Vianey Esquinca
- Un señor tiene que ir a emergencias de una clínica del IMSS por un fuerte dolor abdominal. Ahí le dicen a su familia que lo tienen que operar, pero que no cuentan con el material necesario ni los medicamentos, por lo que les recomiendan llevarlo a un hospital privado. Entre hijos, hermanos y vecinos consiguen el dinero para que lo intervengan en una clínica privada y, afortunadamente sale con bien. Cuando le preguntan si volvería a votar por Andrés Manuel López Obrador y su partido Morena dice que sí, porque recibe su pensión del adulto mayor. Alguien de la familia le dice muy molesto que gracias a este gobierno es que tuvieron que quedarse sin ahorros y pedir prestado para poderlo operar.
La mamá de una familia de tres niños va al mercado y se queja amargamente de lo que han subido las cosas. A su esposo lo acaban de liquidar de la compañía de seguridad donde llevaba trabajando 5 años como guardia, porque la empresa a la que ofrecían servicios va a cerrar operaciones en México, debido a que no hay certidumbre para nuevas inversiones. Cuando se le pregunta a la señora si votaría nuevamente por el Presidente dice que sí, porque sus hijos tienen la Beca Bienestar, aunque reconoce que ya no le alcanza el dinero.
Hay cientos de situaciones similares, hay quien lamenta que ya no puede salir de noche por miedo a que lo asalten o quién lloró la muerte de un familiar por covid-19 debido a que no pudieron recibirlo en ningún hospital porque estaban saturados. A pesar de ellos, es probable que vuelvan a votar por Morena, según las encuestas que se dan a conocer de preferencias electorales.
Así queda claro que López Obrador ha triunfado en el arte de disociar lo malo que le pasa al país con su imagen. El dinero que reparte a adultos mayores, jóvenes y niñas y niños funge como una especie de anestesia colectiva que hace que la gente no relacione la inseguridad, el pésimo manejo de la pandemia o la crisis económica con las decisiones presidenciales.
No resulta extraño que por ello, en el discurso que el Ejecutivo con motivo de sus 3 años de gobierno haya iniciado prácticamente con lo que sabe es su escudo, su armamento y su más eficiente estrategia de manipulación: “Es una dicha enorme poder decir que casi todas las comunidades de México cuentan con una ayuda, con un apoyo, para mitigar la pobreza y mantener viva la esperanza en el porvenir”, señaló y después prometió que se aumentará la pensión para niñas y niños con discapacidad, y el monto de las becas a estudiantes de familias pobres.
Entonces el país vive una situación bizarra, la mayor parte de los recursos los destina para sus obras insignia como son el Tren Maya, la refinería Dos Bocas o el Aeropuerto Internacional Felipe Ángeles y para los apoyos a programas sociales. Y descuida todo lo demás, la gente empieza a ver y sentir las consecuencias de la estrategia del Presidente en los precios de los productos, el alza de la gasolina, el aumento de inseguridad, homicidios y feminicidios, la incertidumbre económica, la falta de medicamentos, pero ¡oh, sorpresa! No le echa la culpa al Presidente. Realmente le han comprado que es cosa del pasado, de los gobiernos anteriores corruptos, incluso del destino y la mala suerte, como cuando el mandatario dijo que “esas cosas pasan” cuando se derrumbó la Línea 12 del Metro.
Y es así como llega a su tercer año de gobierno, con una alta popularidad que no es congruente con lo que la propia gente se queja y resiente. La apuesta es sí la misma maniobra le permitirá contener otros 3 años la insatisfacción de la gente, de los problemas que cada vez más se salen de control.