Julio Faesler
Muchos asuntos de relevancia se han acumulado en las recientes semanas. Destaca el enérgico mentís de Carlos Salazar, presidente del CCE, a las obsesivos ataques e incongruentes acusaciones del Presidente de la República en sus mañaneras recientes a las empresas más importantes del país.
El sistemático ataque que hace a exitosas empresas mexicanas y extranjeras acusándolas de abusivas y ladronas niega la aportación que ellas hacen a la economía nacional en términos de producción y empleo.
El sector privado existe para transformar los recursos con que se cuenta en bienes que demandan los mercados nacionales y extranjeros. El persecutorio discurso presidencial ha ahuyentado sistemáticamente la inversión, dejando al fabricante sin más perspectivas que las del mercado norteamericano.
Por otra parte, los asuntos nacionales no se están desenvolviendo como lo había supuesto el Presidente: la producción no ha subido, tampoco el empleo y la inflación está en crítico ascenso. Los sectores de salud y educación se encuentran fuertemente cuestionados hasta enquistarse.
El poder de las mafias se arraiga y las inexplicables tácticas oficiales no sirven. El Presidente, en cambio, se desentiende de tales problemas. Da toda su atención a sus tres proyectos icónicos que son parte de su propósito de desterrar la corrupción y cambiar el sistema socioeconómico y político del país y sustituirlo con uno nuevo basado en la moralidad generalizada que ha descrito en sus libros.
Una faceta de los radicales cambios de estructuras en mente es debilitar a las entidades autónomas e incorporarlas al esquema estatal central. La reducción en 4,900 millones de pesos de los 25,000 millones solicitados por el INE como presupuesto para 2022 es un caso. El recorte es curiosamente similar a lo que se necesita para afrontar el monumental gasto de organizar y llevar a buen término la consulta sobre la revocación de mandato. No pueden usarse los fondos de los tres fideicomisos del instituto, ya que están etiquetados para los fines que justificaron su creación.
Clara la celada: la revocación de consulta, a escala nacional cuesta 5,700 millones de pesos no previstos en el Presupuesto 2022 y cuntialquiera deficiencia en su realización será prueba para Morena de la urgencia de hacerle reformas de fondo a la institución y conformar a la 4T como dependencia oficial.
Sigue el proceso. Al asumir el mando de la Unidad de Inteligencia Financiera, Pablo Gómez viejo luchador, conocido activista de la izquierda radical en las luchas por la democracia, anuncia el pasado martes 9 que dicho órgano lo dedicará a la tarea de “destruir el actual estado corrupto incapaz de regenerarse a un estado social y democrático” aferrando así la concentración del poder discrecional.
El proceso de la Cuarta Transformación ya ha tenido efecto en varias áreas estratégicas. La obsesión de López Obrador por cambiarlo todo se intensificará en la última mitad de su gestión incluso hacia afuera.
En su segundo viaje al extranjero, López Obrador fue presidente por un día del Consejo de Seguridad de la ONU, intentó sin éxito extrapolar al ámbito universal sus dos programas sociales nacionales en un improvisado Plan Mundial de Fraternidad y Bienestar, financiado por donaciones de los millonarios más importantes del planeta. Frenada la idea, en una pequeña revancha, López Obrador se las ingenió para adjudicarse la autoría del programa internacional de reforestación que México no firmó.
La orientación y resultados obtenidos hasta ahora por López Obrador tendrán oportunidad de exponerse en la reunión trilateral que está programada para la semana entrante. En ella, los jefes de los tres países norteamericanos conversarán sobre seguridad sanitaria y cooperación en materia del covid-19, competitividad y desarrollo equitativo con atención al cambio climático en una visión regional.
La mencionada reunión en Washington será ocasión para que López Obrador abra los ojos a las responsabilidades internacionales que México tiene que atender y que con mucho rebasan sus matinales preocupaciones populistas. Ellas exigen un nivel de gobernanza profesional que no admite ni enfoques rudimentarios ni decisiones ideologizadas.
El presidente Biden llegó firme a su misión de forjar un sólido bloque Norteamérica tripartita, eje geopolítico, militar, económico y social diseñado y capaz de igualar y superar a una China que apuesta a ocupar la hegemonía mundial que, desde hace dos siglos, ha radicado en Occidente.
México está comprometido en esa gran batalla. Sus dos socios no están dispuestos a ver debilitada su visión de Norteamérica en aras de sueños semisocialistas anticuados que solo agitan aspiraciones personales y retrasan la marcha.
Como lo diría un curtido general de la Revolución: “hay que andarse con cuidado”.