Martes, Noviembre 26, 2024
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Centralismo restaurado

 

Pascal Beltrán del Río
 
 
Bitácora del director
 
  • Hubo un tiempo en que los gobernadores fungieron como contrapeso al poder presidencial. Sin embargo, hoy eso parece ser historia. En el ocaso del régimen autoritario del siglo pasado, la oposición encontró en los estados la manera de horadar la hegemonía priista.

Entre 1989 y 1999, el partido tricolor perdió por primera vez 12 gubernaturas, incluida la Jefatura de Gobierno del entonces DF. Durante varias décadas, esas posiciones habían sido repartidas por los presidentes como premios de consolación y oportunidades de jubilación para políticos veteranos, pero aquella camada de gobernadores cambió por completo el paradigma.

En 1995, Vicente Fox ganó la gubernatura de Guanajuato y desde allí lanzó su asalto sobre la Presidencia. El primer jefe de Gobierno de la capital, Cuauhtémoc Cárdenas, también usó esa plataforma para postularse por tercera vez al Ejecutivo. E incluso dos gobernadores surgidos del PRI, el tabasqueño Roberto Madrazo y el poblano Manuel Bartlett, retaron al mando presidencial, luego de ver cómo se empoderaban sus homólogos de la oposición, y disputaron la candidatura del partido para las elecciones de 2000, cuya designación se consideraba por tradición una facultad exclusiva del Presidente.

Ya con Fox en Los Pinos, la fuerza de los mandatarios estatales se incrementó aún más. Se formó la Conferencia Nacional de Gobernadores (Conago), que exigió y obtuvo mayor presupuesto para las entidades federativas. Y Andrés Manuel López Obrador, entonces jefe de Gobierno del Distrito Federal, se convirtió en un contrapeso que contribuyó a opacar el aura de lo que había sido por décadas la todopoderosa Presidencia.

 
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No fue, sino hasta la llegada a la Presidencia de Enrique Peña Nieto, otro exgobernador, que el Ejecutivo federal comenzó a restaurar el centralismo perdido. Pero con López Obrador en Palacio Nacional ese proceso se ha acelerado, al punto de que ya nadie piensa, como sucedía entre 2000 y 2012, que es preferible ser gobernador que presidente.

En el primer tramo del sexenio, todavía hubo un intento de los mandatarios estatales de servir de equilibrio al poder central en temas como la coordinación fiscal y el combate al covid.

Como López Obrador había ganado su elección con una cantidad insólita de votos, una decena de gobernadores de la oposición formó la Alianza Federalista para contrarrestarlo.

Durante meses, López Obrador se confrontó con mandatarios estatales como el jalisciense Enrique Alfaro, el chihuahuense Javier Corral y el tamaulipeco Francisco García Cabeza de Vaca, pero medidas de fuerza adoptadas por el gobierno federal y, sobre todo, los resultados de los comicios de junio pasado –que dieron a Morena ocho de las 12 gubernaturas en juego– echaron agua fría sobre la rebelión.

Hoy, el movimiento político de López Obrador controla 16 de las 32 entidades federativas, más otras dos que son gobernadas por partidos de su coalición. Michoacán y Colima, un par de estados que formaban parte de la Alianza Federalista, fueron ganados por Morena. Otros dos, que ese partido perdió en junio, Nuevo León y Chihuahua, cambiaron de gobernador y con ello se esfumaron los ánimos de pelea. La estridencia del tamaulipeco García Cabeza de Vaca parece haberse apagado por el peso del desafuero al que fue sometido por parte de la Cámara de Diputados y las acusaciones federales en su contra. Y entre el resto de los gobernadores antes aliancistas –los de Aguascalientes, Jalisco, Guanajuato y Durango–, ninguno parece dispuesto a recoger la bandera de la resistencia.

Como muestra de su control sobre los mandatarios estatales surgidos de la oposición, López Obrador consiguió que varios de ellos estuvieran presentes en el acto con el que conmemoró el tercer aniversario de su toma de posesión, el pasado 1 de diciembre en el Zócalo capitalino.

Así, el Presidente se reunirá con la Conago el jueves en Villahermosa, según anunció ayer en la mañanera. Pero no estará la Conago combativa de antes. Ésta es una Conago dócil, domesticada por el poder presidencial, cuyos miembros están maniatados por la conveniencia y los apremios económicos. La reunión reflejará el retorno a una relación que se pensaba ida, en la que los gobernadores no se atrevían a contravenir al Ejecutivo. Lo que estamos viendo es el centralismo restaurado.