Francisco Garfias
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Dice el Presidente que “no hay negociación ni moneda de cambio” para lograr la aprobación de la reforma eléctrica. Alega que ellos, los diferentes, nunca han negociado ni lo harán. Suena bonito. Muy transparente. Pero es discurso, nada más.
La bancada presidencial en el Congreso –Morena, PT y Verde– está obligada a negociar. No le alcanza por sí sola para aprobar la iniciativa del Ejecutivo.
En ninguna de las dos cámaras, los morenos y sus rémoras tienen la mayoría calificada –dos tercios de los presentes– requerida para modificar los artículos de la Constitución (25, 27 y 28), como propone la reforma.
Los legisladores del PAN, PRD y MC ya fijaron postura en contra. No hay marcha atrás.
El único que sigue en la indefinición es el PRI. Tiene 70 diputados. Suficientes para sacar adelante esa iniciativa que, según AMLO, “fortalece a la CFE y beneficia a la oposición”, al sentar las bases para el regreso a la “mexicanización” –estatización- de la industria.
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En la mañanera de ayer, el Presidente negó que la reforma se vaya a negociar con el otrora partidazo. Hace cuatro meses no pensaba igual. Veía a los tricolores como potenciales aliados para hacerla realidad.
Dijo entonces: “Si se quisiera tener mayoría calificada, que son dos terceras partes, se podría lograr un acuerdo con una parte de los legisladores del PRI o de cualquier otro partido, pero no se necesitan muchos para la reforma constitucional”.
Para llegar a ese “acuerdo” –del que habló AMLO– se requiere una negociación. Algo que ceder a cambio.
El PRI no va otorgar los votos sólo porque el Presidente dice que la disyuntiva es entre seguir la ruta de Lázaro Cárdenas y Adolfo López Mateos o la de Carlos Salinas.
¿Qué se puede negociar? Cambios a la iniciativa. El senador Ricardo Monreal ya dijo que Morena podría “meter mano” a la reforma para sacarla por consenso.
El PRI –o más bien la cúpula del partido– puede negociar más presupuesto para sus gobiernos estatales o municipales, posiciones en el Congreso o, como ya hemos repetido, hasta impunidad.
Apuesta difícil. Entregarse le puede costar muy caro. Está en juego su sobrevivencia. No es exageración. Tiene compromisos firmados con el PAN y el PRD en materia energética.
Si voltea bandera, adiós alianza. No sólo eso.
El riesgo de una desbandada de militantes hacia Morena es grande.
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El impacto en la alianza lo dejó claro el jefe nacional del PAN, Marko Cortés, durante su gira por Yucatán:
“Cualquiera de los partidos que nos salgamos de ese acuerdo que suscribimos para defender a México, las libertades, los equilibrios, los contrapesos, la Constitución, entonces ya no tiene razón de ser.
“La coalición Va por México tiene que servirle al país. Es fundamental que vayamos unidos, poniéndole un alto a Morena en sus afanes de destruir al país. Me refiero concretamente a esta reforma energética que busca cerrar la puerta a las energías limpias”, puntualizó.
Ya encarrerado, el panista le dio un un llegue al PVEM que, en los hechos, integra la coalición obradorista: “Si votara con Morena (la reforma eléctrica) ya no sería el Partido Verde Ecologista, sería el Partido Contaminante de México”.