anunciado por parte de una organización llamada Que Siga La Democracia, que hace pocos meses no existía, la entrega de más de 6 millones de firmas al INE para que se realice una consulta popular para decidir si debe seguir o no López Obrador como Presidente.
Recordemos el origen legal de la consulta. La Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos ordena realizar una consulta popular y revocación del Presidente si 3% de ciudadanos inscritos en el padrón electoral así lo exige. Pero el Congreso cambió la formulación de la pregunta, a petición de Morena, e incluyó el concepto de “ratificación” en la votación. La oposición, casi en su totalidad, inexplicablemente votó a favor de este cambio a la pregunta, avalando una violación a la Constitución.
Ahora, esa misma oposición ha impugnado ante la SCJN la decisión que avaló en el Congreso. Solamente ellos entenderán las razones y las consecuencias de sus acciones.
Con dicha consulta y con la entrega de 6 millones de firmas voluntarias de ciudadanos fascinados con una votación para, ahora, glorificar al Presidente, México está en la antesala del mayor autoengaño colectivo de su historia.
¿Por qué digo firmas voluntarias? Porque su recaudación fue, a todas luces, una operación de Estado. Periodistas y reporteros grabaron el arribo de camiones perfectamente organizados, con cobertores de identificación de una organización que no existía hace pocos meses, y cajas organizadas por localidades, distritos y estados con espíritu empresarial. Se contrataron empresas para ayudar a organizar las listas y se establecieron centros de acopio para colocar las firmas ciudadanas con copias de los INE que habían previamente adquirido. Miles de personas, probablemente los infames servidores de la nación trabajaron durante semanas para presionar a remitentes de programas sociales a que dieran su firma, so pena de perder su prebenda si no accedían.
El primer autoengaño es pensar que 6 millones de personas libres y entusiastamente exigieron la realización de la consulta.
Ahora se va a querer obligar al INE a que acepte las firmas, producto de un operativo organizado, operado y financiado directamente por la Presidencia de la República.
El segundo autoengaño será de quienes no sean capaces de reconocer que es una acción dirigida por Palacio Nacional. No es producto de un auténtico movimiento ciudadano, sino que proviene de una exigencia política del Presidente para que se realice. Su necesidad de sentirse arropado por esa votación aparentemente lo consume.
Y el tercer gran autoengaño será para quien piense que, al realizar la consulta, algo cambiará para bien en el país. México vive su peor inflación registrada en más de 20 años. La depresión económica se mantendrá todo el próximo año. López Obrador tiene en su haber 105 mil 804 asesinatos cometidos durante su gobierno, sin freno a esa dinámica a la vista. Hay más de 600 mil muertos por covid-19 desde marzo de 2020. Los niños con cáncer siguen muriendo por falta de medicinas, a pesar de que el gobierno sabe de la carencia desde hace tres años. Además, la consulta tendrá el efecto de profundizar el encono y la polarización social que corroe la vida nacional.
La consulta no resolverá ninguno de los problemas del país, pues lo que busca su único promotor es algo de reconocimiento público. México tiene, aparentemente, un Presidente con una crisis de confianza en sí mismo y una urgente necesidad de reforzar su ego.
Lo cual nos lleva al último y cuarto autoengaño. El principal autoengañado será el Presidente mismo. Seguirá siendo el capitán de un buque que se hunde ante su falta de condiciones intelectuales, políticas y personales para llevar el país a buen puerto.